martes, 18 de marzo de 2014

Estos no se enteran de nada... 20140318

Es difícil hallar una explicación al despendole autodestructivo que anima a los partidos políticos. A casi todos. Al PP, que retrasa la publicación de su lista a las próximas europeas mientras Rajoy se piensa con su habitual parsimonia a quien bendecirá con su dedazo. Al PSOE, cuya candidata estrella a las citadas elecciones, Elena Valenciano, se arrastra por los platós (el domingo por la noche, en El Objetivo de la Sexta) maldesgranando un argumentario manido, simplista, sin fondo, sin forma... sin nada. Patético. A Izquierda Unida, que en Madrid y otros lugares se está abriendo por las costuras después de que la cúpula, radicalmente contraria a la celebración de primarias, dejase en la cuneta a los sectores que no están en la onda de Cayo Lara, que es la onda del PCE. A Chunta Aragonesista, cuyo presidente, José Luis Soro, publicó el domingo en este diario un extraño artículo diferenciando entre la unidad y la unión de la izquierda que ha dejado a muchos estupefactos. Todo lo cual ocurría mientras profesionales de la política iban y venían por los juzgados (aquí mismo, en Zaragoza, el tráfico fue intensísimo) y la desafección ciudadana alcanzaba su cénit. Esta gente no se entera o no quiere enterarse o probablemente pasa de todo. Vamos, que les importa un huevo.

El sistema ha sido socavado desde dentro. La respuesta de lo que solemos llamar clase política a la poliédrica crisis que nos azota choca con la evidencia de que, si partidos e instituciones siguen sumidos en el descrédito, la democracia va a convertirse en un sombrajo con los palos carcomidos y azotado por el viento. Es probable que en el PP apuesten por agravar aún más la situación, en la creencia de que el pánico de la ciudadanía, su suelo electoral, la fidelidad de sus votantes y la creación de una realidad percibida (a base de propaganda subliminal y mentiras rampantes) acabarán por salvarles de la quema. La derecha española siempre ha sido antipolítica. Cuando todo está en manos del jefe (ese Mariano que dice quién sí y quien no), los espacios de gestión colectiva, diálogo o debate sobran

(Continuará) 

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