martes, 24 de abril de 2012

... Y encima ese himno tan absurdo 20120424

Las señoras, de cóctel; los caballeros, de traje oscuro (más o menos). En el incomparable marco del palacio de La Aljafería, el Gobierno de Aragón y las Cortes celebraban conjuntamente el 23 de Abril para salvar la jornada con un solo vino español. Rudi saludaba dando la mano con amable distancia, como si estar allí le produjera apenas una leve emoción. A ella le han hecho guardia en mejores garitas institucionales y no puede evitar sentir nostalgia por las recepciones en el Palacio de Oriente, cuando estaba de presidenta del Congreso de Diputados y era la número tres en el alto protocolo del Reino. ¡Qué tiempos! En cuanto a Biel, ayer parecía tener un poco ajado su habitual entusiasmo. Él también añora la época, tan reciente, en la que subpresidía Aragón (a menudo lo presidía del todo), movía las palancas, tenía la llave de la caja fuerte y podía encabezar esas invenciones quiméricas que tanto le gustan. Ahora, en cambio, la cosa está mustia, fláccida, pobretona.

La conmemoración oficial del 23 de Abril reunió a casi todo el núcleo duro aragonés, que tampoco parece gran cosa ahora que las cajas de ahorro van de medio lado, buena parte de nuestros más señalados empresarios se han ahogado en el mar de los eres y la situación política nos ha puesto bajo la intervención de Madrid. Sin embargo, en la Aljafería todavía se pudo percibir ayer un resto, un eco de la vieja autoestima. El ex, Marcelino Iglesias, a quien le impusieron una condecoración por haber sido quien fue, exhibía mejor que nadie esa satisfacción inmarchitable del optimista compulsivo. Daba gloria verlo. Otros no parecían tan lustrosos. Y no sólo me refiero a los socialistas, sino a gente del mismísimo PP agobiada, según parece, por sus actuales responsabilidades.

Ahí tenemos el todo Aragón, pensé; un grupo de personas amables y bien vestidas, envueltas en perplejidad e incapaces de visualizar su propio futuro. En eso, orquesta y coro arrancaron con el himno aragonés (el oficial). Y una vez más tuve una imparable sensación de irrealidad, de delirio. Este himno, nos define: como él somos un artificio convenido, una rutina carente de espontaneidad... un pastiche.

JOSÉ LUIS Trasobares 24/04/2012

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