domingo, 30 de noviembre de 2014

El Gobierno, contra la universidad. Muy mal asunto 20141130

¡Otra tormenta perfecta! De un lado, la presidenta Rudi y la consejera Serrat, cuya animadversión hacia la universidad pública aflora de forma clarísima en su retórica al respecto y su lenguaje corporal. De otro, el rector López, un personaje que tal vez hubiera sido adecuado para otra época más feliz, pero que está mostrando desde hace tiempo su incapacidad tanto para reorganizar su carpetovetónica institución como para liderar la lucha por la supervivencia de esta.
Ya es mala suerte esta confluencia astral, porque la universidad, pese a su rechinante estructura, su incapacidad para integrarse en la sociedad y su pérdida de eficiencia, tiene un papel insustituible en la transmisión del conocimiento superior y la investigación. Si suprimiésemos tal activo del haber de Aragón, nuestra comunidad sufriría una pérdida irreparable.

El Gobierno aragonés conjuga con fruición el verbo recortar (aunque las disfunciones y la escasa seriedad de sus presupuestos le impidan una y otra vez cumplir con los objetivos del déficit y evitar el endeudamiento). La pésima negociación de los mecanismos de financiación autonómica, que ha caracterizado siempre a nuestro Ejecutivo autónomo (fuese en su versión PSOE-PAR o en la PP-PAR), contribuye a la asfixia financiera. Ahora, Rudi rebota tal asfixia sobre la universidad. Más de 50 millones están en el alero y el conflicto se judicializará de inmediato. Los campus van tirando medio arrastras, la construcción de nuevos centros o su renovación está parada de hecho, no es posible nombrar nuevos profesores titulares... Es cierto que el número de alumnos ha descendido, pero hay nuevas titulaciones (algunas con carencias tan clamorosas que ponen su viabilidad en entredicho) y no es factible replegar los efectivos docentes y las instalaciones con la mismas rapidez que evoluciona la matrícula curso a curso.

La inquina ideológica del Gobierno converge con la incapacidad de la universidad para dar un salto adelante y dejar de ser esa maquinaria pesada, lenta, incompetente y sometida a unas reglas de implacable endogamia. Es dudoso que las autoridades académicas hayan entendido de verdad que el mundo cambia a una velocidad vertiginosa y que no es posible afrontar los nuevos desafíos desde una organización y unas reglas de funcionamiento que ya estaban desfasadas hace decenios. Encerrados en sí mismos, sin líderes naturales y sin capacidad de respuesta, los campus están listos para convertirse en otras víctimas propiciatorias de la crisis. 

Si así fuese, todos saldremos perdiendo. Y mucho.

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