jueves, 19 de junio de 2008

In-sostenible (y II) 20080619

Ya sé que a buena parte de la honrada ciudadanía lo del crecimiento in-sostenible le gusta mientras fluye la pasta fácil. Compré un piso por trescientos mil euros y ahora vale cuatrocientos mil, hemos dicho u oído. ¿Y ahora, qué?, ¿cuánto valen ahora nuestras flamantes posesiones inmobiliarias? Porque en este mundo cruel y disparatado ocurre como en los casinos: siempre gana la banca. Así que en estos momentos millones de españoles propietarios de una o dos viviendas están cargando con el peso de la crisis. Y todavía los hay que piden más leña.

La Tierra Noble (feliz, desprevenida y muy controlada por los poderes de toda condición) guarda en los archivos del subconsciente colectivo un notable apego por la in-sostenibilidad y una alta incapacidad para entender qué es sostenible y qué es una barbaridad. La verdad es que a la mayoría le atrae más el modelo levantino (crecimiento rápido, altos beneficios en el sector inmobiliario y libertinaje económico) que los sistemas más modernos, regulados y racionales. Estamos tan encandilados con Murcia, sus urbanizaciones y sus mercedes comprados a tocateja que no reparamos, por ejemplo, en cómo Navarra nos lleva una neta ventaja en terrenos como la industria agroalimentaria, mantiene interesantes tasas de desarrollo... y es, junto a Extremadura, la comunidad española donde más barata ha estado y está la vivienda. Y gobierna la derecha.

La sostenibilidad implica cambiar nuestros conceptos apostando por un futuro dominado por la calidad de vida (aire y agua limpios, paisajes hermosos, viviendas confortables, comida sana, tecnologías limpias) y no por el estrés, la inflación y las jornadas laborales de sesenta horas a la semana. He de decirles, para no ser malinterpretado, que probablemente esta crisis de ahora será un bajón superable en unos años por otra onda de crecimiento a lo bestia. Pero algo es seguro: uno de estos parones globales acabará siendo definitivo. Cuidadín porque a partir de ese momento lo único que nos quedará en el mundo será... la hipoteca.


miércoles, 18 de junio de 2008

In-sostenible (I) 20080618

La sostenibilidad que identifica nuestra Expo no consiste (sólo) en que las mismas compañías eléctricas que ocultan fugas radiactivas en las centrales nucleares hagan luego anuncios con florecitas, verdes praderas, mares azules y niños riendo. No estamos hablando de un argumento para el márketing, sino de un estilo de vida que preserve del desastre medioambiental, del hambre y de la guerra a las generaciones futuras. Porque la crisis que hoy se nos come vivos evidencia el agotamiento de un modelo político y económico global que ni la biosfera ni la humanidad podrán resistir indefinidamente. 

La in-sostenibilidad se despliega audaz ante nuestros ojos. Está claro: si se producen cada vez más automóviles, no sólo llegará un momento en el que no habrá compradores para tanto coche sino que además se promoverá el continuo aumento del precio de los combustibles; si las constructoras persisten en levantar viviendas por decenas y aun cientos de miles, con un constante y despiadado incremento de su coste, llegará un instante (como ha llegado) en el que ya no habrá mercado para tantísimo piso vacío en las grandes ciudades y para tanta segunda residencia en playas destrozadas y en valles urbanizados a la mecagüendiez. El negocio inmobiliario se ha desplomado al fin porque batía el récord a la hora de vender producto malo, feo y caro. 

Lo increíble es que ahora, cuando nos caen encima los efectos de la in-sostenibilidad, haya voces que reclaman la intervención de los poderes públicos para intentar que la gente siga consumiendo a modo y comprando pisos a precios estratosféricos. Y lo más alucinante es que quienes antaño reclamaban absoluta libertad en el mercado del suelo y de la vivienda, hoy pidan la intervención de los poderes públicos (y del dinero del común) a fin de sostener los márgenes de beneficios de la feliz época expansiva. O sea que, comprobada la hondura del problema, se trata de superarlos no mediante una sabia rectificación sino profundizando en el error. 

(Continuará

sábado, 19 de enero de 2008

Especulador, tú 20080119

Quienes poseen extensos terrenos allá donde dicen que se ubicará Gran Scala no sueltan una hectárea por menos de 32.000 euros. Incluso las gentes más sencillas hacen cuentas con lo que podría sacársele al monte comunal. Ya ven ustedes qué desvergüenza y qué falta de patriotismo. Vienen unos señores importantísimos, trayendo en la cartera la genial idea de levantar el negocio del siglo en plena estepa (por el bien de Aragón, claro), y la gente, en vez de agradecerles el detallazo y dejarles que se ganen la vida, se sube a la parra y empieza a pedir el oro y el moro. Hombre, por favor, si todo el mundo quiere especular, ¿qué será de los auténticos especuladores, los profesionales?, ¿de dónde obtendrán plusvalías del uno por mil si los intrusos se les meten por en medio?

Las personas sensatas advierten de que la codicia puede romper el saco. Y ojo con la supramunicipalidad (a la que Biel se refiere como un hecho consumado), porque la actual Ley de Urbanismo aragonesa permite, en tales casos, atajar por la vía de la expropiación. Se suponía que ello sólo habría de ocurrir en proyectos de gestión pública al estilo Pla-Za, pero lo público y lo privado andan últimamente muy revueltos (el caso es crear riqueza, ¿no?).

Si hemos de creernos Gran Scala (al menos como hipótesis de trabajo), el solar (¡y qué solar!) se hace imprescindible. Imagínense ustedes que los señores de ILD llaman a la cadena Hilton (por poner un ejemplo) a proponerle la conquista de la Europa ludópata desde el corazón de Los Monegros. ¿Cómo van a convencer al papá de la famosa Paris, si no han amarrado antes dos mil o tres mil hectáreas tasadas a precio de secano? ¿Cómo van a especular los especuladores si les especulan a ellos?

Aunque, claro, hay que comprender al personal. Si yo viviera ahora mismo en Los Monegros y tuviese ocasión de ver mis tierras revalorizadísimas, me agarraría a la oportunidad como un pit-bull. Pues... ¿qué otra cosa podría esperar de Gran Scala sino la ocasión de pegar un honesto pelotazo? Y luego, allá se las compongan los listos. Porque a priori no parece aquél un lugar demasiado interesante para que en el futuro busquen trabajo tus hijos. A vender bien el solar y en todo caso (si aquella cosa para en algo), ya mandará mister Hilton a su niña para que dé tono. Que de petardeo se lo sabe todo, la tía.

JOSÉ LUIS Trasobares 19/01/2008