sábado, 17 de agosto de 2013

Qué es lujo y qué no lo es... Vamos, digo yo 20130817

En Guetaria, además del Ratón, el bonito puerto, los recuerdos de la gesta de El Cano y el famoso restaurante El Astillero (si quieren ir, reserven con tiempo), está el museo Balenciaga, un lugar interesantísimo. En él se exhiben vestidos, complementos, figurines y fotografías que repasan la trayectoria creativa del gran modisto vasco. Y uno se queda alucinado al leer las cartelas y comprobar que aquellas muestras de soberbia elegancia fueron diseñadas y confeccionadas en San Sebastián, Madrid o Barcelona durante los años 40. O sea, justo cuando el desabastecimiento y el hambre envolvían a la inmensa mayoría de la población, una muy selecta minoría encargaba carísimos vestidos de noche y de cocktail, sombreros de fantasía, impresionantes pamelas y capas para la tarde en el hipódromo, exquisitos saltos de cama... ¿Quiénes eran aquellas personas capaces de vivir a semejante tren en medio de un país en ruinas, sometido al rigor del miedo y hundido en la miseria? Bueno, los auténticos vencedores de la Guerra Civil: aristócratas, financieros, grandes industriales... Especímenes de otro planeta. Depredadores absolutos.

El lujo siempre ha estado de moda. Pero siempre ha sido inalcanzable para las mayorías. Por eso la opinión pública se confunde (o es confundida) a la hora de caracterizar hoy los signos externos de riqueza. Para algunos, un Audi o un Mercedes son lo más, sobre todo si sirven como coche oficial. O ir en preferente en el AVE, o en bussines class en el avión. O vestir un traje de Armani. ¡O hacer un crucero por el Báltico junto a otros miles de turistas! Sin embargo, queridos amigos, eso son placeres de mindundis, exquisiteces de clase media, cositas de poco más o menos que la crisis y los argumentarios neocón han supervalorado para culpabilizar y acomplejar a la gente del común. El lujo está en otras partes: reactores privados, rolls y ferraris, residencias exclusivas, enormes yates... En ese mundo paralelo e inalcanzable habitan las auténticas élites, las que aspiran a todo, las que no tienen suficiente con nada. Ellas y ellos, tan elegantes, tan terribles. 

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