sábado, 19 de mayo de 2012

... Y sin embargo no sirven para nada 20120519

Algunas personas se tomaron a mal que apareciese junto a Jordi Évole recorriendo la vacía inmensidad de la Expo y filosofando sobre la inutilidad de algunas cosas que tan caras nos costaron. Lo siento, pero es lo que hay. Ranillas es aún un pozo seco donde se enterraron y se entierran enormes cantidades de dinero público sin aparente rentabilidad. Para colmo, cuando el Gobierno aragonés intenta sacar algún provecho de aquellos inmuebles llevando allí juzgados y oficinas, el plan se ha enredado con una operación inmobiliaria tan oscura como incierta.

Otras personas reprenden mi aparente aversión a los pantanos. Sin embargo nunca pretendí que la ira de Dios acabase, uno tras otro, con las decenas de embalses que regulan nuestros ríos. Están ahí, son hechos consumados y bastantes de ellos han cumplido y cumplen su papel. Lo que critico es esa obsesión, radical y ciega, que impulsa la construcción de nuevas presas aunque ya no sean rentables ni sostenibles. Son monumentos a la obcecación política e instrumentos al servicio de quienes intentan utilizar a los regantes para controlar un recurso público de gran valor, el agua.

¿Qué objeto tiene El Val, aparte de mantener bajo permanente amenaza al pueblo que se acurruca al pie de su presa?. Costó, según presupuesto original, 82.180.461,94 euros. ¿Y Lechago, cuyos hipotéticos beneficiarios han perdido el interés?. Hoy no da servicio a nadie. Salió por 44.246.026,90 euros, más 11.083.047,90 euros de restituciones territoriales gran parte de las cuales están aún sin ejecutar. ¿Y Montearagón? En dos años ni se han podido hacer las pruebas de carga. Apenas hay algo de agua en el fondo de su vaso. Salió a concurso por 58.179.958 euros. Las restituciones rozaban los treinta millones. Dinero tirado.

Como nos ha debido parecer poco, ahora vamos con Mularroya (presupuesto vigente de 130.849,810,77 euros). Y además, el recrecimiento de Yesa, donde las laderas se abren (como advirtieron los ecologistas) y abrocharlas ha costado de momento más de cien millones. Bueno, algún día iré por allí con El Follonero... y le enseñaré (con perdón) los pantanos vacíos.

JOSÉ LUIS Trasobares 19/05/2012

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