jueves, 8 de agosto de 2013

Ojalá nos lo arregle el de Amazon 20130808

Entre mis colegas ha causado sensación la compra del Washington Post por el amo de Amazon, la editora virtual. El impacto de esta noticia casi ha sido tan sensacional (en términos relativos) como el causado por el aterrizaje de un Jumbo en Caudé. Pero tales novedades no son sino la carátula de un disco que todavía no ha sonado. Imaginar que los magos de los grandísimos negocios on line (cuya máxima habilidad ha consistido en ocupar posiciones monopolistas en algún ámbito de la actividad electrónica) van a resolver la crisis absoluta del negocio de la información es tan aventurado como dar por sentado que la llegada a Teruel de un tetrarreactor compensará ipso facto las multimillonarias inversiones públicas destinadas a las infraestructuras del aeródromo turolense. Y conste que si ambas posibilidades se convirtieran en estupendas realidades nadie se alegraría más que yo; en mi doble condición de periodista y contribuyente. Amén.

Vivimos una época brillante, espectacular, falsaria y breve. Nadie se acuerda de lo que se dijo y de lo que pasó hace apenas un año. Porque lo dicho y lo ocurrido, en realidad, no tuvieron nada que ver. El día en que los expertos en teoría de la comunicación analicen los medios españoles (¡sobre todo los aragoneses!) en la secuencia anual iniciada a partir de los 90, descubrirán la mentira de unas versiones oficiales santificadas por los medios. Unos medios ( y ahora estoy pensando en el Post o en su primo el Times neoyorkino) que dieron por buena la existencia de armas de destrucción masiva en Irak y se acojonaron cuando era preciso poner de relieve las mentiras de Bush como en los 70 se pusieron de manifiesto las mentiras de Nixon.

Quizás los periodistas estemos de más en estos extravagantes tiempos. Pero en todo caso sigue habiendo una notable diferencia entre la verdad y la mentira. Si el multimillonario patrono de Amazon descubre un modelo (razonable) de negocio periodístico en el espacio digital, yo mismo loaré su logro. Solo que antes tendré que verlo. Igual que la viabilidad económica del aeródromo de Caudé. Vamos, digo. 

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