domingo, 26 de octubre de 2014

No toda la herencia era tan mala 20141026

Como dice nuestra presidenta, la herencia recibida por el actual Gobierno de Aragón fue mala, tirando a peor. Facturas en los cajones, sociedades públicas desmadradas, proyectos sin ton ni son y cosas feas. Vale. Pero... ¿eso fue todo? Alguien (ya que el PSOE es incapaz de generar un argumentario en esa línea) debería recordar que no, que la herencia también traía cosas que no estaban nada mal, o incluso que estaban muy bien. En toda España, el PP se encontró con unas infraestructuras tal vez hiperdimensionadas pero en todo caso magníficas. O con un suculento fondo de reserva de la Seguridad Social que ahora gasta sin cortarse un pelo. O con unos servicios públicos gratuitos y universales de buena calidad. En la Tierra Noble, sin ir más lejos, la educación estaba integrando recursos informáticos en una operación no exenta de disfunciones pero muy interesante y necesaria. La sanidad provocaba un alto grado de satisfacción en sus usuarios (y con la inercia de esa renta va tirando a fecha de hoy). Los servicios sociales incrementaban su operatividad y su alcance... Hoy, esa herencia se deprecia o es alegremente malbaratada. ¡O, sí!, ya sé que la retórica gubernamental niega la mayor y asegura que los citados servicios han sido salvados gracias a los ajustes. Pero eso no se lo cree nadie que esté en la calle, y muchos menos aquellos que tienen alguna relación con las administraciones, sea como empleados o como usuarios.

Esta semana se celebraron en Huesca unas Jornadas de Evaluación y Gestión de Costes Sanitarios directamente conectadas en su contenido con la nueva visión de quienes administran hoy la famosa herencia. La cuestión sobre el tapete no podía ser más obvia (desde el punto de vista conservador): la sanidad pública debe ser planificada reduciendo costes y utilizando mecanismos de gestión privados. Oliván, nuestro inefable consejero, se desahogó afirmando que los recortes ya debieran haberse producido antes de la crisis (tal vez para evitarse él algún mal rato). Y que, pese al descenso del gasto, todo funciona de maravilla. Ya... ¿y el incremento de las listas de espera?, ¿y el malestar de los profesionales?, ¿y el progresivo deterioro de unos equipos que dentro de diez años no serán ni sombra de lo que fueron? Porque, claro, todo es cuestión de tiempo. Hace una década, la sanidad madrileña todavía era capaz de atender emergencias de tremenda envergadura como los atentados del 11-M. Hoy no ha podido manejar adecuadamente dos casos de ébola importados, por no hablar de lo que pasó con la enfermera Teresa Romero.

Ojo con la herencia y cómo es administrada. Porque, al paso que llevamos, si los unos dejaron los cajones llenos de facturas sin pagar, los otros no van a dejar... ni los cajones.

JLT  26/10/2014

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