Setenta y dos horas después de la imputación de la Infanta Cristina,
muchos portavoces y medios oficiales y oficiosos todavía tratan el tema
con un exquisito cuidado, como pidiendo excusas por la osadía del juez Castro.
Se proclama con singular vehemencia que un imputado tiene a su favor la
presunción de inocencia. Se informa de que todos los miembros de la
Casa Real mantienen su agenda normal, tranquilos pese al sesgo tomado
por el caso Nóos. Se explica con mucho detalle que la imputación
permite asistencia letrada y clarifica a priori la situación de la hija
del Rey, mucho mejor que si se la hubiera convocado como testigo. Se
glosan admirativamente los argumentos usados por el fiscal-defensor en
su recurso. Incluso se hacen apuestas sobre si la esposa y socia de Urdangarin hará, o no, el paseillo en los juzgados de Palma... Hasta tal punto pesan sobre nuestro subconsciente los viejos poderes.
Asumo la presunción de inocencia. De Cristina de Borbón y de cualquier
otro imputado. Pero reivindico el sentido común y la capacidad de
cualquier ciudadano para evaluar las informaciones bien fundamentadas
(carga de prueba) que se nos ofrecen sobre el Instituto Nóos, sobre Bárcenas,
sobre los ERE de Andalucía o sobre cualquier otro tema oscuro e
incierto. Perdimos nuestra ingenuidad hace ya mucho tiempo y ahora somos
perfectamente capaces de hacernos una idea sobre lo que leemos, vemos y
escuchamos. O sea, que si Urdangarín iba pasando la gorra por aquí y
por allá, y si se la llenaban con prontitud y facilidad, no era
precisamente porque el duque consorte fuese un genio de nada, sino
porque estaba casado con quien estaba casado.
Vivimos tiempos
aciagos, y la gente, incapaz de explicarse tanto desastre, busca chivos
expiatorios, cabezas de turco. Los verdaderos amos del dinero quedan muy
lejos y no son fácilmente identificables. Los políticos están más a
mano. Y el Rey, no se olvide, es una figura política; anacrónica,
inexplicable, entrañable o sagrada... pero política. Juan Carlos y su familia van a tener que retratarse. Y de esta (y de las que vengan) saldrán muy tocados.
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