sábado, 8 de febrero de 2014

Impávidos, displicentes, amenazadores 20140208

La tragedia ocurrida en Ceuta ha dejado al Gobierno bastante impertérrito. Como si aquellas muertes hubiesen ocurrido en un espacio ajeno, en un lugar inconcreto, en el lado marroquí de la frontera. Las autoridades, eso sí, han puntualizado que quienes pretenden forzar las vallas en la citada plaza y en Melilla actúan "con mucha violencia". Usan piedras e improvisados guantes para enfrentarse a unas fuerzas policiales perfectamente armadas y superar las barreras de cuchillas que aquí llamamos, con repajolera alegría, concertinas. Lirorí-lirorá. Según múltiples versiones, la dura intervención de la Guardia Civil provocó la avalancha hacia el mar y los ahogamientos. Pero en los círculos oficiales, todo esto se ve con relajante distancia. Si hubiese pasado en Lampedusa, la conmoción habría sido mayor entre las buenas gentes de orden que tanto lamentaban el trato dado a los inmigrantes... cuando mandaba Zapatero.

Me sorprende la aparente calma que reina en un país, el nuestro, donde no cesan de ocurrir cosas alarmantes e inéditas. Personajes muy relevantes de la derecha (política y mediática) no cesan de cuestionar aquellas leyes, actuaciones judiciales y sentencias que no cuadran con su visión de la vida. Amenazan con modificar los códigos (tal como dijo ayer mismo doña Ana Botella), con bajarles los humos a los jueces que no juegan a su juego, con convertir la democracia en un sistema hermético y sometido a estrictas reglas, sin margen para la protesta ciudadana. Orden público.

El sistema reacciona con terrible displicencia ante los dramas humanos provocados por el paro y los recortes. Se le da mucha importancia a la desagradable situación de la Infanta imputada o al supuesto derecho de los jefes a disponer de la vía pública frente a sus domicilios para que nadie ose pasear por allí pancartas o tuppers. Mientras, los desahucios van en aumento y la pobreza devora a millones de españoles sin trabajo... o con él. Pero eso ha pasado a formar parte del panorama habitual. No es nada nuevo, no interesa. Ya se ve luz al final del túnel. Y el que no pueda pagársela, que encienda una vela. 

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