viernes, 17 de junio de 2016

Ganar se ha puesto imposible 20160617

Mariano Rajoy no le quiere nadie, salvo, se supone, los de su partido. Por eso ya no gana las elecciones. Es el más votado, pero eso no vale de nada cuando te llevas un magro botín en esca- ños, muy lejos de lo que fueron aquellas mayorías absolutas o suficientes. Por debajo de los ciento cincuenta diputados la victoria se esfuma. Cuando se parte de ciento veintitrés y sólo se aspira a coronar el chato Everest de los ciento treinta, el líder ha de encomendarse a la buena voluntad de los demás partidos, o suponer que alguna clase de poderoso ente extrapolítico conseguirá anular la literalidad de los resultados electorales. Ocurra así, o no, lo evidente es que la campa- ña ha derivado en un combate sin piedad donde el PP quiere recuperar a quienes se le pasaron a Ciudadanos. C’s busca robarle la cartera al PSOE.

El PSOE ataca a Unidos Podemos por tierra, mar y aire... Y Pablo Iglesias muestra su cariño por Zapatero, para pasmo del respetable. Golpes de efecto emocionales, simulaciones económicas, mercadotecnia y comunicación digital. Ayer, un ultraderechista asesinó a la diputada laborista Jo Cox cuando hacía campaña contra el Brexit. De inmediato, las bolsas europeas iniciaron el rebote porque los jugadores de los parqués pensaban que esta tragedia desencadenará entre los británicos una reacción favorable a seguir en la UE. Descarnada y cruel realidad. Cómo no, si en el mismo instante en que se producía tal instante en que se producía tal crimen, el premier Cameron hacía campaña ¡en Gibraltar!, donde la inmensa mayoría de la población es europeista cien por cien. Por supuesto, un paraíso fiscal como aquel se rige por la ley del parásito: mantener con vida al huésped para seguir alimentándose de él. Rajoy condenó el atentado y aprovechó la ocasión para llamar “a las naciones libres” a luchar sin cuartel contra el terrorismo. El presidente en funciones se atiene siempre a su argumentario, y no parece sentirse intimidado por el rechazo que despierta en otros partido cuyo apoyo necesitará para seguir en La Moncloa.

Él y los suyos se aferran a ese principio (inventado por ellos mismos) según el cual el más votado debe ser investido por puro y simple precepto democrático. Pero Espa- ña elige al jefe de su gobierno por un procedimiento indirecto y parlamentario. Porque luego es en el mismo Parlamento donde hay que sacar a flote los presupuestos anuales, las leyes y lo que toque. Rivera lo ha advertido con tajante solemnidad: C’s ni votará a Rajoy ni se abstendrá para facilitar su investidura. En el PSOE, pese al equívoco tuit de Jordi Sevilla, que sigue dando que hablar, también se descarta cualquier respaldo al PP (el último en asegurarlo así ha sido Óscar López, vicecoordinador del Comité Electoral).

Cospedal, presta a defender a su jefe, insiste en que los partidos con menos votos no pueden imponer su voluntad al que más haya logrado. Se olvida de que, si el primero necesita imperativamente al segundo, al tercero, al cuarto o a varios de ellos, tendrá que adaptarse a sus exigencias. Qué remedio le va a quedar. La esperanza del PP es la pesadilla de sus contrarios: que la gente de orden acuda en masa a las urnas, alarmada por un posible desbordamiento de Unidos Podemos. La súbita emergencia del voto oculto conservador desmentiría, a la hora de la verdad, los pronósticos de los encuestadores, impondría a Rajoy por encima de sus contrarios... Y seguro que, en tal caso, también subirían las bolsas. 

JLT  17/06/2016

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