viernes, 2 de septiembre de 2011

Elogio y celebración de lo intrascendente 20110902

Esta crisis se ha puesto tan borde y amenazante que uno no sabe ya qué es importante y qué no. De tal forma que puedes acabar metiéndote entre pecho y espalda cualquier cosa que te sirvan en el plato mediático. A veces pienso que quienes mecen la cuna se las ingenian una y otra vez para poner el foco sobre las actividades de los políticos a fin de que la opinión pública no traspase nunca el límite del escenario que señala la escenografía. Llevamos días medio frenéticos con la reforma de la Constitución, con lo bien o regular que se llevan Zapatero y Rubalcaba, con los ajustes y recortes que hacen Cospedal, Rudi y demás recién llegados (aunque no oigo nada de cómo aplican el ahorro Camps, Valcárcel y otros guajas)... pero de lo que hacen o dejan de hacer los bancos, los fondos de inversión y demás mercaderes apenas sabemos algo más que la movida bursátil del día y la componenda entre Sacyr-Vallehermoso y Pemex (Petrolera Mexicana) para controlar Repsol.

Uno se pregunta, ¿es tan importante que José Ángel Biel sea o deje de ser el presidente de la llamada Comisión Bilateral Gobierno central-DGA? Hombre, gracioso sí que es el lance, porque demuestra que el otrora vicediós no se resigna a ser un simple presidente de las Cortes (que cobra bien pero pincha poco) y aspira una vez más a la omnipresencia institucional. Pero verdaderamente, a la gente del común las apetencias de don Biel se la traen flojita. ¡Mientras nos salgan baratas (las apetencias), que se entretenga el hombre como mejor le parezca!

Pasa lo mismo con las negociaciones entre Rudi y Belloch para sacar adelante la Ley de Capitalidad de Zaragoza. Sólo los iniciados en estos misterios de la legislativa aragonesa son capaces de interpretar qué ha de significar la susodicha Ley. Para los demás sólo es una línea más en en el top ten de los lugares comunes tierranoblenses (ya saben: el pacto del Agua, la TCP, el desarrollo del territorio, el I+D+ì, los bienes sacros, los retornos de Motorland y, de cuando en cuando, Gran Scala).

Antes de la crisis, aún podíamos calibrar la transcendencia, o no, de las cosas. Ya no. Ahora todo va manga por hombro. Y el calor, que no afloja.


J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/viernes 02.09.2011

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