martes, 1 de noviembre de 2016

Lo mejor de Rajoy es... ¡Rajoy! 20161101

Ya se me va pasando la alarma que me causaron algunos titulares y muchos comentarios: todo aquello de empieza una nueva etapa, llega la hora de trabajar por España, se rompió el bloqueo, luz verde a las reformas... ¡Ostras!, me dije, igual se ha producido algún tipo de transformación fundamental de la situación política y yo no me había enterado. Y como encima ando estos días de aquí para allá, sin parar quieto en ninguna parte, temí quedarme fuera de juego. Pero por suerte Rajoy es quien es, lo cual siempre constituye una garantía de que no habrá sorpresas ni prisas ni acelerones. Es comprensible que quienes han tenido la obligación de pintar de purpurina la investidura del sábado (la de los zombis) se inventasen no sé qué cambio, recambio o requetecambio. Pero ahí ha estado nuestro Mariano para poner las cosas en su sitio. De momento, hasta el jueves por la tarde no se conocerá el nuevo gobierno. Que estamos en el puente de Jalogüin, hombre. No metan prisa.

Genial, oye. Llevábamos mogollón de semanas estresados, sin poder hacer planes para navidades, pringados los sábados y aun los domingos. Pero el presidente permanente nos ha devuelto al pausado ritmo del ya te veré. Algunos de los suyos, carcomidos quizás por la impaciencia, aseguraron que íbamos a conocer la composición del gabinete el mismo domingo, o el lunes a más tardar. Mas nada ha alterado la imperturbable quietud del jefe. Qué tío.

Por idéntica regla de tres, Rajoy se atendrá a su implacable lógica: él es él y no necesita traductores, emisarios ni profetas para hacer lo que debe, en perfecta consonancia con lo que ya hizo. Lo ha dicho por activa y pasiva: aquí no hay nueva etapa que valga, sino una estricta continuidad asentada sobre cuatro pilares inmutables y eternos: orden, unidad, mercados... y mucha calma. Los de Ciudadanos, y no digamos los pobres socialistas, podrán inventarse cualesquiera ajetreos y sacudidas. Pero el inquilino de La Moncloa ni se agita ni se inmuta. Sobresaltos, los mínimos. Echémonos una siesta. ¡Uuuaaa!
 

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