lunes, 15 de abril de 2013

Hay derechos... y derechos 20130415

Si yo fuese un analista sensato me limitaría a decir que en el tema de los escraches se contraponen dos derechos: el de la libertad de expresión y el de la preservación de la intimidad. Sería ésta una actitud medida, salomónica y objetiva. Pero como no soy capaz de controlar mis impulsos, afirmaré que la cosa no es tan simple. Para empezar, todos los derechos no tienen la misma jerarquía. Los tribunales españoles, por ejemplo, dictaminaron que la cacareada intimidad no puede prevalecer sobre la información relevante. Es decir: si el Rey hospeda a una amiga, estaremos ante un asunto privado; pero si para alojarla utiliza recursos públicos, y además esa amiga se reune con ministros y participa junto al Monarca en negocios de naturaleza nacional, entonces la cuestión trasciende y atañe a la ciudadanía.

La foto de un político amigado con un notorio contrabandista es, por la misma regla de tres, indudable materia informativa. Como las trapisondas de la Casa Real, esa imagen (fuese de ahora mismo o de hace años) encajaría perfectamente en cualquier medio informativo anglosajón de calidad. Y provocaría la inmediata dimisión del retratado. Sobre cosas tan simples no hay demasiadas dudas en países de larga trayectoria democrática.

Por supuesto cada cual tiene su propia idea de lo que la libertad es y representa. La difunta Thatcher, según sus hagiógrafos, fue el no va más del liberalismo. Pero en realidad lo que desarrolló sin complejos fue la desregulación económica y financiera, el desbordamiento de las más elementales reglas de juego; no los derechos individuales y colectivos. Derogó leyes que protegían a trabajadores, pequeños inversores, consumidores y a la gente del común. Como el actual Gobierno español y otros regímenes ultraliberales, usó los recursos de la autoridad para reducir la libertad de muchos y ampliar la de unos pocos.

Ahora mismo, en esta bendita España están escrachando a parados, empleados, desahuciados, ahorradores, alumnos, enseñantes, enfermos, sanitarios, jóvenes y mayores. ¿No están sus derechos por encima de cualquier intimidad? 

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