En Youtube se puede ver de todo. Hay un vídeo (localícenlo en watch?v=1Q60yBQG8XI)
de algo más de tres minutos que procede de la televisión rusa y fue
rodado en los arrabales de Damasco, en medio de la ofensiva del ejército
regular sirio. Adobado con una opresiva banda sonora, las vistas aéreas
de un gran barrio completamente devastado por la guerra, donde los
tanques disparan y los soldados corren encorvados buscando ángulos
muertos, es una de esas escenas de futuro distópico que me espantan y,
al tiempo, me fascinan. Muy ilustrativo para este Día de los Difuntos,
abducido por la larga fiesta de jalogüín por obra y gracia de la identidad transcultural en la que (felizmente) nos ha sumergido la inquietante globalización.
Nunca hubo en el planeta tanta gente viva ni nunca jamás la muerte
estuvo tan presente en nuestra realidad cotidiana. Con una tele de
plasma en el salón de cada casa, además de ver de vez en cuando (ahora, a
menudo) al presidente Rajoy, podemos asomarnos a la
actualidad y a la ficción (cuyas imágenes cada vez son más parecidas)
para reír... o llorar. Hagámonos a la idea de que el mal campa a sus
anchas por un mundo en el que las buenas causas forcejean impotentes,
como voluntariosas tiritas intentando taponar una herida descomunal. De
tal manera que uno va por ahí equiparando canalladas de unos y otros
(Occidente y Oriente, Norte y Sur, Europa-EEUU y Rusia-China, sunnitas y
chiitas...) sin hacerse ninguna ilusión. Tiempo de cinismo.
La democracia, pobre, retrocede en Venezuela pero también en los bien
mirados México o Turquía (en ambos países la vida y la libertad de los
periodistas vale bien poco). No digamos en Arabia Saudí y los emiratos.
Imposible elegir bando en Siria, donde la guerra ha alcanzado
proporciones y características atroces. La insensibilidad de Europa (la
UE solo ha reubicado 86 de los 160.000 refugiados que pactó) debería
avergonzarnos... Da miedo, porque a diferencia de otros momentos de la
Historia ahora nos enteramos de todo al segundo. Sin embargo hay que
seguir adelante. Hoy puede ser un buen día. Y además es fiesta.
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