domingo, 6 de diciembre de 2015

Todos tienen un plan B 20151206

Como en el billar, la campaña mueve tácticas a cuatro bandas. Nadie ignora que tras el 20-D sólo gobernará el que pueda pactar. Así que los mentideros de la Corte y los analistas bien enterados barajan los planes B que cada partido se guarda en la manga. Las miradas convergen en el PP, donde los más agudos intuyen que ha tomado forma una maniobra de libro: si Rajoy no puede o no quiere o no sabe salir del atolladero postelectoral, Sáenz de Santamaría, que ya ejerce de coprotagonista, será la salida de emergencia. Operación Menina, le dicen. Ayer, Pablo Iglesias se refirió a ella abiertamente. Mientras, Rivera, cansado pero muy crecido, no para de advertir que para él sólo hay dos alternativas: o gobernar o mantenerse en la oposición. ¿Y si el veredicto de las urnas le permitiera hacer pareja con la misma Soraya? ¿Y si se convierte en segunda fuerza y está en condiciones de recibir el apoyo del PSOE para llegar a Moncloa, como temen en el PP?
"Rajoooyyy, good byyy", gritaba ayer el energuménico Maduro, que hoy se la juega (si es que las elecciones venezolanas se desarrollan con normalidad democrática, que ya es mucho suponer). Sí, parece que el actual líder de los conservadores españoles camina hoy sobre un fino y destensado alambre. Que su homólogo socialista esté en idéntica situación no le servirá de consuelo. Cospedal, al borde de un ataque de nervios, vuelve a clamar contra un previsible pacto entre perdedores. Pero, como recuerda Rivera en sus mítines, el PP ya es un partido perdedor cuando asume, aunque sea de puertas para adentro, que puede bajar del 44% de los sufragios emitidos... ¡al 27%! O cuando desde Génova dan instrucciones para darle un poquito de oxígeno al socialista Sánchez, no sea que Ciudadanos le deje en la cuneta y las cosas se compliquen de verdad. Sociólogos y politólogos, tras revisar la última encuesta del CIS, intuyen que si en estas elecciones se va a romper la inercia bipartidista, en las siguientes (el partido de vuelta) el voto volverá a concentrarse en dos opciones: ¿PP... y Ciudadanos?
Por eso Albert Rivera se lo cree. Sus mítines parecen calcados de los que ya dio en la campaña de las autonómicas y municipales. Los mismos escenarios, el mismo público, idénticos discursos. Los asistentes (ni una sola personalidad local) siguen las intervenciones sentados y el servicio de orden intenta que no haya gente de pie en los pasillos. Nadie conoce a los candidatos de la provincia, que suelen telonear con evidentes nervios y escasa elocuencia. Rivera es la única estrella. Los spots que preceden a las sucesivas intervenciones se recrean en su imagen, aunque uno de ellos, que sintetiza en pocos minutos la Historia Contemporánea de España, homenajea a Suárez, admirable alma del centrismo puro. Son los de Ciudadanos unos mítines... muy educados. Los oradores tratan al público de usted. No hay follón ni gritos (sólo el de ¡Presidente!, ¡Presidente! cuando Rivera hace el paseíllo). Jóvenes (los más) y mayores (los menos) van bien vestidos. Nadie grita. Es la suya una ilusión muy contenida.

La ilusión como oferta electoral ya la lanzó Podemos en las europeas. Ahora C's la hace suya. Junto con otros conceptos y símbolos quincemayistas y neopolíticos. Ayer, Rivera afirmó en Zaragoza que PP y PSOE "sí saben ponerse de acuerdo para taparse las vergüenzas, manejar a los jueces e indultar a sus respectivos corruptos".

Veinticuatro horas antes, en Cádiz, Iglesias aseguraba que, si llega a La Moncloa, lo hará "con una escoba para barrer la corrupción". El de Podemos rindió tributo a la Constitución de 1812, La Pepa. El mismo hito histórico que Ciudadanos resalta en la presentación de todos sus mítines.

El primer gran cara a cara (a cuatro) calienta motores. Antena-3 y la Sexta van a copar la audiencia. Allí estarán todos. Por el PP, doña Soraya, no don Mariano. Al actual presidente sus contrincantes le acusan de tener miedo. O quizás no ha calculado las implicaciones que tiene esa sustitución en actos que pueden ser decisivos para captar el voto indeciso o el voto volátil, que no es poco.

Los partidos que se han quedado fuera de la mesa de billar truenan contra la política espectáculo. Unidad Popular-IU y UPD acusan a los cuatro principales de estar convirtiendo la campaña en un reallity show y no en un ámbito de debate serio. Claro que proponer la nacionalización de las empresas estratégicas "para que nadie pase frío" será muy serio, pero no parece demasiado realista. Lo mismo que cuando los candidatos de Democracia i Llibertat (la nueva marca de Convergencia Democrática) van a Madrid a proponer una negociación entre Cataluña y El Estado. Ahora que todos los puentes están dinamitados. Pero, bueno, la campaña es así. Tampoco hay que ponerse nervioso.

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