sábado, 31 de enero de 2015

'Helenofobia', enfermedad de moda 20150131

Una epidemia de helenofobia rabiosa recorre los ámbitos conservadores. En España, donde los reaccionarios tienden a la histeria, abundan los portavoces, expertos, dirigentes y trolls internáuticos que truenan contra Grecia (Guindos, nuestro ministro de Economía, se mostró especialmente duro al respecto en la reunión del Eurogrupo celebrada esta misma semana).Todos ellos han saludado con entusiasmo el retroceso de la Bolsa de Atenas y el aumento de la prima de riesgo. Quieren más: que Syriza muerda el polvo, que el pueblo griego sea humillado, que la Troika no tenga compasión, que el escarmiento deje al resto de Europa vacunado contra cualquier aventura no bendecida por los mercados. El hecho de que el Ejecutivo presidido por Tsipras haya anunciado su determinación de acabar con la corrupción y el fraude fiscal (dos medidas esenciales para asear y modernizar aquel país) no ha provocado simpatía alguna. A la postre, cuando los neocón evocan los pecados de Grecia no piensan en los navieros o la poderosa Iglesia Ortodoxa, que jamás pagaron impuestos, ni en el Ejército, cuyas compras de material bélico tanto contribuyeron a disparar la deuda, ni siquiera en excesos absurdos como aquellos Juegos Olímpicos que costaron una fortuna... ¡Ah, no!, lo que les viene a la cabeza es la osadía de los trabajadores, pensionistas y funcionarios helenos, que pretendieron vivir como europeos. ¡Los muy ilusos!

Supongo que, al final, en la UE se impondrá la sensatez y el diálogo con Grecia (y con el conjunto de países, España incluida, sometidos al implacable rigor del ajuste y abrumados por la codicia de los acreedores). Porque si no es así, si la Unión se empeña en acabar con las virtudes europeas (redistribución, equilibrio, regulación y democracia social) para precipitarnos al abismo distópico de la desigualdad y la pobreza, entonces, damas y caballeros, habrá que pensarse si la oferta nos interesa o no. Jamás pensé que un europeista como yo se plantearía tal dilema. Pero tampoco creí nunca que epidemías como la helenofobia extenderían entre nosotros sus miasmas... tan asquerosos y miserables. 

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