lunes, 31 de marzo de 2014

Orden público y manipulación política (y II) 20140331

Hay una campaña destinada a presentar los últimos incidentes (escraches, antidesahucios, Gamonal, 22-M, Complutense...) como una situación insoportable que justificaría la adopción de medidas de emergencia. Se pretende cortocircuitar a los jueces que aún protegen las libertades fundamentales. Una sociedad donde la desigualdad social aumenta a un ritmo vertiginoso debe estar sometida a un riguroso control, o tenderá a desestabilizarse. Lo cual no plantea sólo la batalla en las calles sino sobre todo en la opinión pública. Por eso alguien se dedica a filtrar informes sobre oscuros grupos adictos a la kale borroka, a encabronar a las fuerzas de seguridad y a fomentar extrañas tensiones (como la que ha surgido, sobre todo en Madrid, entre la policía y los bomberos, cuerpo que ciertas fuentes consideran infiltrado por los antisistema).

La infiltración es la clave, sobre todo en las manifestaciones. De una parte andan por ahí los policías de paisano (a menudo disfrazados de radicales) cuyas actividades pueden desbordar los límites de la legalidad y en cualquier caso deberían ceñirse a protocolos muy estrictos. De otra, y ahí quería llegar, existen grupúsculos izquierdizantes claramente fascinados por la versión más autoritaria, intolerante y agresiva de la supuesta rebelión. Tales grupúsculos (y los descerebrados que van por libre) hacen un magnífico trabajo sucio... por cuenta de esa derecha dura, a la que unos escaparates apedreados y unos contenedores volcados le vienen de maravilla para construir argumentario. La maldición de los incontrolados ha pesado durante décadas sobre la izquierda real, incapaz muchas veces de condenarlos, aislarlos e impedirles actuar. Pese al daño que causan.

España y toda Europa afrontan una situación como no se conocía desde los años 30 del pasado siglo. Los conservadores han logrado imponer su pensamiento y su sistema. Las alternativas progresistas apenas existen o se limitan a proponer líneas de resistencia. En ese contexto, el orden público ha de convertirse en un factor político muy importante. No es algo que deba ser tratado a la ligera. 

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