viernes, 1 de abril de 2016

Islamismo, un peligro real pero secundario... 20160401

Vale, reiteraré la naturaleza salvaje, inhumana, despreciable, asesina y retrógrada del terrorismo, y de la maldita onda islamofascista, arabocéntrica y demencial que recorre medio mundo impulsada por desdichados agravios y desencuentros. Reclamaré, si es menester, la coordinación de los servicios de inteligencia de la UE, la creación de unidades, archivos y sistemas conjuntos, la formulación de una única política exterior europea... Pero, por favor, no me digan que el Estado Islámico o Al Qaeda pueden acabar con nuestro sistema de libertades y derechos. Porque el yihadismo no aspira a derrotarnos (en lo militar), y utiliza el terror como instrumento para la propaganda y la agudización de las contradicciones. Pero además, y he aquí lo decisivo, no tiene ninguna posibilidad de vencernos. Podrá causarnos daño y dolor. Sin embargo el poder de Europa y el resto de Occidente sobrepasa en proporciones casi infinitas la capacidad de los supuestos guerreros de Dios y de quienes les guían.

Francia y Bélgica han sido puestas en jaque por una trama de medio centenar de dementes, gente conocida por los servicios secretos. Manejaron explosivos caseros (un peróxido de acetona elaborado con productos de droguería) y fusiles AK-47 adquiridos en el mercado negro. Su actividad no debiera haber pasado desapercibida para una policía en teoría muy profesional, dotada de los más sofisticados medios tecnológicos.

En lo que respecta al poder militar, el Islam y sus derivados integristas son un factor geoestratégico secundario. Pueblos que perdieron el tren de todas las revoluciones industriales y nunca han sabido fabricar las armas que esgrimen. En su territorio, el Estado Islámico viaja en camionetas japonesas y dispara fusiles y lanzamisiles rusos, estadounidenses o chinos. No es capaz de derribar los drones que le acosan y mucho menos los reactores que le bombardean. Su economía se asienta sobre el saqueo y el tráfico de personas, drogas o petróleo... Es el paradigma de una civilización aherrojada desde siglos por la naturaleza política de sus dogmas religiosos.

(Continuará) 

JLT  01/03/2016

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