lunes, 20 de octubre de 2014

Nos estamos dando cuenta de lo que pasa 20141020

Tienen razón quienes advierten de que el escándalo de las tarjetas black es una mera anécdota si lo comparamos con situaciones mucho más importante e impactantes que se dan sin que el grueso de la opinión pública les preste atención o las llegue a entender. Pero, claro, asomarse a los gastos personales de los guajas que se beneficiaron de los incentivos de Caja Madrid no solo tiene su morbo, sino que además permite comprender la naturaleza de un sistema podrido. La gente de a pie se hace a la idea si le cuentan de banquetes, hotelazos, compras a tumba abierta, consumos en boites, clubs o pubs a las tres de la tarde (Rato), cacerías en Sudáfrica (Blesa, que luego fardó de haberse cargado a una cebra, que viene a ser como salir al monte y matar a un pobre burro)... porque todo eso es perfectamente descifrable. Mucho más que apaños milmillonarios, como el que ha beneficiado fiscalmente a grandes compañías del Ibex cuyas expansiones internacionales fueron subvencionadas sin más por el Gobierno con el dinero de todos. O la indemnización que, a propósito del fracasado Castor (el almacenamiento submarino de gas suspendido porque provocaba terremotos), va a recibir la concesionaria.

En todo caso, los palos de miles o cientos de miles de euros, que tanto indignan a la ciudadanía, son el síntoma de la maligna enfermedad que acaba machacándonos miles de millones. Caja Madrid-Bankia terminó costándonos 22.000 millones. Y los responsables se ven pillados por vez primera... por 300.000 o 400.00 euros. Pero es obvio que esta última cifra es el símbolo que identifica la primera. Más aún: el hecho de que parte de los tarjeteros fuesen, por un lado, personajes que han ocupado altas responsabilidades en la gestión económica del país (¡y cómo discurseaban sobre la necesidad de apretarse el cinturón y la insostenibilidad de los servicios públicos!), o por otro gente falsamente comprometida con la defensa de los intereses populares ilustra a la perfección sobre el carácter estructural de la crisis. Que no es solo económica, sino política y moral. Ya nos damos cuenta. 

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