La gestión de la crisis que lleva a cabo el actual Gobierno se está
llenando de matices que susurran sadismo y configuran una espantosa
articulación de causas y efectos, de malas intenciones y peores
realidades. Ocurre, por ejemplo, cuando el ministro de Justicia, famoso
centrista formado a la vera de aquel gran demócrata que fue Manuel Fraga Iribarne,
advierte de que no se permitirán los abortos por malformación del feto.
"Hay que proteger al más débil", argumentan en el PP. Lo cual podría
tener algún sentido... si al mismo tiempo la red asistencial que atiende
a los discapacitados ya nacidos no estuviese siendo destrozada con
meticulosa aplicación por este Ejecutivo tan sensible y tan piadoso. Lo
humano, lo normal, sería mantener la ley de plazos que permite a la
mujer decidir si sigue o no adelante con su embarazo y reforzar los
apoyos a las personas que sufren algún tipo de problema físico, psíquico
o sensorial, pero la sutileza (neoconservadora y ultraliberal, por
supuesto) trabaja desde la perspectiva contraria. Con muy mala leche.
Tampoco cabe extrañarse de que quienes desprecian la reglamentación de
la muerte digna (con la Santa Madre Iglesia a la cabeza) y rechazan
horrorizados el derecho a la eutanasia voluntariamente aceptada estén
desmontando la sanidad pública universal y gratuita, dejen en la cuneta a
los dependientes o condenen a la pobreza y la desatención a los
ancianos. Así la gente morirá cuando Dios quiera, bajará la expectativa
de vida e irá más ligero el sistema de pensiones que ahora cruje por la
manía que tiene el personal de palmar lo más tarde posible.
¿Y
qué me dicen de esa decisión genial por la cual se eleva al nivel máximo
(21%) el IVA de cines, teatros y conciertos o el de lapiceros,
cuadernos y plastilinas, pero se dejan versiones reducidas para los
toros y el fútbol? Coherente, ¿no? Es lo que corresponde a un país donde
las administraciones (la de Aragón, sin ir más lejos) reducen un 75%
las becas para libros y comedores escolares, pero pagan religiosamente
los campeonatos de motos o las pérdidas de las pistas de esquí.
Qué fina es la gente de orden.
JOSÉ LUIS Trasobares 25/07/2012
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