viernes, 24 de octubre de 2014

Cosas y casos del 'antiguo régimen' 20141024

Cuando digo antiguo régimen no me refiero al de Franco, aunque este se basaba en aquel. Hablo de lo que describió el periodista norteamericano Jay Allen cuando se dirigía a sus lectores en 1936: "En 1930, España se asemejaba, salvo en algunas ciudades y zonas industrializadas, a la Francia de antes de 1789". O sea, l'Ancien Régime, el sistema despótico y posfeudal aplastado en el país vecino por la Revolución. Aquí, sin embargo, tal sistema sobrevivió, evolucionando a la gatopardesca. Creímos que la Transición lo había sepultado por fin, pero luego hemos visto cómo ha sido capaz de reponerse y sepultar, a su vez, los mejores impulsos del 78. De ahí la corrupción, la picaresca, los intentos de trucar la democracia y esta atmósfera absurda, en la que las superburocracias políticas y económicas hacen de las suyas impunemente, o casi.

Solo en semejante ambiente podía darse el caso del pequeño Nicolás. Las aventuras de este sujeto son tan complejas e interesantes que no tienen explicación... salvo que estuvieran rodeadas de complicidades de alto copete (el PP, la FAES, el CNI o la Santísima Trinidad). Pero recuerden: los estafadores de alto vuelo que actuaban disfrazados de nobles riquísimos, indianos multimillonarios, príncipes de la Iglesia o próximos a las más altas jerarquías del Estado fueron un clásico en el siglos XIX y en el XX, incluidos los 40 años de Franco. ¿Por qué? Pues porque aquella sociedad, sometida a un poder sin réplica, se plegaba de inmediato a los meros reflejos formales de tal poder. Por eso, que Nicolasito haya ejecutado hoy la misma peripecia resulta muy revelador. El viejo régimen sigue ahí. Si no, una manipulación semejante (¡y a semejante nivel!) del protocolo y el aparato institucional hubiera sido imposible.

No es solo cosa del PP. El PSOE y otros partidos también han caído en la vieja trampa (al tocar poder, quisieron homologarse en hábitos y prebendas). Sea como fuere, y aunque en todas partes cuecen habas, nuestro desfase histórico y nuestros vicios tienen características propias. Necesitamos poner en pie un nuevo régimen. Y para eso están las urnas, ¿no? 

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