viernes, 20 de febrero de 2015

Yihadismo... y todo lo demás 20150220

La violencia se ha infiltrado en los paradigmas posmodernos como hermana siamesa de la desigualdad social. Hace realidad las oscuras profecías de la ciencia ficción de hace 30 años. Así, películas y novelas gráficas trabajan sobre el recurrente escenario de enormes áreas urbanas donde una minoría disfruta de seguridad, se alimenta bien, recibe educación superior y accede a las tecnologías médicas más avanzadas, mientras la mayoría sobrevive (o muere) en otro universo: el de la pobreza, las bandas criminales, la comida basura, el agua contaminada y la desatención sanitaria. Pero, a día de hoy, esa violencia puede ser local (la que padecen, por ejemplo, México y África Central)... o global (la del yihadismo). Esta última nos aterra sobremanera porque no se queda allí (en Irak o Libia) sino que llega hasta nuestras ciudades y nuestras casas. Europa aún disfruta de un notable equilibrio social (que ya se rompe por el Sur) e ignora que tan bendito status es la excepción y no la regla en el mundo actual.

El yihadismo se inserta en la maldición que está empujando a las sociedades musulmanas hacia las fauces del integrismo religioso, el arabocentrismo y la incapacidad para asumir su propia versión de las revoluciones políticas, culturales, centífico-técnicas y morales que han permitido a Occidente convertirse (para bien y para mal) en la vanguardia de la humanidad, con la razón y el laicismo por bandera. Nadie mejor que los españoles (sujetos hasta hace bien poco al rigor del nacional-catolicismo) para entender lo que le viene ocurriendo al Islam en los últimos dos siglos.

Pero el yihadismo no amenaza nuestro modo de vida ni nuestras libertades. Causará daños puntuales, nos vestirá de luto, dará alas a la xenofobia y el fascismo... pero carece de fuerza real para obligarnos a nada. Su medievalismo cruel no tiene gran cosa que hacer frente a los enormes recursos militares de Occidente. El peligro, el de verdad, está en otro lado: en Ucrania, en la eurofobia de los corruptos burócratas que dominan la UE, en la extrema codicia de la élites. Eso sí que puede dejarnos sin futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario