lunes, 12 de diciembre de 2011

Por una vez, vamos a polemizar 20111212

Ya saben que no suelo entrar en polémicas respecto de lo que escribo aquí cada día. Pero el artículo del pasado jueves sobre la sanidad pública y la ídem privada (alabada ésta por la presidenta Rudi en términos muy discutibles) ha dado lugar a un cruce de mensajes, llamadas y cartas que, por una vez, merecen alguna puntualización por mi parte. Y a eso voy.

Insisto en afirmar que la sanidad pública española es buena y que el gasto sanitario (sea en porcentaje del PIB, sea en atribución per cápita) es realmente bajo si lo comparamos con otras naciones desarrolladas. Un estudio realizado entre el 2004 y el 2007 (o sea, justo antes de la crisis) por la Universidad Pompeu i Fabra indicaba que nuestro sistema público de salud gastaba 1.329 euros por habitante y año. En Luxemburgo invertían por el mismo concepto 2.989 euros, en los Países Bajos 2.284 y en Francia 2.188. Sólo Grecia y Portugal se situaban por debajo de las cifras españolas.

Es verdad que ese gasto ha crecido en los últimos años por encima del coste de la vida. Ha aumentado la población censada, ya hay un 16,5% de españoles que superan los sesenta y cinco años y la tecnología médica no cesa de hacerse más compleja... y cara. Con todo, seguimos en los puestos de cabeza del ránking mundial en la relación calidad/precio de nuestra sanidad pública. Y todas las estadísticas nos sitúan muy por delante de los EEUU, paradigma de la sanidad privada.

También está claro que el sistema debe ser mejorado. Existen disfunciones: atascos en los grandes hospitales sobreutilizados, confusión sobre el papel de la atención primaria, escaso impacto de la asistencia a domicilio y otros problemas organizativos que incluyen cierto despilfarro en fármacos y otros consumibles.

Pero en conjunto la sanidad pública española es excelente y sería un crimen político y una flagrante injusticia debilitarla y/o privatizarla. La atención universal y gratuita que dispensa el sistema de salud es un factor fundamental para redistribuir la riqueza y mantener una sociedad equilibrada y abierta. Supongo que es eso lo que pone de los nervios a más de uno.

J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/lunes 12.12.2011

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