lunes, 30 de mayo de 2016

Analistas, asesores, expertos en demoscopia... 20160530

En los partidos, las grandes compañías o los medios, profetas electorales auscultan encuestas y trackings para determinar quién, cómo y por cuánto ganará (o perderá) estas elecciones. No crean ustedes que les basta con mirar los resultados de los sondeos, una vez guisados en la cocina (casi siempre interesada) de los chefs demoscópicos. No. También estudian perfiles de los votantes, filias, fobias, grupos de edad, impacto de las marcas... Todo con el superior objetivo de adivinar qué lleva el personal en la cabeza y cómo camelarlo. Por lo que sé, en el PP están moderadamente animados (se darían con un canto en los dientes si llegasen al 30%), en Unidos Podemos también se dejan ganar por el optimismo habitual, en el PSOE andan agobiadísimos (si los alternativos les sorpassean más de tres puntos porcentuales en sufragios, fácil será que les ganen también en número de diputados) y Ciudadanos va y viene de la derecha al centro (pasando por Caracas, ya saben), intentado rascar voluntades en un espacio político que ha pasado a estar disputadísimo.

De lo que pase o deje de pasar no dependerá sólo el futuro Gobierno central, sino la evolución del complejo juego de alianzas explícitas o implícitas que han permitido organizar, mal que bien, la gestión de comunidades autónomas y ayuntamientos. A su vez, dichas instituciones son objeto de un constante zarandeo, convertidas en un escenario más de esta campaña interminable, inaudita, tramposa y repleta ya golpes bajos y operaciones encubiertas. La deslealtad entre responsables de las diferentes administraciones, el uso de las mismas con los más míseros fines partidistas y la utilización indisimulada de la bronca y todos los trucos de la llamada comunicación política están a la orden del día.
En el colmo de los colmos, el argumentario más radicalizador ha dejado de ser patrimonio exclusivo de Podemos. De repente, los demás, arrastrados por un incontenible ardor guerrero, se han tirado al monte, excitando miedos, revelando horrendas amenazas y sacándolo todo de quicio. Mientras, Pablo Iglesias va por ahí de lo más modoso y realista. Alucina. 


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