miércoles, 30 de noviembre de 2011

Con el PP llegó el relajo (I) 20111130

Desde que el mapa de España se tiñó de azul, esto es gloria. Se lo digo yo. Nos hemos chupado dos campañas electorales en un solo año pero ha merecido la pena. ¿No notan ustedes el relajo, la serenidad, la calma? Antes cualquier cosa nos ponía de los nervios y la crisis nos tenía acogotados. Ahora, sin embargo, una lucecita brilla día y noche en la calle Génova de Madrid y sabemos que la patria está protegida. La prima de riesgo, los vaivenes de la Bolsa, la mala uva de la señora Merkel, el paro, la sistemática bajada del poder adquisitivo... todo aquello que nos sacaba de quicio ha dejado de intimidarnos o por lo menos nos coge sosegados, resignados e indiferentes. El cambio se nota. La crispación que producía José Luis Rodríguez Zapatero cuando salía a la palestra con esa cara de se me rompió el optimismo de tanto usarlo se ha tornado en tranquilidad y confianza al ver a Mariano Rajoy exhibirse impasible al estilo a mí plin, yo duermo en Pikolín. Dónde va a parar.

Bueno, la verdad es que don Mariano se exhibe poco. No importa. Las victorias electorales de la derecha han servido para que asumamos de una vez todo lo que veníamos considerando intolerable. Pagaremos en dinero, sudor y sangre los juegos especulativos de los mercados sin rechistar. Es lo que hay.

Dicen que Rajoy va lento. Tonterías. Aplica el sistema tranqui total que tan buen resultado le está dando a Luisa Fernanda Rudi en Aragón. Se trata de gobernar sin gobernar, estar sin estar. Vivo sin vivir en mí, que decía Santa Teresa. Les pongo un ejemplo: ayer mismo, en la capital de la Tierra Noble fue presentada por parte del consejero Mario Garcés la reestructuración de nuestras empresas públicas. Una coña marinera porque las sociedades extinguidas ya estaban casi desactivadas, otras han sido fusionadas o han retornada a entidades de la propia DGA. Y todas las gordas, las que nos cuestan un huevo y la yema del otro, siguen ahí. Eso sí, quedan garantizadas actividades esenciales como la práctica de esquí alpino, las carreras de motos o la telemaravillas. Ante tal esplendor, ¿qué importa si la sanidad o la educación sufren alguna merma?

(Continuará).

J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/miércoles 30.11.2011

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