lunes, 2 de junio de 2014

... Y ustedes, los de a pie, no se despisten 20140602

Presumir de apolítico resulta ridículo. En los modelos sociales más ajustados a los actuales paradigmas (por ejemplo el norteamericano), quienes se ausentan a la hora de votar son carne de cañón: los desheredados, los que han perdido el tren, las que se quedan en el lado malo de la brecha (digital, económica, cultural). Al inhibirse dejan de influir. Y si ya no influyen, nadie les ha de hacer caso. La abstención no tiene sentido cuando el mecanismo democrático aún funciona, aunque sea con el piloto automático. En las elecciones españolas sigue habiendo opciones para todos los gustos. El reciente reflujo de las izquierdas ha evidenciado que sí es posible trastornar las agendas de los superpoderes. Por eso, decenas de bienpagados asesores (no de los jefes políticos, sino de los jefazos económicos) estudian hoy el fenómeno Podemos para intentar adivinar sus posibilidades futuras. Los de arriba están inquietos.

Leo a menudo comentarios que dan por hecho un control del Sistema férreo, astuto, anticipador e insoslayable. La vieja bobería del "atado y bien atado". Pues no, amigos, atado no hay nada. Si cualquiera puede ir al colegio electoral, meter en el sobre la papeleta que prefiera y sumar su voz al enorme coro ciudadano, nada puede darse por seguro. La Transición está acabada, vale. Se dibuja una nueva fase, una nueva etapa, como quieran llamarla. Pero si los cambios han de ser para bien no será sólo porque eso que Pablo Iglesias llama la Casta se hunda en su particular crisis, sino por la movilización popular en la calle... y en las urnas. El absentismo, ese dejar que otros (partidos, sindicatos, organizaciones de cualquier tipo) resuelvan profesionalmente los asuntos públicos mientras yo me ocupo de lo mío y a mi aire, nos ha traído hasta aquí. Existe una indudable responsabilidad colectiva que no se zanja echándoles la culpa a los jefes, por mucho que éstos puedan ser unos incompetentes o unos sinvergüenzas.

Quienes pasan de todo no pueden aspirar sino a ser objetos pasivos. Actuar cívicamente es un deber, una necesidad. Aunque sólo sea votando cada cuatro años. Claro que sí. 

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