miércoles, 26 de marzo de 2014

Un país cuidadosamente desplanificado 20140326

Se acaba de producir una nueva modificación del Plan General (PGOU) de Zaragoza. Se trata de un notable incremento en el número de viviendas previstas en Arcosur. Nada nuevo a orillas del Ebro, donde los documentos destinados a ordenar el desarrollo de la urbe inmortal siempre fueron papel mojado, listos para ser alterados al día siguiente de sus pomposas aprobaciones en pleno. La capital aragonesa ha crecido en un cuidadosísimo desorden, regulado al milímetro por los intereses de los grandes promotores. Bueno, ahora mismo dichos intereses no son gran cosa. Sin embargo aún atizan nuestro particular caos.

Ante la terca codicia del Sistema no valen de nada los razonamientos ni las advertencias. Avisar en su día de que el precipitado crecimiento de Zaragoza por el Sur desequilibraba la programación de los servicios básicos fue tan inútil como decirle a un niño que no desmontara su juguete favorito. Soñando con aquel millón de habitantes y la prolongación del negocio inmobiliario por los siglos de los siglos, el ayuntamiento abandonó la ciudad consolidada y se aventó por los acampos recalificando suelo para decenas de miles de pisos. Hoy, aquella demencial galopada constructora desemboca en una situación crítica que impide escolarizar en proximidad a los niños de Valdespartera, Rosales y Arcosur, dificulta la movilidad desde dichos barrios, convierte en un lío vecinal y político cada nuevo proyecto en la zona y mantiene a sus habitantes en un permanente estado de descontento, temor y nerviosismo. 

Que nadie se dé por aludido. La desplanificación es virtud muy española. Se percibe en todo: desde la incapacidad de los gobiernos para organizar el mercado de la energía, meter en cintura a las eléctricas e incentivar de forma razonable la expansión de las renovables (sin duda las más baratas), hasta los clamorosos fallos de programación y táctica que colocan una y otra vez a la policía de este país en situaciones límite. Se actúa sobre la marcha, se trabaja a golpe de ocurrencia y se prefiere mil veces seguir la rutina antes que adoptar alguna innovación. Emocionante sí que es, sí. 

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