sábado, 1 de noviembre de 2014

Sí, la gente quiere un Sistema... pero no este 20141101

La ciudadanía solo aspira a vivir en una democracia de calidad, a construir un futuro con garantías, a ejercer sus derechos y pechar con sus deberes. No desea destruir el Sistema; pretende más bien reconstruirlo o sustituirlo por otro que funcione. Las clases medias (e incluyo aquí a los trabajadores por cuenta ajena) se revuelven contra el empobrecimiento, el paro, la desigualdad, la corrupción, la hegemonía de los grandes partidos y el poder omnímodo de los grandes bancos y compañías. Rechazan la actual ineficacia de lo público y de lo privado y la sinvergonzonería rampante. Por eso la voluntad de los votantes gira hacia Podemos, porque otras opciones ya no garantizan nada a casi nadie.

La emergencia de Pablo Iglesias y los suyos es un fenómeno comprensible. Mucho menos inquietante que otras vías de escape usadas en países vecinos. La Italia de Tangentópolis acabó en manos de Berlusconi y los parafascistas de la Liga Norte. La Francia de la depresión está a punto de caer en el pétro regazo de Marie Le Pen. En España, Podemos es una respuesta política coherente con la vocación centro-izquierdista de nuestra sociedad. No será la panacea, pero sí una alternativa verosímil. Mucha peor pinta tienen las cosas en Cataluña, donde la simplificación nacionalista es capaz de convertir en compañeros de viaje a CiU y a las CUP, en una exaltación patriótica interclasista que hubiera hecho las delicias de José Antonio Primo de Rivera.

Lo que le ocurre a España se refleja muy bien en los datos hechos públicos por Intermón-Oxfam: los 20 más ricos poseen tanto como los 14 millones más pobres; el 1% de los más pudientes iguala al 70% de la población considerada a partir de las rentas más bajas. La desproporción es terrible, absurda, obscena e insostenible. Esa y no otra es la causa de que el actual Sistema (que, por cierto, no representa el Espíritu del 78 sino su degeneración) sea rechazado por un sector creciente de la ciudadanía. El personal no quiere revoluciones (que además no serían posibles) ni cosas raras. Solo decencia, eficacia y respeto. Así de simple... Y de complicado.

JLT  01/11/2014

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