jueves, 21 de julio de 2011

Caraduras de alto (y medio) nivel 20110721

Las últimas novelas de John Le Carré son igual de buenas que sus clásicos de los Sesenta-Setenta, pero han dejado atrás la Guerra Fría para adentrarse en el mundo de la actualidad oculta. En ellas aparecen traficantes de armas (de coltán y de cobalto) o expertos en el blanqueo de dinero cuyos tentáculos llegan hasta las instituciones presuntamente democráticas, servicios de inteligencia occidentales capaces de los peores montajes terroristas, compañías farmacéuticas que ensayan fórmulas dudosas utilizando como cobayas a los africanos más humildes... y en todas ellas la corrupción se empareja con un cinismo monumental, duro pero flexible, amoral aunque matizado por los mejores abogados y expertos en relaciones públicas.

No estoy para acusaciones ni para alardes justicieros, pero pensé en el gran Le Carré cuando anteayer me metí al cuerpo, en directo, la declaración de los Murdoch (padre e hijo) ante la correspondiente comisión del Parlamento británico. Soslayaban las preguntas más comprometidas saliéndose por la tangente sin rubor alguno. Desdeñaban lo evidente con un aplomo desafiante. ¡Y esos pájaros controlan el mayor imperio de la información a escala global! Acojonante.

Ayer, el gran drama del poder derivó en comedia bufa, en astrakanada regional, aunque con idénticos ingredientes. La dimisión de Camps nos permitió contemplar en directo un espectáculo sin igual: renuncios, ataques de dignidad, patrioterismo barato, miseria política, demagogia de tres al cuarto... ¡Qué tipo, el valenciano! Ya sé, ya sé que en el PSOE también hay tela que cortar, pero los presuntos corruptos del PP le ponen a la cosa un no se qué, un punto de nieve y una osadía verbal que, la verdad, es inimitable.

Contemplamos a diario un espectáculo que enmascara la realidad; pero esta, a su vez, oculta una trastienda alucinante por la que deambulan los sinvergüenzas, los payasos y los millonarios, donde los reparos éticos son considerados blandenguerías inaceptables. Es un mundo paralelo que se proyecta con creciente intensidad sobre el nuestro reventando criterios, valores y decencia. Y tragamos.

J.L. Trasobares/El Periódico de Aragón/jueves 21.07.2011

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