jueves, 17 de octubre de 2013

Bienes... de los obispos 20131017

Durante años, el contencioso por los bienes de la Franja nos ha llevado de cráneo, nos ha hecho perder tiempo y dinero... y a cambio ha llenado de felicidad a quienes gozan con cada enfrentamiento entre Aragón y Cataluña. De hecho, creo que este último factor ha sido decisivo y ha motivado uno de los más fenomenales equívocos de nuestra historia reciente (por lo demás tan abundante en equívocos). Pero al fin los obispos de Huesca y Barbastro-Monzón han puesto las cosas en su sitio, y de paso le han pegado un buen tirón de orejas a la presidenta Rudi (¡ver para creer!). Ahora no caben más melonadas: los bienes son de la Iglesia Católica, solo de ella, y estarán donde la susodicha organización quiera que estén. Este no es un problema que afecte a presidentes, consejeros y diputados, sino a la gente de sotana. Y si hay un culpable de que esas imágenes, retablos y maravillas se hallen en Lérida y no en los museos aragoneses habrá que buscarlo en los episcopados oscense y barbastrense, sobre todo en este último. Pongamos el foco sobre Su Ilustrísima Alfonso Milián y dejémonos de tonterías. Él sabrá qué hace y qué no hace para poner las cosas en su sitio.

Naturalmente (como ya habían anticipado quienes conocen este tipo de casuísticas), la Santa Madre no quiere ni oír hablar de ceder al Gobierno de Aragón algún tipo de titularidad sobre los dichosos bienes. Para negarse a ello (pues sentaría un precedente peligrosísimo para la habitual avaricia clerical), los obispos aragoneses han aducido una espesa colección de hipócritas y egoístas consideraciones, muestra de hasta qué punto se aferran a los bienes materiales los presuntos representantes de Cristo. Llegan a recordarle a la pobre Luisa Fernanda que, en cualquier caso, no cabría cesión alguna "sin tasar y enajenar debidamente" los objetos en cuestión. La pasta es la pasta, hermanos.

La Iglesia llevó los bienes a Lérida. Que la Iglesia los traiga (si quiere), pues suyos y requetesagrados son. Aquí, los simples mortales bien haríamos en preocuparnos por cosas mucho más importantes y que, por terrenales, nos tocan mucho más cerca. 

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