jueves, 13 de marzo de 2014

Lo malo ya ha pasado, ahora llega lo peor 20140312

Ahora, como las estadísticas andan tan retorcidas que no las entiende ni Dios (en su infinita sabiduría), hay que tirar de parábolas y otras figuras de pensamiento. En este sentido me gustó mucho una que leí hace poco y comparaba a la postcrisis anunciada desde el poder, con el caso de alguien a quien amputan una pierna por el muslo. Trauma, angustia, dolor... Hasta que un día los médicos revisan el muñón ya cicatrizado y palmean la espalda del paciente. ¡Lo malo ya ha pasado, amigo! ¡Te damos el alta! Claro, y entonces es cuando el inválido se enfrenta a lo peor: salir adelante sin uno de sus miembros más importantes, ser un discapacitado de por vida. Es más o menos lo que pasa cuando los jefes políticos y los jefes de la pasta nos susurran que ya está, que se acabó, que empieza la recuperación.

En Aragón, sin ir más lejos, nos están amputando la sanidad pública (y tienen preparada la sierra para que no se escape la educación). Los sindicatos de médicos, la Marea Blanca y otros colectivos sacan a la luz datos sobre las listas de espera, esas mismas que el Salud oculta desde hace nueve meses y que el consejero responsable del tema se niega a dar. 15.000 personas esperan a ser operadas solo en Zaragoza. ¡15.000! Entre ellas hay cientos de enfermos en situación límite. La demora afecta a las pruebas, a los preoperatorios, a las intervenciones, a las recuperaciones. Solo entre ir del médico de familia al especialista, recibir un diagnóstico y ser incluido en la relación de quienes aguardan turno puede pasar un año. Esto no había ocurrido nunca. Es tan inaudito como intolerable.

17.000 firmas han reclamado un nuevo hospital en Alcañiz, mientras el actual monta camas en los pasillos (¿qué dicen al respecto los fervorosos alcañizanos que sólo ejercen de tales cuando de loar las carreras de motos se trata?). El Provincial de Zaragoza funciona a un cuarto de gas. El consejero de Sanidad prepara tres millones de euros para derivar pacientes a la privada.

Ahí nos arrastramos, sin pierna. Y según dicen algunos, más vale callar. No sea que nos corten la otra. 

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