Hoy debaten las Cortes de Aragón el Plan Impulso que ha de movilizar
en dos años unos trescientos millones (incluyendo créditos del Banco
Europeo de Inversiones), con el fin de crear empleo en esta bendita
Comunidad, que buena falta hace. El Gobierno de Rudi saca pecho y
acusa a la oposición de no tener una actitud constructiva. Ésta, a su
vez, argumenta que estamos ante la utilización discrecional de fondos
que deberían integrarse en los presupuestos o formar parte de un
proyecto estratégico acordado con todos los grupos. La opinión pública,
que se hace líos con los números y se aburre con estos temas tan
abstractos, anda medio inhibida, medio desorientada y medio cabreada. Y
en realidad esto del Impulso no es sino la consecuencia de que el
consejero Saz a base de ir con tiento, recortar todo lo
recortable y retener crédito siempre que puede, ha logrado hacerse con
un fondo de maniobra que ahora servirá para tapar agujeros. Por
supuesto, ni existe un programa destinado a impulsar el desarrollo
económico ni se dispone (nunca se dispuso) de auténticos planes a medio y
largo plazo. Los aragoneses nunca supimos qué queríamos ser de mayores.
Así que seguimos aquejados de infantilismo pese al discurrir de los
años.
Aragón pierde actividad industrial (según datos oficiales),
ha visto cómo los servicios se frenaban y luego ponían la marcha atrás y
tiene a su sector agropecuario instaladísimo en el Limbo de los lugares
comunes, incapaz como siempre de imaginar la comercialización de
productos de calidad. Hablo en términos generales, porque siempre hay
notables y destacadas excepciones. Y me refiero no sólo a las
circunstancias que puedan ser evaluadas por los expertos, sino también a
la impresión que tiene la ciudadanía, a la visión que de sí mismos
tienen los aragoneses de a pie. Muchos de éstos se asombrarían si
llegaran a traspasar la escenografía de los clichés habituales y
comprobar por sí mismos cual es la auténtica realidad. Se asombrarían,
digo, y a lo mejor hasta se asustaban todavía más.
Aragón necesita impulso, sí. Habría que saber hacia dónde y para qué.
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