viernes, 16 de enero de 2015

Cuando se teatraliza la obviedad (política) 20150116

La política tiene mucho de teatro. No lo digo con intención peyorativa, porque no creo posible ejercer la democracia representativa (resultante inevitable por mucha participación que se ponga en juego) sin representarla ante la ciudadanía. Por lo cual supongo que, a estas alturas, los de Podemos irán dándose cuenta de que sobre el escenario hay que andar atento, y más ahora cuando la crítica y el público están de lo más borde. Por idéntica razón ha causado asombro (y muchas risas) el nombramiento de Floriano como coordinador de campaña en el PP. Con él al frente, la tragedia se convertirá en comedia y todos lo pasaremos muy bien en esta España suya que crece y se enriquece a placer.

Lo que resulta no sé si aburrido o tontorrón es la obviedad que llena la escena. Como esos dos referendos que ha hecho IU en Zaragoza para decidir si la coalición apoyaba, o no, los presupuestos municipales. Todos sabíamos que la militancia consultada seguiría con total disciplina la opinión de la jerarquía. Así lo hizo, diciendo primero que no y luego que sí (tras haber negociado con Belloch algunas modificaciones) con una asombrosa precisión en los porcentajes. Y no es que la cosa haya estado mal, no. Más vale vender participación que lo contrario. Pero la obra ha sido interpretada con perfecta sosería. Como si los socialistas o los conservadores hubieran sometido a sus respectivos censos esos mismos presupuestos... Pues los unos los habrían aprobado y los otros rechazado. De cajón.

La participación debería ser una cosa más elaborada, una obra con más actos y con finales no siempre tan previsibles. Tampoco vale convertir la decisión de las asambleas o de la ciudadanía en una especie de opción futura a la que remitir cualquier asunto. De ahí que la responsable de Podemos en Sevilla se haya metido en el jardín de la Semana Santa, no por decir nada contra el sarao sino por declarar que su partido hará al respecto "lo que la gente quiera". Vale, mujer. Pero... ¿qué van querer los sevillanos sino exaltar cuanto quepa sus procesiones, cofradías y cristos de los faroles?

¡Hay que tener más tablas! 

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