sábado, 25 de junio de 2016

La campaña cierra con dudas y ‘brexit’ 20160625

Un meteoro al final de la campaña. Los jugadores profesionales (las casas de apuestas y los mercados financieros) se equivocaron una vez más y la gente de más edad en Inglaterra y Gales dejó fuera de Europa a sus propios jóvenes y a los otros reinos, Escocia e Irlanda del Norte. Las repercusiones económicas y financieras han sido enormes. Y Mariano Rajoy hubo de salir a la palestra de nuevo, más resignado ya que demudado, a pedir calma y arrimar el ascua a su sardina electoral: cuidadín con lo que votáis, que la cosa se ha puesto más que fea. En esa misma línea, otros líderes de los partidos sistémicos, se lanzaron a prevenir al electorado español contra los malvados populistas euroescépticos. Mientras, Pablo Iglesias pedía «altura de miras» y que lo del brexit no se utilizara electoralmente aquí, en la piel de toro. Como si esta campaña, tan repleta de trucos y golpes de efecto, pudiera acabar sin hacerse eco de semejante acontecimiento.

Pedro Sánchez puso el dedo en la llaga al señalar que el reférendum fue convocado en Reino Unido por un primer ministro conservador que, en realidad, estaba jugándose el liderazgo dentro de su propio partido. Los ultraderechistas del UKIP andaban ayer de fiesta, claro. Pero la consulta fue propuesta y organizada por el mismísimo establishment. ¿Es entonces David Cameron un populista?

Albert Rivera, pensando en Cataluña, advirtió que estas consultas las carga el diablo. Y es probable que el único político español que ayer exhaló un suspiro de alivio, pese al desplome de la Bolsa y el subidón de la prima de riesgo, fue Jorge Fernández Díaz. La espantada británica desplaza la atención de la opinión pública hacia el futuro de Europa, y deja en segundo plano la grabación de sus conversaciones con el director de la Oficina Antifraude catalana. No hay mal que por bien no venga. Por si acaso, el ministro del Interior en funciones mandó a sus policías al diario Público, a por las cintas, los cedés, disquetes o pen drives donde estuviese registrado el tema. Los colegas les dijeron que, si querían el material, volviesen con una orden del juez. Ahí quedó todo. De momento.

¿Qué repercusión tendrán sobre la intención de los votantes estos sucesos que han trastornada la campaña justo en su recta final? Nadie lo sabe. Más allá del morbo de los trackings y las postreras bravatas de cada partido (todos pretenden ganar... o casi), existe una notable aprensión ante lo que pueda suceder mañana. Los sondeos no inspiran demasiada confianza (en la noche del jueves, las encuestas a pie de urna daban por hecho que el Reino Unido iba a quedarse en Europa). ¿Y si al final emerge voto oculto, voto incontrolado, voto movido por el miedo, voto impulsado por la rabia?

Los analistas consideran que esta ha sido una campaña sin debates de verdad, con demasiada mercadotecnia, en la que formación alguna ha hecho de su programa un instrumento efectivo para convencer a la ciudadanía. Aunque, claro, las respectivas y atractivas ofertas de partidos y coaliciones difícilmente podrán soportar en el inmediato futuro su confrontación con una realidad tan fluida, que cambia de un día para otro de forma tan dramática como imprevisible.

Eso, por no hablar de los pactos y las cesiones mutuas que, se supone, han de hacerlos posibles. ¿Facilitará el brexit un entendimiento entre los partidos que se reconocen entre sí como constitucionalistas? Misterio.

Los candidatos a presidir el hipotético futuro gobierno llegaron extenuados a los mítines de cierre. Fue el último esfuerzo antes de sumergirse hoy en esta absurda jornada de reflexión (¡pero si llevamos año y medio reflexionando, votando y vuelta a reflexionar otra vez!). Mañana será otro día.
 

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