domingo, 11 de diciembre de 2011

Realidad percibida, estafa virtual 20111211


Lo más asombroso del barullo en el que está presuntamente implicado Iñaki Urdangarín no es el empeño de la Casa Real en asegurar que ése es un asunto privado ni el desafío de la Reina saliendo en la portada del Hola con su hija y su yerno; lo increíble de esta turbulenta historia es que, según parece, el marido de la infanta sólo encontró facilidades cuando recorría instituciones, empresas públicas y equipos de fútbol pasando la gorra (dicho sea con todos los respetos) y obteniendo contratos millonarios para su fundación. ¡Con qué facilidad lograba seiscientos mil euros aquí, dos millones allá, convenios, contratos...! ¡Y todo por preparar informes de copia y pega o por organizar inconcretos foros o congresos sobre deporte, turismo y otras alegrías! Sin embargo no creo que Urdangarín pudiese ofrecer mayores contraprestaciones a quienes pagaban (con dinero del común, por supuesto) sus servicios. ¿Entonces?

Entonces pasa que en España se ha construido una realidad percibida en cuyo nombre han sido constantes los despilfarros grandes, medianos y pequeños. Los medios de comunicación hemos servido (y siento decirlo) de instrumentos para mantener a la opinión pública en esa especie de Matrix de cartón piedra. Hemos dado pábulo a las invenciones, las medias verdades y las mentiras flagrantes. Las fuentes oficiales y oficiosas han marcado la pauta. Todavía lo hacen.

Ha sido fácil vender a la opinión pública congresos, campeonatos, edificios emblemáticos, autovías, líneas de alta velocidad, aeropuertos, pantanos inútiles y otras muchas inversiones no productivas (o escasamente productivas). En muchos casos, el patrioterismo localista ha servido de fácil coartada. O el uso sistemático de los lugares comunes. Pocos aragoneses mantuvieron la cabeza fría y la lucidez cuando, hace ahora cuatro años, se presentó en sede oficial aquella tomadura de pelo llamada Gran Scala. Pocos serían capaces hoy mismo de relativizar la incidencia económica de las estaciones de esquí, que siendo sólo una parte (y la más incierta) del negocio turístico en el Pirineo y la Ibérica aparecen constantemente como un vector de desarrollo fundamental. Aragón TV, cuyo funcionamiento, por cierto, corre también por cuenta del contribuyente aragonés, es el mejor escaparate, triunfalista y acrítico, de todos los inventos habidos y por haber; inventos cuyo coste real se nos oculta de manera sistemática.

La realidad percibida además de cara es tramposa. Cuando los espejismos se difuminan en el aire, lo que queda es menos que nada. Aragón se ha plantado en más de cien mil parados y hace sólo cuatro años rozaba el pleno empleo. Casi toda España está igual. Pese a todo hay una fuerte resistencia a dejar atrás las quimeras. Sólo había que ver la portada del Hola.

J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/domingo 11.12.2011

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