viernes, 25 de mayo de 2012

Antisistema inocuos e inicuos 200120525

Carteles pintados sobre papel de embalaje proclaman que la Facultad de Humanidades de Zaragoza está ocupada. La verdad es que en el centro se siguen dando clases y todo parece bastante normal, salvo por los afiches y los panfletos y fanzines que reclaman la autogestión, propugnan la lucha contra la propia universidad o ponen a caldo a los jerarcas académicos, como hacían éstos, a su vez, cuando eran estudiantes allá por los Setenta y también querían cambiar el mundo y darle la vuelta al alma mater. Qué bonito. La rebeldía de los jóvenes está muy bien. La de antes, que se proyectó sobre el final de la dictadura acelerando su descomposición; pero también la de ahora, que emerge novata e ingenua, enfrentando la locura de esta crisis devenida en paroxismo de la codicia. Por otra parte, que unos estudiantes pongan en tela de juicio el sistema es una cosa inocua, si la comparamos con el inicuo empuje de quienes barrenan dicho Sistema desde su interior. Si alguien ha de poner en peligro a la Universidad pública será (por pasiva) la propia nomenklatura académica, incapaz de renovar la enseñanza superior, y sobre todo (por activa) el Gobierno central, su homólogo autónomo y el Ministerio de Educación.

Los verdaderos antisistema no acampan en las plazas ni en los campus universitarios, van en coche oficial o vuelan en avión privado. Embarullan las reglas del juego, mienten, estafan y se ríen de la gente con total impunidad. No repaso el listado de habituales guarrerías institucionales y sociales por no repetirme aún más. Con su vicioso desenfreno, los poderes oficiales y fácticos están haciendo inviable un futuro razonable a corto plazo.

Si Aragón (y España en general) pierde su universidad pública, las consecuencias serán terribles. Nuestra sociedad se empobrecerá sin remedio. Y no nos engañemos: no se asfixia económicamente a los campus para mejorarlos sino para hundirlos. Vivimos (sufrimos) un proceso revolucionario. Sus activos agentes no lucen rastas, visten trajes a la medida y parecen haber sido fabricados con el mismo molde. ¿Se han fijado cuánto se parecen Emilio Botín y Luis de Guindos?

JOSÉ LUIS Trasobares 25/05/2012

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