sábado, 27 de septiembre de 2014

Pujol, el Sistema en estado puro 20140927

Cualquier persona normal (y cuando digo normal quiero decir sujeta a la estricta normativa) sabe que reclamar una modesta herencia suele ser un agobiante recorrido por el laberinto de las escrituras, las últimas voluntades, los certificados, las valoraciones... y que de ahí no se sale por ninguna gatera. Los contribuyentes normales (o sea, los que son personas físicas y no entes societarios) saben asimismo que el cruce informático de sus datos bancarios, de sus referencias en el Catastro, de sus nóminas y de todo lo que pueda haber (incluso, a veces, de lo que no hay) hace imposible la escapatoria. La transparencia (¿oh, bendita palabra!) es absoluta, implacable. Por todo ello, esa ciudadanía normal (... ya saben lo que quiero decir) alucina en colores cuando se entera de que los Pujol, los Botín o los Borbón pudieron mantener a buen recaudo sus respectivas herencias, corregidas y muy aumentadas con el paso de los años, sin que inspección o control alguno detectase la jugarreta. Pero es así como funciona el Sistema, un Sistema podrido ya definitivamente, lleno de trampas, manipulado impunemente por los más poderosos, descarado, chulesco, borde. Así que nadie podrá extrañarse del extravagante espectáculo que nos sirvieron ayer en el Parlament de Cataluña, cuando Jordi Pujol, president durante 23 años, fue a dar explicaciones y acabó encarándose con sus señorías y advirtiéndoles de que, si tiran de una rama, pueden tumbar todo el árbol.

Por supuesto, el caso Pujol es otra manifestación más de un problema transversal a todos los territorios hispánicos. Y dicho problema no está en vías de solución, sino todo lo contrario. Ayer vimos en escena la osadía que mantiene en pie a los corruptos (sean soberanistas catalanes, conservadores españoles, descamisados andaluces, alegres valencianos o nobles aragoneses), esa soberbia de quien se creyó (y se sigue creyendo) impune. Y la inutilidad del aparato institucional (trátese del Parlament o de cualquier otra instancia) a la hora de poner las cosas en su sitio y acabar con la lacra. ¿Regeneración? ¿Soberanía? ¿Imperio de la Ley? Simple sinvergonzonería. 

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