sábado, 13 de agosto de 2016

E Iglesias paladea la 'depre' en su estival retiro 20160813

Cuando el sorpasso al PSOE se desvaneció ante sus sorprendidos ojos la noche del 26-J, a Pablo Iglesias le agarró el bajón. La ciclotimia le puso del revés. Y lo que no tenía por qué ser sino la crisis adolescente de una plataforma política de crecimiento ultrarrápido, se convirtió en horrible catástrofe. Luego, el gran jefe púrpura se hizo humo. En su ausencia, Errejón, el más listo de la clase, se ha quedado en la sala de estudios buscando afanoso la causa del resbalón, y Carolina Bescansa ha sentenciado que su formación es una ilusión que solo funciona mientras el público está... ilusionado.

¿A dónde ha ido Iglesias? He repasado la prensa madrileña, que siempre vigilaba con un ojo implacable y otro irónico al líder alternativo, pero solo he encontrado análisis especulativos destinados a constatar que Podemos está fuera del juego político, como si no fuera eso precisamente lo que ha estado persiguiendo durante el último año toda entidad o persona con vocación sistémica. Puede que Iglesias, tras recluirse en su casa (desde donde recomendaba libros y lanzaba inofensivos tuits), se haya ido (no tirado) al monte. Quizás reflexione sobre lo mal que se manejó tras el 20-D, cuando montó aquel show de besos en la boca, ministrables y arrebatos retóricos, sin rentabilizar la coyuntura; cuando no supo reaccionar con temple y habilidad escénica al pacto en falso de Pedro Sánchez y Albert Rivera. No entendió entonces que el electorado que él pretende ganar (hablamos ya de más de seis millones de votantes) es más exigente, más culto y más crítico de lo que pudo imaginar el argentino Laclau al teorizar la alternativa populista. Y que su objetivo básico debía ser tumbar a Rajoy, no sorpassear a Sánchez. Porque la cuestión es muy simple: ni el PSOE ni Podemos van a poder gobernar España (y sus naciones, regiones, ciudades y pueblos) si no logran algún tipo de entendimiento. Disputarse el terreno a cara de perro les perjudica a ambos.

Podemos tendrá que madurar de una vez y quitarse de encima la depre. A partir de los 30 tacos es obligatorio saber que, en este mundo tan cabrón, llorar no sirve de nada.

JLT  13/08/2016

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