lunes, 14 de diciembre de 2015

Ganar o perder por tres puntos 20151214

Pasó el día de los grandes mítines (poco abundantes en esta campaña). Podemos llenó La Caja Mágica madrileña (diez mil asistentes), con Pablo Iglesias y Ada Colau de protagonistas. Lo mismo hizo Ciudadanos en el palacio-plaza de Vistalegre (otros diez mil), donde Rivera demostró que su opción pisa fuerte. En Valencia, Pedro Sánchez también puso el cartel de completo en el Pabellón Fuente de San Luis (ocho mil). En Las Rozas (Madrid), Mariano Rajoy habló en la plaza de toros (cuatro mil y pico asientos, algunos de los cuales quedaron vacíos). Todos contra todos. Porque cada voto cuenta. El modelo electoral ha saltado por los aires y las encuestas vienen cargadas de sobresaltos e incógnitas. Hoy, cuando han de publicarse las últimas antes del 20-D, los márgenes parecen estrecharse. El sondeo de Gesop para los diarios del Grupo Zeta incluso anuncia que PP y Ciudadanos tal vez no sumarían mayoría absoluta. En semejante contexto, el cara a cara de esta noche entre los líderes del PP y el PSOE llega cargado de tensión y cautelas. No habrá más oportunidades para captar a los indecisos. Tal vez Rajoy pueda permitirse un match nulo o una apurada victoria a los puntos; pero Sánchez necesita ganar dejando a su adversario fuera de combate. Se lo juega todo.

Entramos en la recta final. ¿Hay un 40% de ciudadanos que aún no saben a quién votar? Parece dudoso. Tal vez, como suele ocurrir, la mayoría ya tiene tomada una decisión. Pero no la declara. O se limita a mostrar alguna preferencia por la alternativa más blanca y menos comprometedora. ¿Ciudadanos? Si fuera así, esta opción estaría ligeramente sobrevalorada, el PP contaría con una reserva de voto oculto, Podemos quizás podría estirarse un poco... y el PSOE seguiría siendo un monumental interrogante. Ahora bien, si aceptamos la inestabilidad de un importante sector del electorado, dubitativo y perplejo pero con ganas de participar en esta apasionante contienda, todo estaría mucho más abierto. En ese caso, lo de esta noche sería decisivo, sobre todo para el candidato socialista. E incluso cabría advertir que, si el debate entre las dos alas del bipartidismo tradicional se complica y degenera en una pelea callejera o en un forcejeo en el barro, los que no estén en el barullo podrían salir beneficiados. Además, Rivera e Iglesias irán a La Sexta a comentar el cara a cara. La partida, una vez más, se juega a cuatro bandas.

En 1977, cuando tuvieron lugar las primeras elecciones democráticas, el bipartidismo emergió porque los dos partidos más votados (UCD y PSOE) se situaron más de veinte puntos por encima de sus inmediatos seguidores (PCE y AP). Desde entonces, esa diferencia se ha mantenido y acrecentado. Ahora, a la vista de los sondeos y sobre todo de anteriores precedentes (andaluzas, autonómicas y municipales, catalanas) no va a ser así. Cabe la posibilidad de que entre el primero y el cuarto medien sólo unos diez puntos, con el segundo y el tercero casi a la par. En tales condiciones, el éxito o el fracaso (relativo) se definirá por muy poco. Quizás por no más de tres puntos arriba o abajo.

El PP, aun siendo el más votado, necesita imperiosamente superar el treinta por ciento. El PSOE debe quedar segundo y evitar que su diferencia con el PP se vaya más allá de los cinco puntos. Ciudadanos, sea el segundo o el tercero, está destinado a quedar en una posición muy delicada pues puede tener la llave de la gobernabilidad, lo cual plantea enormes compromisos... y riesgos.

Podemos y sus alianzas periféricas no levantarán cabeza si choca con el limitado techo alcanzado por Julio Anguita en 1996, cuando logró 21 escaños con el 10,54% de los sufragios.

Hoy puede ser el día.


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