domingo, 3 de julio de 2016

El Ohio de España 20160703

PP y PSOE movilizaron a sus votantes en todos los ámbitos, también en los de naturaleza más urbana, donde el pinchazo de Unidos Podemos y el estancamiento de Ciudadanos resulta significativo.

No falló. Aragón, el Ohio de España, funcionó como un promedio casi perfecto del conjunto del Estado. Los resultados electorales fotocopiaron los del 20-D, tanto en asignación de escaños en el Congreso, como de asientos en el Senado. A su vez, la evolución de los porcentajes de voto se ajustó a la media, con un PP al alza y un PSOE que resistió al sorpasso y mostró algún signo de recuperación. Moderado éxito de los partidos tradicionales, sobre todo del conservador. Mientras, Unidos Podemos retrocedía de manera evidente con respecto a la suma de los sufragios obtenidos en diciembre por Podemos y Unidad Popular; a su vez, Ciudadanos todavía se mantuvo ligeramente por encima de su propia marca en el conjunto del país, pero apuntó signos de estancamiento, si no de flaqueza.

Así que el análisis de todo ello resulta obvio: el bipartidismo está cogiendo aire y las nuevas formaciones empiezan a mostrar síntomas de fatiga, sobre todo Podemos y sus segundas y aun terceras marcas. ¿Por qué sucede tal cosa? Pues por las mismas razones que en otras comunidades. La causa es una suma de factores que Aragón sintetiza con esa extraordinaria capacidad para ceñirse al viento que sopla en la opinión pública española. Cabe explicar algunas claves del 26-J pasando revista al reparto que llena nuestra escena política e institucional. Pero más allá de los aspectos específicos (diferenciales, dirán algunos), lo ocurrido aquí tiene desencadenantes generales. Volvemos al promedio.

Buscando motivos

¿Le ha ido bien al PP porque llevaba en sus listas de Zaragoza, Huesca y Teruel candidatos atractivos? ¿Ha resistido el PSOE porque su programa tocaba bien las necesidades e intereses de los aragoneses? ¿Le ha perjudicado a Podemos dejar a CHA fuera de su coalición con IU? ¿Está frenado Ciudadanos porque sus representantes en las instituciones de la comunidad no parecen capaces de coger algún protagonismo?... Seguro que sí, que todo esto ha repercutido, aunque a veces sea imposible explicarse el porqué. Pero es también seguro que la movilización del voto del miedo (o de la precaución, si prefieren), el impacto del brexit, la mayor o menor adhesión a los primeros candidatos de los respectivos partidos (Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera) han tenido mucho que ver.

Por la misma regla de tres que Mariano Rajoy, con un programa improbable, cercado por los escándalos y refugiado en un argumentario harto primitivo, ha logrado movilizar al electorado conservador, Eloy Suárez ha recuperado más de cuatro puntos y medio en Zaragoza provincia y casi cinco en la capital. En total, casi 28.000 papeletas. Y fue así no tanto porque la gente de derechas volviese a la marca habitual tras experimentar con Ciudadanos, cuyas pérdidas paralelas no fueron mucho más allá de un punto porcentual, sino porque una parte de dicha gente, que en diciembre se quedó en casa, esta vez hizo un esfuerzo, llegó antes del Pirineo o de la Costa Dorada y se acercó a echar las papeletas- por si acaso. Ninguno de ellos se creyó a Rajoy cuando vino a decirnos sin demasiada convicción que su gobierno ha sido generoso con Aragón (que no lo ha sido). Quiere decirse: ¿encandiló a los turolenses el jefe del PP? Más probable es que su advertencias sobre lo que podría pasarle a este país si llegaban a gobernar los populistas calase en una provincia avejentada, ahorradora, conservadora y rural. Además, el PAR todavía tiene alguna implantación allí. Consecuencia: seis puntos más que el 20-D, 43,36% en la capital, 41,34% en la provincia. Pura España profunda.

Situemos el foco sobre el PSOE. En Huesca, donde mejor: cuatro puntos por encima de diciembre. ¿Por las habilidades políticas del presidente de la diputación provincial, Miguel Gracia, y del alcalde de la capital, Luis Felipe? Sin duda. Pero también porque el Alto Aragón ha sido siempre un feudo socialista, y la memoria ha funcionado a la hora de tirar de orgullo y afrontar el posible sorpasso. Ambos factores han impulsado a los socialistas oscenses en mayor medida que a sus compañeros de Zaragoza y Teruel. En conjunto, no obstante, bastante bien. Qué es mérito suyo y qué demérito de la competencia por la izquierda es una incógnita a la que les convendría asomarse con interés y sin triunfalismos. El PP les ha desbordado y pone sobre la mesa una tendencia peligrosa para el futuro.

Podemos, como en casi toda España, tropezó el 26-J con una realidad que por inesperada (las encuestas decían otra cosa- hasta que llegó el recuento). No funcionó la alianza con IU (se notó la caída allí donde los de Alberto Garzón suelen tener cierta implantación electoral). Candidaturas como la de Zaragoza, tocada, retocada y vuelta a tocar, naufragaron, perdida ya la inercia de seis meses atrás. Pero es que además Unidos Podemos (donde no estaba CHA, aunque quizás eso no fuese tan significativo) sufrió de forma clamorosa la abstención de las izquierdas, ese repliegue que se dejó notar por doquier.

Debate interno

Existe un debate interno en Podemos y sus partidos asociados que no sabemos dónde acabará. La victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana. En Aragón, las miradas se dirigieron inmediatamente hacia Zaragoza capital, donde se había producido una caída de cinco puntos sobre los resultados anteriores que ya no fueron para tirar cohetes. ¿Reflejaba la pérdida de popularidad de ZeC y el alcalde Pedro Santisteve? ¿Acaso no había pasado lo mismo en Cádiz y otras capitales gobernadas actualmente por ayuntamientos del cambio? Elemental. Santisteve y su abigarrado equipo (donde por cierto también hay notables dirigentes de IU y en particular del Partido Comunista) no está resolviendo bien su complicada papeleta. No transmite, no comunica, no está bien asesorado y más de un año después se le sigue notando (como al resto de los suyos) que no domina las claves de una gestión municipal condicionada para mal por la herencia recibida. Pero, ojo, que en Huesca también hay que contabilizar una bajada de cuatro puntos. Y más aún en Teruel, donde el podemismo está en la oposición, pese a lo cual ha perdido más de cinco puntos.

Pablo Echenique tendrá que hacérselo mirar. Él tampoco domina la política autonómica. No tiene un discurso potente. Carece de estrategia. Está perdiendo los pulsos con Javier Lambán. Como Santisteve los pierde, contra toda lógica, cuando se enfrenta a Carlos Pérez Anadón. En Aragón, Podemos no ha sabido reconocer con precisión a sus votantes actuales y potenciales (sigue condicionado por los estereotipos alternativos). Pero- ¿no es eso, precisamente, lo que le sucede a la formación morada en buena parte de España? ¿Por qué, si no, Iglesias es el político que más rechazo genera?

Ciudadanos, finalmente, es en esta comunidad una formación fantasmal. Sus cargos públicos no son conocidos- ni se dan a conocer. No sabemos casi nada de su actividad en las instituciones. Más allá del referente que supone un Rivera cada vez más socarrado por su sobreexposición o una Inés Arrimadas, ¿dónde está el partido naranja en Zaragoza, Huesca o Teruel? ¿Qué dice?, ¿qué hace? Es cierto que ha logrado aguantar el tirón con pequ ñas correcciones a la baja pero sin derrumbarse. El problema es que con un 16,20% del voto aragonés no se puede pasar de lo testimonial: un diputado, y gracias.

Es decir, los resultados son un promedio por causas igualmente promediadas. No existe otro milagro sociológico en el Ohio español. Somos el reflejo de Celtiberia y reproducimos con exquisita fidelidad sus taras, sus virtudes, sus filias y sus fobias. Coges este desquiciante país de países, lo sumas todo, divides por sus partes y sale Aragón.

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