La llamada política exterior de los estados (por lo menos de los
estados que pueden permitirse tenerla) es una suma de hipocresía, sucios
intereses y total amoralidad. Pero este hecho archiconocido (tanto que
las revelaciones de Wikileaks apenas nos sorprendieron) puede dar lugar a
jocosas comedias o a terribles tragedias.
Lo de Gibraltar, por ejemplo, es una magnífica broma, un conflicto
de mentira, una alegre trifulca entre tramposos. Desde los
sacristanescos argumentarios del Gobierno español (descubriendo de
repente el tráfico de tabaco o resucitando las denuncias ecologistas
sobre la importación al Peñón de arenas extraídas en el litoral andaluz) hasta los aspavientos imperiales británicos (a Cameron
también le viene bien distraer a sus clientes con el rollo patriotero),
pasando por el cinismo de las instituciones europeas (que niegan el
blanqueo de capitales en Gibraltar)... todo, absolutamente todo rezuma
falsedad y cachondeo. Pero ellos lo saben, nosotros también y los únicos
daños colaterales los sufren los currantes españoles que deben ir cada
día a la Roca, los pescadores algecireños usados como excusa... y el
sentido del humor de muchos compatriotas incapaces de entender el mejor
chiste de esta escenificación: que sea Cañete, nuestro ministro
¡de Medio Ambiente!, quien clame por la limpieza de las aguas de la
Bahía de Algeciras cuando él mismo parece haber estado implicado en el
negocio de las gasolineras flotantes que llenan de chapapote la zona.
Pero en Siria muere gente inocente, mucha. Hay allí una guerra sin
cuartel entre un régimen criminal y una oposición trufada de criminales y
terroristas. Ahora Occidente quiere intervenir (como en Irak, como en
Afganistán, como en Libia) y a la vista de experiencias pasadas sabemos
que los futuros bombardeos sólo causarán más víctimas y desestabilizarán
hasta el paroxismo una zona que ya arrastra decenios de
desestabilización. España acompañará en la jugada a sus aliados
aduciendo motivos humanitarios. Mientras, vende armas a Egipto, como si
en este país no se cometieran crímenes. Una sangrienta tragedia.
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