lunes, 21 de abril de 2014

Saturado de procesiones y cine de romanos 20140421

Ya perdonarán los aficionados a estas cosas, pero acabé la Semana Santa hartico de rataplanes, desfiles de penitentes, películas bíblicas o de romanos y documentales relacionados con la llamada Historia Sagrada. En la calle y la tele no hubo otra cosa durante esos días, y ahora comprendo el afán de la gente por irse de viaje a la búsqueda de otras sensaciones. Es que si te quedas, acabas soñando con Ben Hur y Rey de reyes o escuchando día y noche el eco de los tambores y los bombos.

No sé por qué (aunque lo intuyo), pero este año la inundación folclórico-religiosa ha llegado más alto que nunca... desde que vino la democracia, quiero decir. Que este no es el país aconfesional proclamado por su Constitución, ya lo sabíamos. Pero últimamente, con el estupendo regreso a los años 60 que nos ha recetado el actual Gobierno de la Nación, la cosa está pasando de castaño a oscuro. Y encima, los programadores de las televisiones se han olvidado de algunas películas recurrentes que yo siempre recomiendo en estas fechas (Helena de Troya, con Rosana Podestá y Brigitte Bardot, es mi favorita).

Pero prefiero no ensañarme con el tema. Si quiere, ya vendrá mi amigo Aramayona a poner los puntos sobre las íes. En realidad, servidor ha visto en el aluvión de la pasada semana una oportunidad para asomarse a los mitos bíblicos y constatar su perverso imaginario. Las adaptaciones cinematográficas del libro despliegan ante nuestros ojos un fascinante caleidoscopio de violencia, sexo, sadismo, racismo, incesto, irracionalidad y contradicciones a tutiplén. Hollywood lo ha recogido (y sigue en ello, que ahí está Noé) de una manera tan sugerente y pedagógica que si dicha fábrica de sueños no hubiera sido creada por los norteamericanos (judíos y gentiles en alegre cuchipanda), algo tendría que hacer Rouco Varela para cubrir el vacío resultante.

Pero, bueno, me dirán ustedes: ¿qué idea no se basa de una u otra forma en el mito? Y habré de darles la razón. A la postre estamos en un país donde medran los nacionalismos. ¿No son otro producto de las correspondientes historias sagradas



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