miércoles, 23 de diciembre de 2015

Los acuerdos imposibles 20151223

Mientras Pedro Sánchez descansaba y guardaba silencio, Susana Díaz, musa y jefa de la que es sin duda alguna la federación más potente y resistente del PSOE, la de Andalucía, puso los puntos sobre las íes: ni se votará por activa o pasiva a Mariano Rajoy ni se aceptarán acuerdos con Podemos mientras esta formación proponga incluir el derecho a decidir en una Constitución asentada sobre la unidad plurinacional de España. Muy claro. Si ésa es la definitiva postura de los socialistas, no habrá acuerdo de gobierno ni consenso que valga. Ni a derecha ni a izquierdas ni en ninguna parte. La posibilidad de que la situación política entre en un laberíntico paréntesis hasta mayo, y para entonces no haya otra salida que volver a las urnas, toma más cuerpo. Salvo que la apacible Navidad o el incierto año nuevo templen los ánimos.

El 20-D tenía un problema inicial: era la fecha menos adecuada para una cita electoral. Pero Rajoy se empeñó, convencido quizás de que para entonces esto sería Jauja. Votar en vísperas de unas vacaciones que, de manera intermitente pero constante, se han de prolongar hasta la segunda semana de enero era lo que el presidente en funciones suele denominar un desatino. Ayer, él mismo advirtió que ahora toca reflexionar y que tanto la reflexión como los consensos "van para largo". Por supuesto, porque el problema sobrevenido es no menos evidente: unos resultados que son un berenjenal aritmético.

¿Será posible reflexionar y negociar durante tres o más meses, apurando el calendario? Por el momento no se vislumbra otra opción. Albert Rivera se mantiene a la expectativa. Los nacionalistas centrífugos catalanes bastante tienen con su barullo. Unidad Popular-IU se lame las heridas, convertida en un cero a la izquierda. En el PP la procesión va por dentro, mientras sus portavoces se aferran al privilegio de ser los más votados y se ofrecen para liderar un frente constitucionalista. ¿Son conscientes de que, si su partido ha obtenido un 22% de los sufragios, es porque el otro 78% se ha pronunciado por otras opciones, la mayoría diametralmente opuestas?

En el PSOE, las voces supuestamente sensatas que aceptaban la tesis marianista de la estabilidad como axioma ineludible, han quedado ahogadas por el clamor de quienes aseguran que Rajoy sólo puede esperar de los socialistas un no rotundo. Es lógico. Si la socialdemocracia española acudiese, junto a Ciudadanos, en auxilio del más votado (pero también más vapuleado) líder conservador, le resultaría imposible ofrecerse como principal fuerza de oposición. Ese protagonismo quedaría entero y verdadero para Pablo Iglesias y su Podemos, tan caleidoscópico como lleno hoy de moral y de convicciones. Que el mismo Iglesias haya marcado la agenda política poselectoral describiendo un proceso constituyente (o de reforma constitucional) tan audaz como quincemayista indica que él sí sabe a dónde va, cómo y con quién. Algo que los socialistas no tienen tan claro, de momento.

Por otra parte, el PSOE, como el propio PP (o Democracia y Llibertat en Cataluña, o incluso Bildu en el País Vasco) quedaron muy tocados el 20-D. Mucho. De acuerdo con las reglas de uso común en las democracias europeas, Sánchez, Mas o el mismo Rajoy tendrían que haber dimitido la misma noche del domingo. Sus respectivos partidos han quedado tan maltrechos y desautorizados que, en buena lógica, necesitarían cambiar su liderazgo, sus equipos dirigentes y sus tácticas y estrategias. O sea, una renovación a fondo. Pero en España es posible perder 63 escaños de golpe (los conservadores) o 20 (los socialistas)... y que el jefe máximo afirme tan tranquilo que piensa seguir más allá incluso de los correspondientes congresos a celebrar durante la legislatura. Si la hay, claro.

Se supone que volver a las urnas conviene menos a unos que a otros. Según se desarrolle el periodo actual, puede ocurrir que quienes polaricen el discurso y se conviertan en salida natural lleguen en mejor posición a otra convocatoria.

La vida sigue. Ayer estaba convocada una reunión de grandes empresarios. La suspendieron para evitar la suspicacia de la opinión pública. Por aquello del poder fáctico. Pero los teléfonos suenan. Y seguirán sonando.

martes, 22 de diciembre de 2015

Hacen cuentas y salen rosarios 20151222

Hora de mirar más despacio los resultados. Y vuelve la misma sensación de mareo que los quesos y estadillos producían la noche del domingo. De decir que los pactos son imprescindibles, los analistas han pasado a reconocer que además son casi imposibles. Mariano Rajoy compareció tras una reunión de la dirección conservadora. Estaba medio KO, sonadísimo. Apenas pudo decir cuatro vaguedades exprimiendo su resobado argumentario de la campaña. Pedro Sánchez, que todavía siente temblar el suelo bajo los pies, escuchó a dos de sus barones (el extremeño Fernández Vara y el manchego García Page) esbozar un círculo sanitario en torno a Podemos. No son los únicos. La corrección política en pleno, con el PP por delante y Ciudadanos cerrando filas, quiere dejar a los de Pablo Iglesias fuera de cualquier combinación que permita gobernar el país. Para acelerar el incendio, los agentes económicos escenificaron un sonoro desplome de la Bolsa y un notable incremento de la prima de riesgo.

No vale hacer cuentas con los posibles ejes a izquierda y derecha. Hay nuevos actores, hay notables diferencias programáticas entre los hipotéticos aliados... y además ni PP-Ciudadanos ni PSOE-Podemos suman mayoría absoluta. A partir de ahí, se puede jugar con las fichas como se quiera: PP-Ciudadanos y el PSOE se abstiene; PSOE-Podemos y los nacionalistas periféricos; PP por su cuenta con la abstención de PSOE y C's... Pero no es tan fácil. El portavoz oficial del PSOE insiste en que su partido votará no a la investidura de Rajoy. Albert Rivera ofrece una abstención a favor del más votado que en realidad no sirve para gran cosa. Los nacionalistas (particularmente los catalanes) no son admisibles. Un gobierno en mayoría relativa respaldado por volátiles abstenciones no resistirá el primer embate parlamentario (y eso que el PP se dejó aprobados los Presupuestos del 2016). Podemos, quizás la única formación cuyo líder se ha expresado con claridad en términos políticos (sus Cinco Puntos para un proceso constituyente), da miedo al resto (incluyendo a C's, donde crece la sensación de que Rivera fue utilizado por Iglesias para que éste normalizara su imagen e incrementara sus posibilidades electorales)... Al final, las miradas se vuelven una y otra vez hacia el PSOE. La germánica imagen de la Grosse Koalition flota en el aire. Las viejas guardias y los sectores más moderados del socialismo español no le hacen ascos.

Demasiados líderes políticos tienen que hacerse a la idea de lo que hay. Los del PP, que soñaban con superar la barrera de los 140 diputados gracias al voto oculto y se han quedado muy lejos (aunque siguen controlando el Senado). Los del PSOE, que han de consolarse con los resultados en Andalucía y Extremadura del desastre en Madrid, Cataluña y otras comunidades. Los de C's, que han visto cómo se evaporaba en un par de semanas el exitazo de los sondeos. Los de Podemos, que no lograron su sorpasso al PSOE, quizás porque no tuvieron ese puñado de votos que se fueron a Unidad Popular-IU. Los de dicha coalición, situada al borde de la extinción.

Tendrán que reflexionar, sí. Y admitir varias cosas: que el mapa político ha iniciado un cambio irreversible, que España se ha redefinido como un país muy plural (hay varias Españas, la de los jóvenes, la de los mayores, la del Norte, la del Sur, la profunda, la periférica... y ninguna de ellas vota igual), que para pactar hay que ceder... y, por encima de todo, que la continuidad tal cual del Sistema está en entredicho. Como mínimo hay que resetearlo, y quizás reprogramarlo en una nueva Transición (como reclama Podemos haciéndose eco fiel del 15-M). La España de la corrupción, la desigualdad, los conflictos territoriales, el búnker constitucional y la partitocracia es inviable a medio plazo. 

lunes, 21 de diciembre de 2015

Pactar será muy difícil 20151221

Los pactos serán tan imprescindibles como complicados. Con el bipartidismo fuera de juego, los bloques de derecha e izquierda bastante equilibrados y el voto dispersado en cuatro grandes opciones (además de la importante presencia de los nacionalistas periféricos), todos se quedan muy lejos de la mayoría absoluta, y las posibles combinaciones para acordar algún tipo de gobierno son casi imposibles. El PP sigue siendo el partido más votado, pero con su actual 28,71% y sus 123 diputados en el Congreso pierde, respecto de 2011, más de tres millones setecientos mil sufragios, dieciséis puntos porcentuales y 63 escaños. ¿Victoria? Amarga, pírrica, insuficiente... Mariano Rajoy se queda literalmente en el aire. Necesitaría forjar una gran coalición a la alemana con el PSOE. O refugiarse en una rácana y precaria mayoría relativa con Ciudadanos y algunos nacionalistas moderados. Algo que en la noche de ayer resultaba más bien inverosímil.

Los socialistas, a su vez, con sus 90 escaños y el 22,01%, podrían aspirar in extremis a confluir de alguna manera con Podemos y Ciudadanos (el tripartito de perdedores que los conservadores denunciaban durante la campaña), o bien a cerrar un acuerdo igualmente improbable con Podemos, Esquerra Republicana de Catalunya (9 diputados), Democracia y Llibertat (8) y PNV (6) para sostener un frágil ejecutivo también con mayoría relativa.

No hay más combinaciones y éstas son casi un delirio. El mapa político español ha sufrido una transformación esencial. Y nadie sabe cómo se podrá gestionar el resultado de todo ello. Mientras se procedía al recuento, ya se hablaba de repetir elecciones al año que viene, aunque esa salida no parece interesar a casi nadie.

Que tanto Mariano Rajoy como Soraya Sáenz de Santamaría afirmasen solemnemente que el PP ha ganado... casi parecía un chiste, viendo los números finales. Sobre todo porque la dinámica electoral que se ha repetido desde la Transición (con variantes pero sin alteraciones sustanciales) ya es historia. Pablo Iglesias podía presumir de ello. Con 69 diputados de la marca Podemos y sus coaliciones en Cataluña (En Comú), Galicia (Mareas) y Valencia (Compromís), la formación morada alcanzaba un notable éxito, irrumpiendo en el Congreso con una potencia jamás vista: más de cinco millones de votos, el 20,65%. Lo mismo cabría decir de Ciudadanos, con 40 diputados y casi tres millones y medio de sufragios, el 13,93%, aunque sus expectativas al inicio de la campaña no llegaran a cumplirse.

El PSOE no se ha hundido. Sigue fuerte en Andalucía y Extremadura y es la segunda fuerza política en España. Se ha dejado dos millones y medio de votos, más de seis puntos y 20 escaños. Pese a todo Pedro Sánchez se habrá sentido aliviado. El problema es que ha sido desbordado por Podemos en las grandes ciudades y en comunidades autónomas fundamentales. El voto joven, urbano y digital ha ido a los emergentes, mientras los partidos tradicionales resistían merced al electorado de más edad, rural y analógico. Aún hay algo más que no debería olvidarse: a Podemos y Ciudadanos, cada escaño les ha costado entre trece mil y veinticinco mil votos más que a PP y PSOE.

Cuando varios suelos se han abierto literalmente bajo los pies de los socialistas, no se sabe qué consecuencias tendrá en el seno del PSOE lo ocurrido ayer. No parece probable que se produzca un asalto inmediato a la secretaría general. Pero las tensiones internas aumentarán sin duda. Cada vez suenan más alto las voces que desde la base reclaman la refundación (más que la simple renovación) del partido.
Podemos ya ha puesto sobre la mesa, por boca Pablo Iglesias, sus primeras condiciones: la apertura de un proceso constituyente que dé lugar a reformas políticas estructurales, incluyendo cambios en la Ley Electoral. Ha sido la fuerza política más votada en Cataluña y País Vasco, lo que le permite ofrecer sus propias fórmulas para provocar un nuevo encaje territorial de España. Ahora bien, primero habrá de demostrar que su futuro grupo parlamentario, obviamente variopinto, está bien encajado.

El recuento de los votos para el Senado avanzaba anoche más despacio. Según los primeros datos fiables, la llamada Cámara Alta no experimentará demasiadas variaciones sobre su composición actual. Pero eso, ahora, es lo de menos.


JLT  21/12/2015

domingo, 20 de diciembre de 2015

Lo que la campaña se dejó en el tintero 20151220

Ha sido, al parecer, una campaña barata, en la que ninguna fuerza política ha hecho demasiados alardes publicitarios. Tampoco han abundado los grandes mítines. Ninguno de los celebrados ha superado los diez mil asistentes. Adiós a los llenos hasta la bandera en las plazas de toros. Sorprendente el modestísimo arrastre de Mariano Rajoy, muy por detrás, en lo que a capacidad de convocatoria se refiere, de Pablo Iglesias, el más jaleado por sus simpatizantes, que se han movilizado por miles en las principales ciudades. Aunque, claro, llenar pabellones de deportes ya no es la clave: la televisión, los debates, las entrevistas, los spots y el tráfico de mensajes en las redes sociales se han convertido en un escenario transmedia, en el cual se han ventilado las diferencias entre candidaturas, se ha intentado convencer a los numerosos (¿o no tantos?) indecisos y se han expuesto los respectivos argumentarios.

¿Programas? Todos han presumido de tener el mejor. Ninguno ha explicitado gran cosa el suyo. Los mensajes de los candidatos, desde el mismísimo Rajoy hasta Alberto Garzón, último abanderado de la izquierda-izquierda, han sido escuetos, muy básicos, muy repetidos, muy genéricos... con notoria carga emotiva. Lo mismo que los lemas de campaña, perfectamente intercambiables entre sí. El PP ha vendido experiencia, estabilidad, empleo y unidad nacional. El PSOE, su utilidad como único partido capaz de vencer a la derecha y defender los derechos sociales. Podemos, una transformación destinada a recuperar la soberanía popular y poner coto a la corrupción. Ciudadanos, la recuperación de los grandes consensos en un nuevo clima de ilusión y transparencia. Unidad Popular-IU, la coherencia de una trayectoria y un programa sin concesiones a la corrección política. UPD, una propuesta razonable, honesta, centrada y sin contaminar por intereses ajenos. Y para comunicar esas ofertas cada cual ha llevado a sus altavoces la convicción de tener la victoria al alcance de la mano, o la sinceridad fundamental de quien ha sido desprovisto de medios para lograr con facilidad dicha victoria... o la implícita advertencia de que votar a otros podría comportar algún tipo de riesgo (económico, se entiende).

En el tintero se han quedado cuestiones muy importantes. Esta campaña, que se ha celebrado en paralelo a la Cumbre del Clima en París, prácticamente no ha contenido alusiones al problema del calentamiento global ni a las cuestiones medioambientales. Casi no se ha hablado del drama de los refugiados ni, en general, de política internacional... Pero lo más asombroso ha sido cómo el encaje territorial de España y el desafío soberanista en Cataluña ha quedado relegado a un segundo plano, salvo en el caso de Podemos, que ha convertido a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en una de sus estrellas (aun no siendo candidata) y ha escenificado con ella y con la oferta de un referéndum algún tipo de reconciliación o de reunión de la España central y la periférica. PP y PSOE han soslayado el tema (por ejemplo en el cara a cara entre Rajoy y Pedro Sánchez), quizás porque, al mismo tiempo, el independentismo catalán ha ido quedándose, aparentemente, sin fuelle.

Al final, las encuestas y los posibles pactos han conformado en perfecta interacción el gran meollo de la campaña. Por una razón obvia. Es seguro que no habrá mayorías absolutas. Luego los acuerdos serán imprescindibles desde el primer minuto. ¿Que acuerdos? Ésa es la cuestión. La opinión pública ha entendido que al final habrán de imponerse los ejes tradicionales: derecha-centroderecha (PP-Ciudadanos) de una parte, e izquierda-centroizquierda (PSOE-Podemos) de otra. Pero si los resultados no cuadran sumas mayoritarias, la situación podría complicarse mucho. Por su parte, algunos candidatos han establecido al respecto compromisos de muy difícil cumplimiento. Dijeran lo que dijesen a lo largo de estos días, todo queda abierto y bien abierto. Como nunca.

Un último guiño del cronista. Es muy posible que esta noche periodistas y tertulianos maticen alguna victoria electoral con el adjetivo pírrica. Un antiguo cliché. En el 280 antes de Cristo, Pirro, rey del Épiro, cruzó el Adriático hasta Italia para ayudar a sus aliados de Tarento contra la Roma republicana. Con una enorme falange formada por veinte mil hoplitas, la caballería y un escuadrón de elefantes de guerra venció por dos veces a las legiones. Pero sufrió tantas bajas que cada vez gritaba sobre el campo de batalla: "¡Otra victoria como ésta y me quedaré sin ejército!". Tuvo que retirarse. La legión romana era más flexible y operativa que la pesada falange macedonia. Emergía una nueva potencia. Después, nada fue igual. O casi.

JLT  20/12/2015

sábado, 19 de diciembre de 2015

Voto útil... ¿pero cuál? 20151219

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, todavía frunce el ceño. Pero vuelve a sonreír, como vuelve a repetir y a justificar su famoso exabrupto del lunes, cuando acusó a Mariano Rajoy de no ser un gobernante decente. Ese golpe de efecto ha reanimado a sus seguidores con una inyección de moral y espíritu de lucha. Correspondiéndoles, el candidato socialista se muestra confiado, estrecha la mano de los jubilados, besa a las señoras que le miran arrobadas: "!Qué percha¡". Y se agarra sin más disimulos al viejo y fundamental argumento: el voto útil de la izquierda. Con él encabezará, dice, un gobierno "monocolor", que luego tenderá la mano "a otras fuerzas políticas". Ayer anduvo con esa prédica de Zaragoza a Barcelona y de allí a Madrid, en un último esfuerzo simétrico al realizado por el presidente en funciones y líder del PP, que llegó de Bruselas, habló en Valencia y cerró con una cena en Madrid. Los demás, parecido. todos creen que la utilidad, en esta convocatoria, pasa por ellos.

Pero... ¿cuál es ahora el voto más útil? Difícil pregunta. Hubo un tiempo en el que sólo se podían sintonizar en España dos canales de televisión, TVE 1 y La 2, o bajar al videoclub. Sin embargo, ahora la oferta incluye un mínimo de seis cadenas. Resulta significativo que, en esta campaña, una de las habitualmente minoritarias, La Sexta, haya sido la más exitosa a la hora de concitar audiencias ante programas de información y debate político. Pese a todo, Sánchez recurre al argumento aritmético y acusa a Podemos de hacerle la pinza (¿como la IU de Julio Anguita?). Desde las filas conservadoras hacen lo mismo con C's.

Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría no se cansan de advertir a sus simpatizantes de que un voto a Ciudadanos acabaría en el imaginario "tripartito de los perdedores". Así que Albert Rivera se desmarca una y mil veces de ese fantasmagórico tripartito e incluso admite que podría "abstenerse" para propiciar la investidura de quien encabece el partido más votado. Claro que una abstención tal vez no sea suficiente. Por ejemplo, si Rajoy se queda más o menos donde le sitúan las encuestas. Entonces, (con 120-130 escaños en el Congreso) tendría enfrente al PSOE, Podemos, las demás izquierdas, los soberanistas periféricos... como poco 150-160 diputados. Necesitaría el voto afirmativo de Ciudadanos y probablemente la neutralidad de alguna otra fuerza. Similares cálculos podrían hacerse con Sánchez o Pablo Iglesias o quien quiera que logre convertir su marca en la formación más votada.

La utilidad es más relativa que nunca. Unidad Popular-IU, cuya trayectoria política siempre fue una pelea contra el voto útil, quiere hacerse notar esta vez reclamando para sí, como mínimo, un grupo parlamentario propio, cinco modestos diputados. En UPD quizás se conformarían con menos. Los nacionalistas centrífugos, a los que se ha dado muy poca cancha en esta campaña, recelan de lo que pueda ocurrir el 20-D porque temen quedar relegados en la cuneta de la inutilidad parlamentaria. Tanto en Democracia i Llibertat (la antigua Convergencia) como en Esquerra Republicana, cada cual por su lado, se muestran particularmente aprensivos. Temen que el tándem Podemos-Colau por un lado, y Ciudadanos por otro pasen por encima de las marcas independentistas. Para ellos, lo útil sería lo contrario: ganar con claridad espacio y votos a fin de que no se deprecie aún más la hipotética legitimidad democrática del procés. Los jefes de ERC, Junqueras y Rufián han prometido afeitarse la barba si su partido es el más votado.

En el cierre de campaña, Rajoy congregó en Valencia a cuatro mil personas (Museo de las Ciencias). Sánchez, en Fuenlabrada (Madrid), habló ante un número de asistentes similar. Alberto Garzón no se fue mucho más abajo en Getafe (Polideportivo Juan de la Cierva).

Rivera se quedó más cortito con sus tres mil simpatizantes en la plaza de Santa Ana de la capital española...

En el pabellón La Fonteta, en Valencia, Iglesias, Colau y los de Compromís batieron el récord de la jornada reuniendo a más de nueve mil personas y desbordando el recinto.

El de Podemos lanzó su desafío al viejo voto útil: "Esta vez tenemos la oportunidad de elegir sin tener que taparnos la nariz". Curioso: Rivera había dicho lo mismo unos minutos antes.


JLT  19/12/2015

viernes, 18 de diciembre de 2015

Lo que importa son los pactos 20151218

"Si Ciudadanos no quiere pactar conmigo... será que pretende hacerlo con Podemos", ha dicho Mariano Rajoy. De inmediato, Albert Rivera ha aclarado que el con los de Pablo iglesias, ni hablar. Unos y otros se miran de reojo entre sí, porque los últimos trackings no publicables indican que el podemismo encara la meta a mucha velocidad. Podría obtener más votos, aunque menos diputados, que el PSOE.

En un ejercicio de auténtico sentido común, Rajoy ha indicado la necesidad de resolver el gran problema pos20-D (tras el fin de las mayorías absolutas e incluso de las mayorías suficientes) con un acuerdo a una o varias bandas para toda la legislatura. Sí, por supuesto... ¿Pero quién se pondrá a tiro? Por otra parte, el líder conservador ha tenido tiempo y ganas de negar la naturaleza política de la agresión que sufrió en dicha ciudad. Una agresión que ayer seguía dando que hablar, y a la que algunos pretendían dar melodramáticas interpretaciones. El puñetazo, claro. TVE ha repetido hasta la saciedad que su joven protagonista se definía en las redes como antifascista y radical. Cierto. También es un aficionado extremo del Pontevedra, presumía de independentista ante sus amigos (los que le jalearon empujándole a perpetrar su estúpida hazaña), estaba o había estado en tratamiento psiquiátrico (lo cual no ha de extrañar a nadie), pertenece a una familia acomodada, su padre administra la Cámara de Comercio e Industria de Pontevedra (donde tiene algún problemilla)... y su madre (la de la criatura) es prima de la esposa del mismísimo presidente del Gobierno en funciones. Así que éste ha declarado que no presentará denuncia contra su contrapariente. Pontevedra es una curiosa ciudad donde las familias bien están vinculadas entre sí por todo tipo de alianzas, intereses comunes y enredos. Pero la agresión al jefe del PP no es sino la consecuencia lamentable de una enfermedad mental. Ese chico (a quien el ministro de Justicia ha acusado de atacar "con premeditación y alevosía") necesita, más que nada, tratamiento.

Por eso causaba cierta estupefacción leer a comentaristas presuntamente serios que, si pasó lo que pasó, fue porque "en los últimos tiempos el odio vuelve a andar libremente por las calles" (Raúl del Pozo, en El Mundo). Hombre, no es eso. Como la famosa acusación de Pedro Sánchez a Rajoy ("usted no ha sido un presidente del Gobierno decente") tampoco rompió ningún límite. Se ha producido en las últimas cuarenta y ocho horas una rebusca por las hemerotecas, a la caza de otras diatribas e incidentes. Ha salido a relucir lo que le dijeron don Mariano y sus amigos (de todo menos bonito) a José Luis Rodríguez Zapatero cuando éste quiso abrir un diálogo con ETA. O el violento abordaje sufrido por José Bono a manos de gente del PP, cuando éste era ministro de Defensa. O la pretensión gubernamental de cesar "con deshonor" al exJEMAD y exteniente general Julio Rodríguez, actual (y sorprendente) candidato de Podemos. Pero la política suele dar lugar (en todas partes) a exabruptos e incidentes como esos. Por otro lado, esta campaña ha sido, en general, particularmente suave en lo que se refiere a argumentarios, discursos, tuits y otros instrumentos comunicativos.

Los pactos son la gran incógnita (además de los resultados en sí, claro). Un interrogante que de momento sólo ha tenido respuestas oscuras e inciertas. Fíjense: Albert Rivera jura que no se arrimará a ninugna otra formación (¿y entonces?). Sin embargo PP y PSOE sí que están dispuestos a tirarle los tejos al de Ciudadanos. Iglesias se ha animando tantísimo que no quiere oír hablar de nada que no sean sus pretensiones de dar la gran sorpresa. No cuadra que pueda aspirar a la presidencia del Gobierno, pero sí a ser jefe de la oposición. Tan enredadas estan las expectativas que Soraya Sáenz de Santamaría y otros conservadores matizaban ayer a su propio presidente y pedían la victoria por mucho del PP (en Génova aspiran a superar "holgadamente" la línea de los ciento treinta diputados), para evitar lo que ella llama "el tripartito de los perdedores; o sea, PSOE, C's y Podemos, una alianza, sin embargo, perfectamente improbable.

Ahora bien, ¿qué pasará el día 21 cuando (si los resultados lo dejan todo en el aire, como se viene augurando) los llamados agentes económicos se pongan nerviosos y la prima de riesgo empiece a subir? Ahí nos va a doler... a todos los españoles.

Fin de fiesta. Hoy, los supermítines de cierre. Rajoy, Sánchez, Rivera y Garzón, en Madrid; como mandan los cánones. Iglesias, en Valencia. Después, la reflexión...

Y que el domingo sea lo que la ciudadanía quiera.

JLT  18/12/2015

jueves, 17 de diciembre de 2015

Un puñetazo sin sentido 20151217

El puñetazo a Mariano Rajoy sobresaltó una campaña que ha discurrido hasta ahora entre la incertidumbre y la tensión, pero sin incidentes de importancia (salvo una agresión a un concejal de Podemos en Canarias y unas pintadas contra sedes de Ciudadanos en Cataluña). Al presidente en funciones y primer candidato del PP el fuerte golpe le alcanzó cuando, según su costumbre, se sometía en Pontevedra (la ciudad de la que fue concejal) a los habituales selfies. Tuvo que ser doloroso. Vistas las características personales del autor, un hooligan menor de edad y evidentemente exaltado, el suceso ha de ser considerado un episodio aislado. Condenable, por supuesto. Y sin sentido alguno. Las campañas electorales abundan en rituales cuya lógica resulta a veces un tanto extravagante. Pero en ellas no cabe, bajo ningún concepto, la violencia física.

En la recta final de cada cita con las urnas la agresividad retórica, las apelaciones a la ilusión o interés de los votantes y los llamamientos de naturaleza emocional son otros tantos recursos habituales. Cuando Andrés Herzog, por ejemplo, llega a sus modestos mítines suele ocurrir que los asistentes prorrumpan en gritos de ¡Presidente, presidente! Es un cliché consagrado (como tantos otros) por los norteamericanos. Por supuesto el esforzado candidato de UPD no tiene ninguna posibilidad de ser presidente, lo cual no les resta méritos a él y a su partido, hasta hoy el más activo y comprometido en la lucha legal contra la corrupción. Pero la práctica habitual de todas las formaciones incluye presumir de que están ahí, en la carrera, para ganarla. Por eso la cuestión de los pactos sigue envuelta en la bruma. Aunque nadie ignora que serán imprescindibles. Que Rajoy haya empezado a poner la cuestión sobre la mesa es uno de los gestos más realistas y verdaderamente serios que se han visto hasta ahora.

El ritual se impone y nadie debería escandalizarse por ello. Las apariciones en televisión, las entrevistas en los medios, los debates... todo forma parte, en mayor o menor medida, de la democracia deliberativa. En Estados Unidos ayer se celebró el ¡quinto debate! entre los aspirantes a ser candidatos a la presidencia por el Partido Republicano. En él, el tercer Bush ganó terreno atacando directamente al millonario, populista y ultraderechista Trump. Allí nadie se escandaliza cuando los candidatos arremeten unos contra otros. Y los periodistas que moderan estos encuentros actúan con particular energía.

Tal vez esta campaña española resulte demasiado reiterativa, porque los argumentarios están muy sobados ya y apenas emergen nuevas propuestas. Sin embargo, el interés es grande. Si se confirma la alta participación que auguran los sondeos, se estará produciendo una de las condiciones básicas de todo proceso de cambio democrático. Pero no es fácil clavar los resultados. De ahí la incertidumbre. De ahí la porfía de Pedro Sánchez o de Albert Rivera, peleando por cada sufragio. O la firmeza de Alberto Garzón, que recorre España empeñado en asegurar la supervivencia parlamentaria de Unidad Popular-IU. O los ataques a Podemos de Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba, sabedores de que el partido de Pablo Iglesias está saqueando (o pretende hacerlo) los graneros de votos socialistas. O las réplicas podemistas, como la difusión de un vídeo donde el alcalde socialista de Torre de Juan Abad (Ciudad Real) admite que en su Ayuntamiento se contrata a todo el mundo "a dedo".

Las sospechas de corrupción no se apagan en campaña y afectan incluso a destacados candidatos. El PP lleva como puede el caso Gómez de la Serna. Ciudadanos se ha visto obligado a trasladar a su cúpula el expediente abierto a su cabeza de lista por Huesca, acusado de haber incumplido el régimen de incompatibilidades cuando era arquitecto municipal en la capital altoaragonesa. En un mitin en Murcia, Sánchez, que no abandona los argumentos que usó en el cara a cara con Rajoy, recitó el abecedario de la supuesta corrupción conservadora: A de Aristegui, B de Bárcenas, etcétera. Casi llega a la R de Rato.

¿Están los resultados tan abiertos como se dice? Quizás. Por eso los sondeos que cada día acumula El Periodic d'Andorra (que sí puede publicarlos) están siendo muy visitados. Y comentados.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Posdebate: la lucha sigue en redes y medios 20151216

La intención del electorado es una incógnita que ilusiona, agobia y aterra a todos los partidos en liza. El día después del cara a cara, la gestión del posdebate (una fase al parecer aún más importante que el debate en sí) trasladaba la bronca pelea de la noche del lunes a las redes, los medios y los mítines. Activistas y simpatizantes de los partidos e internautas en general habían movilizado un millón de tuits, whatsaps, opiniones en facebook, memes (algunos geniales) y artículos en blogs. Los portavoces del PP y del PSOE se prodigaban en los medios cantando la victoria de sus respectivos líderes. Los segundones de Rajoy y Sánchez atacaban al adversario en una nueva batalla sin cuartel. Doña Soraya Sáenz de Santamaría, tan fina ella, llamó "macarra político" al candidato socialista. Rafael Simancas, candidato del PSOE por Madrid, y otros compañeros suyos se aferraron a la tesis de que reprocharle la corrupción al todavía presidente del Gobierno en funciones no fue sino una mera verbalización en público de lo que piensan millones de españoles. "No le llamó ladrón, sino indecente... que es más exacto y suave", dijeron.
Algo estalló en ese debate. De tal forma que, en su etapa pos, diversos personajes sistémicos preferían olvidar tal episodio (tras considerar desastrosa la actuación de ambos protagonistas) y se aferraban a la profecía que hizo en su momento el CIS como el mejor resultado posible, el más... manejable.

¿Qué fue? ¿Qué pasó? Decenas de supuestos expertos en diseño de platós, manejo de las cámaras, lenguaje no verbal, imagen, comunicación política, vestuario, peluquería y otras disciplinas han opinado sobre los fallos de un cara a cara, en el que ganar, lo que se dice ganar, ganaron los candidatos que no estuvieron. El veredicto de los especialistas es demoledor. La escenografía fue desastrosa: la mesa blanca, plástica, estrecha y con un remate curvo parecía sacada de un instituto forense, y combinada con el fondo gris generó una atmósfera rancia y hosca. La realización produjo unos planos desafortunados. Rajoy llegó nervioso y distraído como si aquello fuese un trámite desagradable. Sánchez se había llenado de ánimos pero sus preparadores no le proporcionaron una argumentación variada ni le entrenaron en el uso de la ironía. Al moderador, Manuel Campo Vidal, se le vio oxidado y por supuesto no supo o no pudo ejercer su función y ordenar el debate... Demasiados hándicaps. Y había casi diez millones de espectadores, unos cientos de miles más que en el encuentro a cuatro organizado por Atresmedia. No era momento para trabarse en un forcejeo tan espeso y duro. O sí... si se sabía hacer.

¿Por qué Sánchez no le recordó a Rajoy, por ejemplo, que fue precisamente Gómez de la Serna, el diputado y candidato recién implicado en un presunto cobro de comisiones, quien actuó como ponente del PP en la cacareada Ley de Transparencia? ¿Por qué Rajoy se columpió y aseguró que su oponente no había sido "ni concejal", cuando en realidad fue edil en Madrid durante años? ¿Qué pintaban los dos exhibiendo gráficos ante la cámara, enarbolando hojas de block y repitiendo una y mil veces los clichés de la campaña sin contestar ni las preguntas que se hacían mutuamente ni las que, en nombre de otros periodistas, les iba planteando el moderador? No se sabe. Pero lo cierto es que sucesivas encuestas han arrojado el mismo resultado: son más los que dan por perdedores a ambos, que quienes consideran vencedor a uno u otro.

Por supuesto, en los demás partidos las críticas mantuvieron el tono de las que Iglesias (Podemos) y Rivera (Ciudadanos) lanzaron apenas acabado el cara a cara, cuando los dos emergentes se permitieron el lujo de reaccionar con el tono sereno de los hombres de Estado y definieron el espectáculo que habían presenciado como el "epitafio" de un "fin de etapa". Cayo Lara (Unidad Popular-IU) habló del "debate del insulto y la ciénaga". Rosa Díez (UPD) aseguró a su vez que los ciudadanos van a tener que votar "en defensa propia".

Pero bajo el ruido y las voces hay algo más: la incógnita de los pactos. Rivera no se cansa de decir que no investirá presidente ni a Rajoy ni a Sánchez. ¿Cómo cabe entender tal cosa? ¿Sí investirá a otro candidato conservador o socialista... si la aritmética poselectoral lo permite? De momento, el jefe del PP, mientras defendía su reacción ante las cámaras ("Lo que dije me salió del alma", explicó muy serio), admitió lo obvio: habrá que pactar para formar un Gobierno en minoría. Iglesias, por su parte, se empeña en que ahora no toca pensar en eso. ¿Cómo que no?

JLT  16/12/2015

martes, 15 de diciembre de 2015

Por momentos, el forcejeo dio paso a la pelea 20151215

El gran debate, el cara a cara decisivo, fue un enfrentamiento complicado, que desbordó al moderador, tuvo fases muy embarulladas y alternó la reiteración de los respectivos argumentarios con duras acusaciones mutuas. Se llegó al insulto personal. Pedro Sánchez, al ataque y mucho más incisivo, afirmó que su oponente "no es un político decente". Mariano Rajoy, que inicialmente había intentado enfriar la discusión replicó que tal afirmación era "ruin, mezquina y miserable". Se hablaba de corrupción. Luego, en la recta final, con ambos contendientes exhaustos, la tensión fue bajando. El líder del PSOE siguió más activo, cuando ya podía ser considerado ganador a los puntos de aquella extraña contienda. El del PP aceptó lo que quizás tomó por unas tablas. Desde fuera, reducidos al cómodo papel de comentaristas, Pablo Iglesias y Albert Rivera se lo pasaron muy bien. El bipartidismo no se lució demasiado en su show final. Esto parece Sálvame, pensaron muchos ciudadanos. La gestión del posdebate va a ser muy complicada para sus protagonistas.

Rajoy y Sánchez llegaban con un guion en la cabeza. El primero a mantener el tipo y dormir el debate ajustándolo a un formato parlamentario. El segundo, determinado a tumbar a su rival como fuera. Hablaron de economía tirando cada cual de su particular reserva de argumentos. Pero el del PSOE quería hablar de corrupción. Cuando al final lo logró, el forcejeo se transformó en una pelea descarnada.

Claro, que no hablar de corrupción era imposible. Mientras los dos candidatos discutían, se conocía la renuncia de la jueza María Núñez Bolaños la última responsable del caso de los EREs andaluces. Y en plena campaña el PP se ha visto enredado en un feo asunto. Tras haber sido acusados de cobrar comisiones de empresas españolas que tenían intereses en el citado país asiático, el embajador de nuestro país en India, Gustavo Arístegui, ha dimitido y un diputado conservador, Pedro Gómez de la Serna, actualmente miembro de la Comisión Permanente del Congreso, ha sido apartado de la campaña aunque sigue siendo candidato por Segovia. Ayer mismo dirigentes y altos cargos populares, como, Jesús Posada o Cristina Cifuentes, pedían a Gómez de la Serna que se vaya para no causar más perjuicios al partido. Pero eso no va a ser tan simple, porque el todavía diputado puede negarse a marcharse y su proclamación como candidato es difícilmente reversible. Su nombre ya está impreso en las papeletas conservadoras.

Sánchez estaba obligado a exponerse, a tomar la iniciativa y evitar que la corrupción pasara desapercibida en el debate, como pasó en el match Rajoy-Rubalcaba de hace cuatro años. Una táctica complicada, porque era ir directo al y tú más. Sobre todo en un cara a cara al que el conservador y el socialista accedieron visiblemente tensos y muy nerviosos. Empezando por Rajoy, en teoría el menos presionado por las circunstancias.

Rajoy quería poner el foco sobre lo que él y los suyos denominan "la recuperación". Está decidido a convertir tal concepto en una cuestión clave, en el argumento fundamental de su campaña. Sabe además que al hablar de economía puede, por una parte, usar su habitual batería de datos positivos; pero por otra sugerir que un cambio político podría ser catastrófico. El Ibex 35 acaba de perder el suelo de los 9.500 puntos, en la peor racha desde la creación de dicho índice. En teoría el dato desmiente la tesis conservadora según la cual la recuperación está ahí ("Los próximos años pueden ser los mejores de nuestras vidas", ha dicho el ministro de Industria José Manuel Soria), pero al tiempo amedrenta y presiona a parte del electorado, al que se viene advirtiendo de los riesgos inherentes a un cambio profundo de la situación política. El escarmiento a Grecia flota ahí, como una amenaza insoslayable. A nadie se le ha olvidado.

El debate, retransmitido por muchas televisiones y radios, debía ser un plus para los dos partidos sistémicos o tradicionales, convirtiéndose en la major baza del bipartidismo. Dejaba fuera de foco a las dos formaciones emergentes (aunque Iglesias y Rivera se dieron el gustazo de comentarlo en La Sexta, pudiendo así contrarreplicar a Rajoy y Sánchez) y reconstruía la imagen de la doble opción. El secretario general del PSOE lleva días advirtiendo que las elecciones se dirimen entre su partido y el habitual oponente conservador. "Un voto que no sea socialista es un voto que favorece al PP", ha repetido en sus últimos mitines. Pero las circunstancias que se dan en esta campaña ya habían convertido el cara a cara en un espectáculo incompleto y, quizás, antiguo.

El formato, el horrible set en blanco y gris, la figura del moderador (el veterano periodista Manuel Campo Vidal, un habitual de estas representaciones) fomentaban la sensación de déjà vu. Claro que esas mismas circunstancias (la probable voladura del bipartidismo) dieron al cara a cara un morbo agudo y enormes audiencias.

El mapa político español va a cambiar. Si se confirma el incremento de la participación (que incluso podría rondar el 80%), si las tendencias de los sondeos se plasman en los resultados definitivos, si la división del voto por grupos de edad se ciñe a lo que viene adelantando el CIS... la fórmula de la democracia representativa sufrirá una profunda transformación. PP y PSOE aún tienen el recurso de suponer que las pequeñas circunscripciones les salvarán la cara. Sánchez, agobiado sin duda por el cariz que han venido tomando los sondeos, tendrá como consuelo su aparente victoria de ayer. Pero el futuro Congreso de los Diputados será, con toda probabilidad, muy diferente. Los nuevos partidos tendrán una presencia significativa. Entonces empezarán sus tribulaciones. 

lunes, 14 de diciembre de 2015

Ganar o perder por tres puntos 20151214

Pasó el día de los grandes mítines (poco abundantes en esta campaña). Podemos llenó La Caja Mágica madrileña (diez mil asistentes), con Pablo Iglesias y Ada Colau de protagonistas. Lo mismo hizo Ciudadanos en el palacio-plaza de Vistalegre (otros diez mil), donde Rivera demostró que su opción pisa fuerte. En Valencia, Pedro Sánchez también puso el cartel de completo en el Pabellón Fuente de San Luis (ocho mil). En Las Rozas (Madrid), Mariano Rajoy habló en la plaza de toros (cuatro mil y pico asientos, algunos de los cuales quedaron vacíos). Todos contra todos. Porque cada voto cuenta. El modelo electoral ha saltado por los aires y las encuestas vienen cargadas de sobresaltos e incógnitas. Hoy, cuando han de publicarse las últimas antes del 20-D, los márgenes parecen estrecharse. El sondeo de Gesop para los diarios del Grupo Zeta incluso anuncia que PP y Ciudadanos tal vez no sumarían mayoría absoluta. En semejante contexto, el cara a cara de esta noche entre los líderes del PP y el PSOE llega cargado de tensión y cautelas. No habrá más oportunidades para captar a los indecisos. Tal vez Rajoy pueda permitirse un match nulo o una apurada victoria a los puntos; pero Sánchez necesita ganar dejando a su adversario fuera de combate. Se lo juega todo.

Entramos en la recta final. ¿Hay un 40% de ciudadanos que aún no saben a quién votar? Parece dudoso. Tal vez, como suele ocurrir, la mayoría ya tiene tomada una decisión. Pero no la declara. O se limita a mostrar alguna preferencia por la alternativa más blanca y menos comprometedora. ¿Ciudadanos? Si fuera así, esta opción estaría ligeramente sobrevalorada, el PP contaría con una reserva de voto oculto, Podemos quizás podría estirarse un poco... y el PSOE seguiría siendo un monumental interrogante. Ahora bien, si aceptamos la inestabilidad de un importante sector del electorado, dubitativo y perplejo pero con ganas de participar en esta apasionante contienda, todo estaría mucho más abierto. En ese caso, lo de esta noche sería decisivo, sobre todo para el candidato socialista. E incluso cabría advertir que, si el debate entre las dos alas del bipartidismo tradicional se complica y degenera en una pelea callejera o en un forcejeo en el barro, los que no estén en el barullo podrían salir beneficiados. Además, Rivera e Iglesias irán a La Sexta a comentar el cara a cara. La partida, una vez más, se juega a cuatro bandas.

En 1977, cuando tuvieron lugar las primeras elecciones democráticas, el bipartidismo emergió porque los dos partidos más votados (UCD y PSOE) se situaron más de veinte puntos por encima de sus inmediatos seguidores (PCE y AP). Desde entonces, esa diferencia se ha mantenido y acrecentado. Ahora, a la vista de los sondeos y sobre todo de anteriores precedentes (andaluzas, autonómicas y municipales, catalanas) no va a ser así. Cabe la posibilidad de que entre el primero y el cuarto medien sólo unos diez puntos, con el segundo y el tercero casi a la par. En tales condiciones, el éxito o el fracaso (relativo) se definirá por muy poco. Quizás por no más de tres puntos arriba o abajo.

El PP, aun siendo el más votado, necesita imperiosamente superar el treinta por ciento. El PSOE debe quedar segundo y evitar que su diferencia con el PP se vaya más allá de los cinco puntos. Ciudadanos, sea el segundo o el tercero, está destinado a quedar en una posición muy delicada pues puede tener la llave de la gobernabilidad, lo cual plantea enormes compromisos... y riesgos.

Podemos y sus alianzas periféricas no levantarán cabeza si choca con el limitado techo alcanzado por Julio Anguita en 1996, cuando logró 21 escaños con el 10,54% de los sufragios.

Hoy puede ser el día.


domingo, 13 de diciembre de 2015

Baños de masas y cálculo táctico 20151213

Oficialmente se llama Pabellón Manolo Santana, pero en Madrid lo conocen como La Caja Mágica. Podemos pretende celebrar hoy allí un gran mitin, y para llenar necesita más de doce mil personas. Las cuentas de los de Pablo Iglesias en las redes sociales echaban humo pidiendo a su gente que acuda a la capital de España. Pretenden desbordar el aforo. Relegada al cuarto puesto por los sondeos, la formación morada se inyecta ánimo en vena exhibiendo una capacidad de convocatoria que en no pocas ciudades ha superado por mucho a las demás fuerzas políticas. Ayer, al mediodía, reunió a dos mil quinientas personas en Badalona, y por la tarde a otras seis mil o más en Zaragoza. Llama la atención porque ya nadie se atreve con las plazas de toros y los grandes recintos.

Por otro lado, la campaña se desarrolló ayer bajo la ominosa sombra de los sucesos de Kabul. El ataque a una supuesta casa de huéspedes "junto a la embajada española en Afganistán" ha acabado siendo un atentado a la propia embajada. Las informaciones facilitadas por el Gobierno han resultado confusas y contradictorias. Pero los otros partidos quieren tratar la cuestión "con responsabilidad". No obstante, Albert Rivera exigió ayer del Ejecutivo que aporte de inmediato los detalles de lo ocurrido y convoque (como así se hará) el Pacto Antiyihadista. Iglesias, en un obvio alarde de prudencia, reclamó también una reunión urgente de la Diputación Permanente del Congreso para dar a conocer los hechos.

El líder podemista ofreció en sus mítines "lealtad y sentido de estado", antes de pedir un minuto de silencio por los dos policías muertos en la capital afgana y la última mujer víctima de la violencia machista. A nadie se le oculta que él y su equipo están tirando de las riendas para moderar la formación que dirigen y reubicarla en un espacio más amplio, más extendido hacia el centro, menos izquierdoso y más conectado con la transversalidad que se le supone a un partido que aspira a gobernar.

Los multitudinarios mítines de Podemos se cargan así de un evidente sentido táctico, que tiene como finalidad mantener entusiasmados a los sectores más progresistas y quincemayistas mientras se dulcifica la imagen radical de la formación. Que pueda lograr tal objetivo antes del 20-D parece difícil, como lo es suponer que la remontada permita alcanzar ese día el simbólico listón del 20%. Otra cosa es lo que suceda con la correlación de fuerzas en las grandes ciudades y áreas metropolitanas, donde los cambios son más probables.

Los convocados por Iglesias, Errejón o Bescansa ya no tienen una edad media tan baja como al principio (un fenómeno similar al que se da en los actos de Ciudadanos). Siguen gritando ¡"Sí se puede!", y aplauden con fervor incluso al exgeneral Rodríguez cuando éste les explica el verdadero sentido de lo patriótico. Se les ve felices, disciplinados y tranquilos. Sus candidatos intervienen ante ellos con estudiada calma y discursos breves. Buscan claves emotivas y no se enredan con cuestiones concretas. Pablo El Coletas critica al PP y a Rajoy, pero mucho menos al PSOE y a su secretario general, Pedro Sánchez. Rubalcaba ha dicho que Podemos ha puesto en su punto de mira al Partido Socialista. Pero eso es mucho más cierto si se considera el objetivo estratégico de la nueva formación (claramente interesada en ocupar terrenos que durante decenios fueron del PSOE) que si se tiene en cuenta el contenido de los conciliadores argumentarios podemistas.

UPD, empezando por su jefa, Rosa Díez, se siente expulsada de la campaña en beneficio de las dos fuerzas emergentes que sin embargo no tienen representación parlamentaria.

Para colmo, su primer candidato Andrés Herzog está siendo investigado por haber espiado supuestamente los correos de Irene Lozano, la diputada de su partido que ahora va como candidata con el PSOE. Claro que todo ello viene de una denuncia de Rodrigo Tena, quien a su vez se ha pasado a Ciudadanos. Lo que faltaba.

Aquí nadie perdona ni una. Unidad Popular, por ejemplo, mientras se queja del ninguneo, ha reclamado ante la Junta Electoral para echar de los espacios gratuitos de Telemadrid a X La Izquierda, una candidatura apoyada por Garzón... el exjuez.

Mientras, Rajoy ni se despeina. Ayer estuvo muy ocupado con el barullo de Kabul. Pero tuvo tiempo para ir al programa de María Teresa Campos. Durante el fin de semana preparará, como el propio Sánchez, el cara a cara con el candidato socialista. Los dos partidos tradicionales esperan mucho de ese debate, que va a ser retransmitido por TVE y otras cadenas. A ver.

sábado, 12 de diciembre de 2015

División y enfrentamiento 20151212

Es curioso: mientras la campaña española se enreda en una repetición sistemática de argumentarios y poses, en París la Cumbre del Clima acaba con unos acuerdos mínimos, inútiles a la hora de luchar contra el calentamiento global. Sin embargo, esa decisiva cuestión medioambiental apenas tiene sitio en los mítines y debates que se celebran aquí estos días. Ni siquiera las izquierdas están dedicándole demasiada atención. Claro que esas izquierdas bastante tienen con vigilarse mutuamente mientras disputan entre sí quién es más coherente, más audaz, más rompedor y más de verdad. El PSOE se cree dueño de la denominación de origen socialdemócrata. Podemos aspira a convertirse en una especie de PSOE actual. Unidad Popular (Izquierda Unida junto con otros partidos y plataformas) pretende ser la única formación que lanza sin complejos auténticos mensajes socialistas, como el abandono inmediato de la OTAN o la elección democrática del Jefe del Estado. La sorda rebatiña que mantienen los tres (sin dejar de poner a caldo al PP y, colateralmente, a Ciudadanos) ha de encantar sin duda a una derecha que esta vez también teme ver dividirse (aunque no tanto) a su electorado.

Alberto Garzón, el coordinador de IU y primer candidato de Unidad Popular, lleva a cabo una campaña clásica. Es probable que al principio se viese arrinconado y disminuido. Pero ahora lleva a cuestas unos cuantos mítines en los que su poder de convocatoria ha dado buenos resultados. Además se ha visto ganador del debate a nueve y su autoestima ha crecido. Se presenta ante el público con Bon Jovi poniendo música de fondo a todo volumen. En los actos que preside se masca el sabor de la izquierda clásica, la que grita "¡Que viva la lucha obrera!" y "¡OTAN no, bases fuera!", la que viste vaqueros y camisas a cuadros, la que hace ondear la bandera republicana y saluda con el puño en alto, la que se expresa, como él mismo, adjudicando a los sujetos el género masculino y el feminismo, una y mil veces: compañeros-compañeras, vecinos-vecinas, luchadores-luchadoras... UP tiene a gala disponer del mejor programa, y no cortarse un pelo a la hora de defender la paz, los servicios públicos, la redistribución de la riqueza y una reforma constitucional que acabe "con el poder en la sombra de la oligarquía franquista". Sin concesiones. Garzón habla suave y contenido, pero sus palabras desafían implícitamente a las otras marcas que presumen de progresistas. A ver si llegáis tan lejos como yo, parece sugerir parrafada tras parrafada.

Que Podemos y UP vayan a estas elecciones cada cual por su lado causará algún estrago que otro, a pocos electores que atraiga esta última fuerza. Cuando el voto está tan disputado como ahora, cuatro o cinco puntos porcentuales arriba o abajo pueden ser cruciales. Los de Pablo Iglesias van a echarlos de menos en la noche del 20-D. ¡Ah!, pero en esta cita con las urnas IU y otros partidos no querían desnaturalizarse, y en Podemos estaban decididos a comparecer a cuerpo limpio... salvo que tuvieran a mano alianzas ganadoras.

El PSOE, como siempre, presume de que sólo él ha sido capaz de derrotar la derecha. Y ésta, encarnada en el PP pero fluyendo hacia Ciudadanos, aplaude la dispersión de los votantes, porque ello aumenta el valor de su propio suelo, que consideran el más sólido. Además, Rajoy es aún el presidente, puede protagonizar momentos críticos (como el de ayer, cuando los talibanes atacaron muy cerca de la embajada española en Kabul), y tiene al ministro de Economía, Luis de Guindos anunciando que en 2016 España alcanzará tasas de crecimiento y datos macroeconómicos de antes de la crisis. Lo malo es que la experiencia y el poder incluyen todo. También tener que lidiar en plena campaña con otro escándalo por corrupción. Y van...


viernes, 11 de diciembre de 2015

C's se lía mientras el PSOE acelera 20151211

Esta campaña puede ser vista de dos maneras: como un mero trámite, previamente desactivado y convertido en mero espectáculo audiovisual (para contento de Rajoy, que ha administrado su desidia política hasta convertirla en norma de cumplimiento general)... o el arranque de una época de cambios y nuevos paradigmas que abarcan el proceso electoral, la comunicación del mismo y la naturaleza de los debates. El primer enfoque explicaría la supuesta superficialidad de la actitud y el discurso de los candidatos; el segundo obligaría a entender que dicha actitud y dicho discurso cada vez tienen menos que ver con los que fueron habituales en otros momentos del pasado reciente. Pero sea o no frívolo el carrusel televisivo, no deja de tener consecuencias transcendentes. Bastó que Rivera enviase al debate a nueve de TVE a su tercera candidata para el Congreso por Madrid, para que ésta se liase de malas maneras con un tema tan sensible como la violencia machista. El líder de C's se vio obligado a dar explicaciones al respecto. Estaba cantado. El nuevo partido es unipersonal, carece de banquillo y, como ironiza Soraya Sáenz de Santamaría, más valdrá que el jefe Albert "no coja la gripe", porque la cosa podría ser trágica.

Basta ir a un mitin de Ciudadanos para comprobar que la inmensa mayoría de los asistentes no conocen a los candidatos de su provincia ni a otros dirigentes del partido. Rivera es el único referente, una figura-síntesis cuyas intervenciones son más emocionales que concretas (aunque siempre presume de tener un programa tasado y calculado al céntimo). A su alrededor, además de los asesores técnicos, se arremolina una amalgama de gente llegada de otras formaciones (ayer mismo se pasó a su bando la eurodiputada de UPD Teresa Gómez Barbat, quien a su vez sustituía desde hace sólo quince días a Fernando Maura, que también se fue a C's para ser candidato al Congreso).

El propio Rivera confesó ayer con evidente ingenuidad que, si gobierna, incluirá en su Ejecutivo a ministros de la órbita del PP y el PSOE. En boca de tan destacado representante de la nueva política, tal afirmación provocó más de una sonrisa. Como sonreía Errejón, encantado, durante el ya citado debate en TVE.

Si Ciudadanos va quedando atrapado (relativamente, claro) en una campaña llena de vaivenes y regates en corto, Pedro Sánchez, el líder socialista, intenta mentalizarse para acelerar en la llegada a meta. Ayer, mano a mano con Zapatero, asentía mientras el expresidente aseguraba en Gijón que "la denominación de origen del socialismo es del PSOE". Pero el momento clave le va a llegar el lunes, cuando se enfrente a su habitual adversario conservador en el cara a cara de TVE, que emitirán también otras televisiones. Ahí se supone que quemará sus últimos cartuchos entrando a matar desde el primer momento. Entre tanto, ni Rajoy ni Iglesias, su principal amenaza por la izquierda (con permiso de Garzón, se entiende), le están atacando demasiado. Aquél porque quiere despegarse del resto, mientras administra el anuncio de nuevas medidas económicas y fiscales (eximirá de IRPF a los jubilados que sigan trabajando y, durante el primer año, a quienes consigan su primer empleo). Todavía se guarda más en la manga. ¿Cómo piensa combinar tales ofertas con el sostenimiento de los servicios, el mantenimiento del sistema público de pensiones y la reducción del déficit público y de la inmensa deuda? Ése es el misterio. Las inconsecuencias no son patrimonio exclusivo de los nuevos, los showmen, como les llamó ayer Cospedal.

UPD clama contra el transfuguismo que merma sin cesar sus filas en beneficio de Ciudadanos. Unidad Popular-IU intenta buscar hueco, distanciándose de Podemos en lo que definen como un ejercicio de coherencia con su programa y su trayectoria de izquierdas (muy bien plasmada en el no menos emotivo spot que protagoniza Alberto Garzón). A su vez, el abigarrado podemismo mantiene su impulso movilizador (Iglesias y los suyos reventaron ayer en la Universidad de La Laguna, en Canarias). En esta ocasión, de la mano de Ada Colau, sí están marcando la agenda de la campaña en Cataluña (al contrario de lo que pasó en las autonómicas, donde se quedaron sin sitio). Ya anuncian que quieren llevar a la alcaldesa de Barcelona a su mitin central de Madrid.

Hoy, por una de esas coincidencias habituales en las campañas electorales, Rajoy, Rivera e Iglesias estarán a la vez en tierras alicantinas (ayer, el del PP y el de Podemos mitinearon casi simultáneamente en Gran Canaria). Sánchez recorrerá varias provincias. Esto no para.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Rajoy está en el secreto 20151210

Tras un arranque a medio gas, Rajoy puso ayer la directa. De repente, el presidente en funciones abandonó el gris habitual para ponerse azul cielo y pronosticó alguna sorpresa. La victoria de su partido, se supone. Por el contexto y el tono de su profecía, no daba la impresión de referirse a ser el más votado con un mísero veintitantos por ciento de sufragios; sino a un triunfo de verdad, más allá del treinta por ciento. Lo que en el PP se denomina ganar "una mayoría suficiente". Sonriente y aparentemente animado, el líder conservador parecía estar en el secreto de algo que va a ocurrir el 20-D, algo que desmentirá los augurios de los encuestadores, algo que dará la razón a su argumento de que sólo él puede gobernar España en serio.

Cabe la duda de si don Mariano sabe algo que los demás ignoramos o se trata sólo de que su equipo le ha dicho que es preciso animar a la parroquia y vender optimismo. En todo caso, el gran jefe se lanzó a callejear y mitinear: de Palma de Mallorca a Pamplona, de ahí a Zaragoza. Sin parar, fresco como una lechuga. En la capital aragonesa subió al escenario del mismo Palacio de Congresos donde el sábado pasado intervino Albert Rivera (y donde el día 18 actuará Pedro Sánchez). El del PP no sólo llenó el recinto, como ya hizo el de Ciudadanos, sino que cientos de sus fieles, al encontrar ocupados los 1.400 asientos de la sala, llenaron el gran vestíbulo. Vencedor a los puntos.

Rajoy llega a los auditorios y salones de actos rodeado de los dirigentes y los candidatos de su partido en cada provincia. Pierde tiempo hablando con la gente. Se somete sonriente a los selfies de rigor. Casi parece un tipo simpático, como si todavía estuviera comentando un partido del Real Madrid para la COPE. Su público suele tener una edad media superior a los cincuenta (salvo los jóvenes que le flanquean en la tribuna, como un persistente recuerdo de los tiempos del Pequeño Nicolás). Hay banderas, entusiasmo, concejales, dirigentes empresariales... Todo lo que falta en los más anónimos, ordenados, formales y colegiales mítines de Rivera.

Que el PP teme a Ciudadanos está fuera de duda. Tampoco se olvida del PSOE. A este partido le recuerda "cómo dejó España". Al segundo lo critica con pullas muy similares a las que los socialistas dirigen a Podemos: llegan a estas elecciones sin conocer España, con un programa de laboratorio, con un liderazgo creado en los platós de televisión... Abundando en esa autoproclamada superioridad y experiencia, los conservadores han incluido en su web electoral un comparador de programas donde, tema a tema, contraponen el suyo con el de los demás partidos.

La campaña, como estaba cantado, rebota una y otra vez contra las cuatro bandas que cierran el tapete. El PP fue el primero en advertir que se estaba gestando un tripartito (PSOE, Ciudadanos y Podemos) en su contra. Ahora, desde la sede socialista de Ferraz hacen la misma denuncia, sólo que en este caso serían los otros tres partidos rivales los que estarían forjando una entente de facto. Bueno... En realidad tripartito no hay ninguno; pero es indudable que los socialistas, tras cuatro años de sostenerse en la oposición, están pillados hoy en un fuego cruzado. La derecha dispara contra ellos porque lo ha hecho siempre, los emergentes aspiran a canibalizar su electorado. Sánchez viene haciendo una campaña animosa y bien diseñada. Queda bien cuando aparece en los medios, que no han dejado de darle cancha. Pero se siente acosado por los adversarios, maltratado en los sondeos y tal vez no confíe en todos sus compañeros de partido. También él, como Rajoy, espera que la cita con las urnas depare sorpresas.

Y para sorpresa la de ver al mismísimo Pablo Iglesias en un acto organizado en Barcelona por el diario La Vanguardia, la Asociación Española de Directivos y la Societat Amics del País. Ante anfitriones tan selectos, el líder de Podemos reiteró su convicción de que la salida al problema catalán no es otra que un referéndum vinculante. Lo mismo dijo en el foro Primera Plana de el Periódico de Catalunya. Allí no resultó tan sorprendente.

Daños colaterales en la campaña. Algunos medios han difundido las sospechas que rodean la actuación de un diputado del PP en el Congreso y un embajador del Reino de España. Habrían cobrado comisiones por negocios realizados en el extranjero. Mariano Rajoy, con su bendita tranquilidad y el buen rollo recién incorporado a su personaje-candidato, ha salido al paso de la acusación y asegurado que le parecen suficientes y satisfactorias las explicaciones de Gómez de la Serna (el parlamentario implicado, quien asegura haber realizado operaciones "plenamente legales" como asesor de empresas españolas que buscan mercados en el exterior).

¡Al PP con sospechas...!

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Tras el debate, ira y sed de venganza 20151209

Aunque se le fue la pinza con lo del referéndum andaluz, resulta que Iglesias le mojó la oreja a Sánchez en el debate. O al menos ése es el veredicto de las redes, los comentaristas y bastantes medios. De alguna forma, en el PSOE también acabaron creyendo que Pablito les había hecho pupa, y ayer mismo, en Coruña, su secretario general, escocidísimo, replicó con efectos retroactivos gritando (vociferando más bien en un alucinante subidón de adrenalina) que a su partido no le da lecciones nadie. En Zaragoza, Susana Díaz le secundó arreándole estopa al de Podemos. Había ira y ganas de revancha. Luego, el líder socialista pudo arreglar los supuestos rotos del día anterior apareciendo por la noche en El Hormiguero, donde Pablo Motos hace virguerías con sus invitados.

Pablo Iglesias sabe tocar la guitarra y entona con estilo las canciones de Krahe. No es mal activo, visto cómo va la cosa. Esta convocatoria electoral ha impuesto un calendario de locos. La campaña comenzó, para empantanarse de inmediato en un puente interminable. Luego, se votará en vísperas de Nochebuena. Con unos resultados que se prevén endiablados, hasta después de Reyes apenas saldremos de dudas. Y además, ésta es la cuarta cita con las urnas en un mismo año (las andaluzas y catalanas se proyectaron más alla de ambas comunidades, alcanzando una dimensión superior). Así que los principales líderes están exhaustos y echan mano de lo que sea. Bien porque temen perder o sufrir un gran retroceso, o porque creen tener la victoria al alcance de la mano. Rivera es el más presionado... por el éxito que todos le auguran. Ya no brilla en los mítines, y en el debate del lunes arrancó comido por los nervios. Las encuestas le animan, pero también le agobian. La posibilidad de acabar siendo el factor decisivo en la investidura del próximo presidente del Gobierno le quita el sueño. En cambio, Iglesias ya sabe que estará fuera de la partida (lo de que podría participar en una especie de tripartito con PSOE y C's es una absurda invención del equipo de Rajoy), y ha recuperado la forma.

Sin nuevas propuestas o argumentos que galvanicen la campaña, tampoco es tan raro que algunos comentaristas y no pocos ciudadanos de a pie lean las apariciones televisivas de los primeros candidatos en claves aparentemente frívolas. Que si el desdichado chaquetón que lució Sáenz de Santamaría en el plató de Antena-3. Que si el traje de novio de Rivera o el encorbatamiento de Sánchez, tan exageradamente formales ambos. Que si el gesto de Iglesias antes de empezar el debate, acomodándose sin disimulo la culera del vaquero... Tonterías, vale. Pero todo cuenta cuando en una campaña en la que escasean los grandes mítines, más de nueve millones de personas se pusieron frente al televisor a ver a los cuatro aspirantes. Bueno, a tres de ellos y a la vice. ¿Concentrará semejante audiencia el cara a cara entre Rajoy el socialista? Será difícil.

Hay otras dos fuerzas políticas, por supuesto. Unidad Popular-IU y UPD, además de los nacionalistas centrífugos, se sienten marginados, objeto de un silencio informativo que objetivamente perjudica sus opciones. Tienen razón. El problema para los de Garzón y Herzog radica en que llevan meses fuera de foco. Lo cual pone sobre la mesa el papel de los medios y el de las empresas o instituciones que realizan sondeos. ¿Se limitan a reflejar una realidad que evoluciona sin cesar y debe ser objeto de constantes actualizaciones demoscópicas, o actúan como agentes interesados, influyendo directamente en la actitud de la opinión pública? ¿Y las redes sociales? ¿Son determinantes, o simples reacciones condicionadas a lo que previamente producen y difunden los periodistas profesionales?

Mariano Rajoy recorre las calles. Su equipo asegura que así el jefe da sensación de proximidad. Sus detractores claman contra el absentismo de un gobernante que, en palabras de Pepe Oneto, deja correr las cosas hasta que los problemas se resuelven solos, o bien se pudren y pasan a la jurisdicción de otros. Pero por muy desentendido que pueda estar el líder del PP, estas elecciones son especiales, van a romper con la inercia política del país y, digan lo que digan los telediarios de TVE (con sus constantes publirreportajes de la recuperación), sus resultados deberán ser gestionados por cada partido en un contexto de enorme inseguridad y una gran volatilidad económica. Ayer, de momento, la Bolsa española tropezó de nuevo. El Ibex 35 cayó por debajo de los diez mil puntos. El descenso paralelo del precio del petróleo parece ser una ventaja relativa, porque también indica que los emergentes se han parado y la actividad industrial en todo el mundo va a la baja.

Será por eso que Rivera se mueve y remueve en tribunas y platós como si le picasen las plantas de los pies. Que Rajoy se hace el ajeno a los asuntos de este terrenal mundo. Que Iglesias respira aliviado porque podrá ver el partido desde la grada opositora y sólo habrá de preocuparse de acabar de cuadrar su variopinta y revuelta organización. Sánchez... Bueno, el del PSOE tiene otras inquietudes: el 20-D será para la socialdemocracia una auténtica prueba de fuego.



martes, 8 de diciembre de 2015

La tele es la tribuna 20151208

El debate fue interesante. Y tuvo nivel. No resultaba fácil, al apagarse los focos, señalar un ganador. Los representantes de los partidos nuevos estuvieron a la altura, pero los de los viejos demostraron que aún tienen fuelle, tablas y argumentario. Novedades, ninguna. Aquí está todo el pescado vendido. Por encima de todo, la televisión demostró ser el mejor escaparate, un escenario obligado. Casi definitivo.

La tele es la tribuna. Es el Jeu de Paume parisino, la esquina de los speakers en Londres, el estribo de un vagón de tren en la Estación de Finlandia en Petrogrado, un escenario o una simple tarima donde se yergue el orador para encandilar a la audiencia... El liderazgo y los votos se ganan ahora en los platós, y tal circunstancia no parece en lo esencial tan diferente de aquellas otras. Se convence con las ideas, pero también con la palabra y con el lenguaje corporal, con la oratoria y el gesto. Por eso ayer había tanta expectación en torno al debate organizado por Atresmedia, ese debate al que Rajoy no quiso ir y fue sustituido por su vice, quien defendió con resolución (quizás un tanto envarada) a su jefe y al Gobierno que ambos han codirigido. Muy seguro tiene que estar el actual presidente o muy pagado de su propia importancia para ausentarse así en una campaña tan inequívocamente kennedyana.

Los argumentos respectivos están ya muy trillados. Vivimos una campaña que no es sino la llegada a meta tras un maratón político prolongado durante año y medio. Todos han dicho hace tiempo lo que tenían que decir. Por eso en la noche de ayer no se oyó nada que rompiera los esquemas previos. Sáenz de Santamaría jugó contra todos, con alguna ocasional muestra de comprensión por parte de Rivera, quien tampoco se privó de criticar con dureza al PP, y los ataques, educados siempre, de Sánchez e Iglesias, los cuales mantenían a la vez su propio y particular pulso. Se notó que PSOE y Podemos, como PP y Ciudadanos, se disputan similares espacios electorales.

Ciudadanos y Podemos reclaman, respectivamente, un retorno al momento más diáfano de la Transición o un reseteo total de la misma. El PP aspira a mantener la situación, llevándola, reforma a reforma, hacia modelos ultraliberales. El PSOE intenta combinar el clasicismo socialdemócrata con algún tipo de renovación. Viejos y nuevos partidos contraponen el valor de la experiencia a la garantía de llegar a la política limpios de polvo y paja. El partido del Gobierno vende recuperación; los demás la ponen en tela de juicio. Nadie ignora (aunque en el PP no quieran hablar de ello) que en 2016 el Eurogrupo exigirá nuevos ajustes, mayor desregulación del mercado laboral y una reorganización (a la baja) de las pensiones, porque con contratos basura y sueldos inferiores a mil euros mensuales el actual sistema es insostenible (se lo dijeron ayer a Soraya, tanto Iglesias como Sánchez). De hecho, los desequilibrios financieros (el Estado español debe ya un billón de euros, y sólo las intervenciones favorables del Banco Central Europeo permiten sostener semejante deuda), al igual que otros asuntos de los que ayer se habló más de pasada: la lucha contra el terrorismo yihadista, el modelo territorial o la cuestión medioambiental están ahí, esperando sin más a que pase Reyes. Y ojo con la corrupción. Deslizándose por el submundo de los sótanos económicos corren ahora mismo reptiles muy gordos: la leve multa a Iberdrola por forrarse manipulando las tarifas, el derrumbamiento de Abengoa, la escandalosa sustitución del despilfarrador presidente de Indra (empresa en la que el Estado es accionista de referencia) pasan casi desapercibidas, pero evidencian que en este país no ha desaparecido la impunidad. 

Sólo cabían y caben debates a cuatro. Como mínimo, porque Garzón y Herzog también tendrían mucho que decir. El cara a cara Rajoy-Sánchez que montará Televisión Española no podrá reflejar la realidad española.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Lo que los electores deberían saber 20151207

Aniversario de la Constitución. Ya nadie se niega a reformarla (aunque en el PP todavía haya candidatos despistados que defienden la inmaculada naturaleza de nuestra Carta Magna). Al mismo tiempo, quienes tenían señalado el 78 como una fecha nefasta en la reciente historia de España (por ejemplo, algunos dirigentes de Podemos) ahora admiten el carácter positivo de una Transición que sólo necesitaría actualizarse. ¿Qué lleva cada cuál en su cabeza? Eso es lo que convendría saber, para que el electorado disponga de los datos suficientes a la hora de calcular el voto. Lo más importante: con quién y cómo proyectan entenderse los partidos, sabiendo de antemano que no habrá mayorías absolutas ni por aproximación. Por eso la campaña se ha llenado de interrogantes, sospechas, maniobras y evasivas.

El caso es que, en este caso, el cálculo electoral ya no se puede hacer sobre una superficie plana, bidimensional. Ahora, la realidad política es cúbica y ha de ser visualizada e interpretada en tres dimensiones. Dando por sentado que el 20-D contemplará una alta movilización de los votantes, éstos van a necesitar más datos de los que habitualmente definen una candidatura. Las intenciones en lo relativo a pactos, arreglos o tácticas para el día después son un referente esencial. Y la ciudadanía tiene derecho a conocerlas. Eso, siempre que los propios partidos tengan establecido un trayecto táctico y estratégico. Y no anden como con la reforma de la Constitución, dando vueltas sin saber si entrar o salir.
Todo dependerá del resultado, por supuesto. Ese mapa de la correlación de fuerzas que emerja de las urnas es en sí mismo tan determinante, que opera ya como un supuesto (de ahí el interés que suscitan los sondeos, y su función orientadora) sobre el cual deciden su opción muchos ciudadanos (el 40%, según las encuestas). Se puede votar PP para evitar que el futuro Congreso sea inmanejable. O Ciudadanos, en el bien entendido de que dicho partido permitirá la investidura de un presidente del Gobierno conservador. O PSOE, dando por sentado que hará tándem con Ciudadanos. O Podemos, si luego ha de pactar con el PSOE. Pero cabe hacer lo mismo, depositar la misma papeleta, suponiendo todo lo contrario: que Ciudadanos no dé cuartel al PP, que el PSOE haga causa común con las izquierdas, que Podemos no quiera saber nada con La Casta... Y todavía caben cálculos más complejos, relacionados con la dinámica interna de los partidos: elegir PP para evitar la caída de Rajoy, PSOE para que la andaluza Díaz no devore a Sánchez, Unidad Popular para castigar a Podemos, Ciudadanos porque es la nueva derecha liberal e incorruptible... Obviamente, el resultado sólo se puede intuir o adivinar en los recovecos de unas encuestas que muchos suponen manipuladas (empezando por el primer candidato socialista, que se considera víctima de unas cocinas interesadas). Pero las simpatías o antipatías a la hora de elegir compañeros de viaje sí habrían de ser explicadas previamente al atribulado votante.

Sánchez ha sido, por ahora, el más explícito: echará cables a cualquiera que pueda sumar para evitar que el PP siga gobernando (que no es lo que propone su compañera Díaz, partidaria de respetar la prioridad "del que gane"). Rivera se apunta al desafío habitual (si no mando yo, me quedo en la oposición) pero cabe dar por descontado que permitiría gobernar al más votado... ¿o no, si caben otras combinaciones? Rajoy parece confiar en la vocación centroliberal de Ciudadanos (y en remontar las expectativas previas merced al voto oculto). Podemos presume de Gobierno en la sombra cuando las predicciones más optimistas lo dejan por debajo del 20%, incluyendo las franquicias catalana, valenciana y gallega. Todos desconfían de todos. Es la ley de la incertidumbre.

Hay más: el poliédrico escenario incluye cosas que pasaron y pasan en otros países de nuestro entorno. El asalto financiero a Grecia perpetrado por el Eurogrupo es un factor que cuenta. También el zig-zag en Portugal, donde la derecha ganadora no ha podido sostenerse frente a la izquierda mayoritaria. Y ayer mismo, Francia giraba definitivamente hacia el populismo ultraderechista. Todo cuenta. Votar no es ninguna simpleza.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Todos tienen un plan B 20151206

Como en el billar, la campaña mueve tácticas a cuatro bandas. Nadie ignora que tras el 20-D sólo gobernará el que pueda pactar. Así que los mentideros de la Corte y los analistas bien enterados barajan los planes B que cada partido se guarda en la manga. Las miradas convergen en el PP, donde los más agudos intuyen que ha tomado forma una maniobra de libro: si Rajoy no puede o no quiere o no sabe salir del atolladero postelectoral, Sáenz de Santamaría, que ya ejerce de coprotagonista, será la salida de emergencia. Operación Menina, le dicen. Ayer, Pablo Iglesias se refirió a ella abiertamente. Mientras, Rivera, cansado pero muy crecido, no para de advertir que para él sólo hay dos alternativas: o gobernar o mantenerse en la oposición. ¿Y si el veredicto de las urnas le permitiera hacer pareja con la misma Soraya? ¿Y si se convierte en segunda fuerza y está en condiciones de recibir el apoyo del PSOE para llegar a Moncloa, como temen en el PP?
"Rajoooyyy, good byyy", gritaba ayer el energuménico Maduro, que hoy se la juega (si es que las elecciones venezolanas se desarrollan con normalidad democrática, que ya es mucho suponer). Sí, parece que el actual líder de los conservadores españoles camina hoy sobre un fino y destensado alambre. Que su homólogo socialista esté en idéntica situación no le servirá de consuelo. Cospedal, al borde de un ataque de nervios, vuelve a clamar contra un previsible pacto entre perdedores. Pero, como recuerda Rivera en sus mítines, el PP ya es un partido perdedor cuando asume, aunque sea de puertas para adentro, que puede bajar del 44% de los sufragios emitidos... ¡al 27%! O cuando desde Génova dan instrucciones para darle un poquito de oxígeno al socialista Sánchez, no sea que Ciudadanos le deje en la cuneta y las cosas se compliquen de verdad. Sociólogos y politólogos, tras revisar la última encuesta del CIS, intuyen que si en estas elecciones se va a romper la inercia bipartidista, en las siguientes (el partido de vuelta) el voto volverá a concentrarse en dos opciones: ¿PP... y Ciudadanos?
Por eso Albert Rivera se lo cree. Sus mítines parecen calcados de los que ya dio en la campaña de las autonómicas y municipales. Los mismos escenarios, el mismo público, idénticos discursos. Los asistentes (ni una sola personalidad local) siguen las intervenciones sentados y el servicio de orden intenta que no haya gente de pie en los pasillos. Nadie conoce a los candidatos de la provincia, que suelen telonear con evidentes nervios y escasa elocuencia. Rivera es la única estrella. Los spots que preceden a las sucesivas intervenciones se recrean en su imagen, aunque uno de ellos, que sintetiza en pocos minutos la Historia Contemporánea de España, homenajea a Suárez, admirable alma del centrismo puro. Son los de Ciudadanos unos mítines... muy educados. Los oradores tratan al público de usted. No hay follón ni gritos (sólo el de ¡Presidente!, ¡Presidente! cuando Rivera hace el paseíllo). Jóvenes (los más) y mayores (los menos) van bien vestidos. Nadie grita. Es la suya una ilusión muy contenida.

La ilusión como oferta electoral ya la lanzó Podemos en las europeas. Ahora C's la hace suya. Junto con otros conceptos y símbolos quincemayistas y neopolíticos. Ayer, Rivera afirmó en Zaragoza que PP y PSOE "sí saben ponerse de acuerdo para taparse las vergüenzas, manejar a los jueces e indultar a sus respectivos corruptos".

Veinticuatro horas antes, en Cádiz, Iglesias aseguraba que, si llega a La Moncloa, lo hará "con una escoba para barrer la corrupción". El de Podemos rindió tributo a la Constitución de 1812, La Pepa. El mismo hito histórico que Ciudadanos resalta en la presentación de todos sus mítines.

El primer gran cara a cara (a cuatro) calienta motores. Antena-3 y la Sexta van a copar la audiencia. Allí estarán todos. Por el PP, doña Soraya, no don Mariano. Al actual presidente sus contrincantes le acusan de tener miedo. O quizás no ha calculado las implicaciones que tiene esa sustitución en actos que pueden ser decisivos para captar el voto indeciso o el voto volátil, que no es poco.

Los partidos que se han quedado fuera de la mesa de billar truenan contra la política espectáculo. Unidad Popular-IU y UPD acusan a los cuatro principales de estar convirtiendo la campaña en un reallity show y no en un ámbito de debate serio. Claro que proponer la nacionalización de las empresas estratégicas "para que nadie pase frío" será muy serio, pero no parece demasiado realista. Lo mismo que cuando los candidatos de Democracia i Llibertat (la nueva marca de Convergencia Democrática) van a Madrid a proponer una negociación entre Cataluña y El Estado. Ahora que todos los puentes están dinamitados. Pero, bueno, la campaña es así. Tampoco hay que ponerse nervioso.

sábado, 5 de diciembre de 2015

El centro... ¿es de bronce o de silicona? 20151205

Buscando el centro, Rajoy aterrizó ayer en Ávila. Allí le esperaba Adolfo Suárez, el auténtico inventor del centro democrático a partir del franquismo reformista. Naturalmente, El Duque solo pudo hacerse presente a través de una estatua de bronce, junto a la cual se fotografió el actual presidente en funciones y candidato del PP (en plan ¡hola, colega!), animado tal vez por la presencia de Suárez Júnior. El padre aguantó la escena con la magnífica flema de las efigies. Se reiría para sus adentros, seguro.
En las campañas ya no cabe vender un programa más o menos definido, sino una colección de actitudes, un estilo, una manera de estar, una línea de comunicación trabajada previamente con los coachers. Adolfo Suárez, el padre, podía prometer y prometía. Tomó decisiones históricas. Pero quienes ahora aspiran a mandar en España son conscientes de que no están en condiciones de prometer nada, porque nunca tendrán el poder en sus manos. Desde que la gente vio cómo el Eurogrupo le torcía la muñeca a Tsipras, el griego, quien más quien menos se ha hecho a la idea de que no se puede vender la piel del oso antes de cazarlo, ni aunque el oso sea uno de esos abúlicos pandas que sestean en los zoos.

El centro vuelve, como siempre. Es verdad que algunos geómetras de la política dudan de que tal lugar exista. Pero una y otra vez se convierte en la Meca de las candidaturas. De casi todas. El PP quiere dar una imagen centrada, el PSOE aspira a recuperar el centro progresista, Podemos intentó desde el primer minuto ganar la centralidad política, UPD, Ciudadanos... Bueno, este último partido ha sabido atribuirse mejor que nadie esa virginidad ideológica que permite proclamar que no se es "ni de derechas ni de izquierdas" sin que el personal se carcajee (como sucede cuando es Iglesias quien suelta la gracia). Albert Rivera capta simultáneamente electores que llegan del campo conservador, del socialista e incluso del alternativo. Aunque su mensaje se ubica en las antípodas del compromiso, chisporrotea como un bonito fuego artificial. "A la gente le vuelven a brillar los ojos", dice. Se ha crecido como candidato, se lo está creyendo, ha aprendido mucho, sabe mimetizarse (sin dejar de estar en el centrismo más niquelado) sobre cualquier terreno: liberalismo, laicismo, quincemayismo... Su pensamiento, al igual que su juvenil y saludable aspecto, es silicona de primera calidad perfectamente modelada y texturada (disculpen el palabro) por un equipo de asesores que permanecen en la sombra y de los que nadie habla (ni de ellos ni del crédito del Banco Popular que permitirá financiar la campaña de C's a lo grande).

Sólo Alberto Garzón, el de Unidad Popular, presume abiertamente de ser de izquierda-izquierda. Al último heredero del post-eurocomunismo no le hace falta irse al centro ni a ninguna parte. De perdidos...

Palmo a la izquierda, palmo a la derecha del maravilloso centro, ¿qué dicen los candidatos? Herzog (UPD) echa de menos un auténtico debate político (no le falta razón). Sánchez (PSOE) ha reclamado de los suyos un esfuerzo para lograr "un voto más que el PP", lo que le permitiría pactar el Gobierno (con quien correspondiese) y salvar el cuello. Errejón (Podemos) cree que "la resignación" es el principal hándicap de su partido (y los resignados no subirán al cielo).

Las caravanas se han puesto en marcha. Sin embargo los argumentarios de cada cual tiran de inercia. Al margen de la consabida pelea entre viejos y nuevos, los asuntos más candentes (Cataluña, yihadismo, economía, reforma constitucional y otras actualidades) no acaban de coger el punto de ebullición. Llama la atención que los datos macroeconómicos, tan contradictorios, no hayan provocado mayor polémica. Porque la situación se las trae: baja el paro, pero también la población activa y la población en general (España acaba de perder noventa mil habitantes en un año); están aumentando las afiliaciones a la Seguridad (aunque siguen por debajo de las que había en 2011), pero las cotizaciones han caído y en cuatro años se ha consumido la mitad del Fondo de Reserva; mejora el consumo, pero se están cronificando las bolsas de pobreza, que incluyen no sólo a parados sin subsidio alguno sino a gente que tiene trabajo con un sueldo miserable. ¿Se harán presentes en esta campaña las personas de carne y hueso...? ¿O seguiremos rondando el centro, sea de bronce o de silicona?