sábado, 11 de junio de 2016

Del cálculo electoral a la paranoia política 20160611

La solución no aparece en los manuales sobre esta especie de guerra incruenta que es la competición política. Ni el chino Sun Zu ni el italiano Maquiavelo ni el prusiano Clausewitz ofrecen una fórmula magistral que permita interpretar los signos y responder con la táctica adecuada. Menos todavía en esta campaña electoral, que siendo la aparente continuación de la de diciembre tiene una atmósfera muy distinta, aunque tal vez desemboque en un resultado similar. Que no lo sabemos.

El problema, ahora mismo, es que los estados mayores de los partidos (no solo de los cuatro que pelean en todas las Españas, sino también de los nacionalistas periféricos) contemplan con aprensión la ecuación electoral, y su laberíntica naturaleza les deja colgados entre el cálculo racional y la pura paranoia. Por eso las encuestas (no digamos la del CIS) producen reacciones encontradas. Por ejemplo: al advertir que el PP anda atascado y el PSOE va para abajo mientras Unidos Podemos gana terreno, ¿no se está enviando al votante conservador o socialista el mensaje de que debe movilizarse, mientras se dopa a los de la lluvia púrpura con un potente chute de triunfalismo? Lo cual también se puede leer a la inversa: ¿alguien quiere acelerar el derrumbamiento del PSOE augurando un sorpasso, para de esta forma desplazar hacia los podemitas el voto útil de la izquierda?

Hay que estar en todo

Sin vallas en las calles, sin grandes mítines, sin caravanas ni merchandising, el acceso a la opinión pública queda fiado en gran medida a los medios (sobre todo a los audiovisuales) y las redes sociales, donde la cosa va que vuela. Por eso la presencia en las televisiones y el manejo de Twitter y Facebook han cobrado enorme importancia. Aunque a veces no lo parece. En la onda del PP y del PSOE, por ejemplo, no pocos se quedaron escamados cuando las representantes de ambos partidos en el debate femenino de Antena 3 (Andrea Levy y Margarita Robles, respectivamente) patinaron de manera evidente, nerviosísimas, desbordadas por las de Unidos Podemos y Ciudadanos (Carolina Bescansa e Inés Arrimadas), sobre todo esta última, cuya telegenia y desparpajo abrumaron a sus rivales. Podían consolarse en Génova y Ferraz, pensando que Arrimadas, al fin y al cabo, ni siquiera se presenta a estas generales. Pero eso no cuenta cuando lo que está en juego es la definición de cada marca electoral. Y un dato más: Supervivientes le ganó el share al citado debate (26,7% frente a un 12,7%). Aun con todo, más de dos millones de personas vieron el show político. Mucha gente.

Los dos partidos tradicionales han de estar muy atentos a cada jugada. La inercia pendular que pasaba el gobierno del uno al otro ya no existe. Tal vez Mariano Rajoy, que ayer se paseó por Santa Pola (la localidad donde tiene su plaza de registrador de la propiedad), sepa algo que los demás ignoramos. Quizás él sí está en el secreto de las cocinas demoscópicas y posee medios para saber que, al final, la prudencia, el miedo o la convicción le proporcionarán los 130 diputados (o más) que necesita para no escenificar un nuevo fracaso. Ha planteado esta cita con las urnas en clave plebiscitaria (por eso aparece en la publicidad junto al lema A favor). ¿Lo tiene todo atado?

Por idéntica regla de tres, el empeño de Pedro Sánchez, recorriendo Móstoles casa por casa y llamando a las puertas para pedir el voto... ¿ofrece la imagen de un candidato trabajador que se mueve a pie de calle y contacta con cada ciudadano en su propio salón?, ¿o achica su porte de futuro presidente del gobierno, reduciéndolo al de un candidato que quema sus últimos cartuchos haciendo cualquier cosa por evitar el desastre?

Andalucía, la gran incógnita

La campaña se agita por el Sur. Como si fuese una especie de territorio fronterizo donde se encuentran y chocan todas las esperanzas y donde confluyen no pocos de los problemas que arrastran los partidos. Es el granero de votos del PSOE, y se supone que la omnipresencia de Susana Díaz garantiza que las cosas van a seguir así. Se verá. Pero mucho más difícil de calcular es el impacto que tienen en el resto de España las apariciones de la presidenta andaluza en los telediarios. ¿Positivo?, ¿negativo?

Tal vez Díaz tenga alguna contraindicación. Pero de momento compite sobre el terreno con el componente anticapitalista (troskista) de Unidos Podemos, cuya combinación de radicalismo retórico, infantilismo político y poesía poligonera rompe todos los esquemas, lo que en teoría beneficia a la jefa socialista. Por no hablar del liderazgo conservador, tan débil e inestable. O de la actuación de Ciudadanos como bisagra capaz de girar según toque a derecha o izquierda. Andalucía tiene muchas lecturas... y asigna muchos escaños. Por eso la cúpula de Unidos Podemos inició ayer su recorrido en Málaga.

En fin, parece que esta es una situación repleta de manías, fobias y supersticiones. A la hora de negociar el debate del lunes, Rajoy se ha empeñado en aparecer en pantalla a la izquierda. En cambio a Pablo Iglesias no le ha importado quedarse a la derecha, con Sánchez y Rivera en el centro. Vale pues. Más extraño y complicado parece eso de que actúen tres moderadores. ¿No acabara siendo aquello un berenjenal?

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