lunes, 2 de marzo de 2015

Esos burócratas de la UE... tan antieuropeos 20150302

Quizás no me explico bien en asuntos como la tensión entre lo global y lo local, entre el estado-nación y organismos supranacionales como la UE y su Eurogrupo. Un tema apasionante y fundamental, pero retorcido y poliédrico. Mucho más porque esa tensión de la que hablo se da en España con especial intensidad y distintos enfoques. Ahí tenemos, por ejemplo, el empeño independentista de una parte de la ciudadanía catalana (o de la vasca). Su sinsentido queda en evidencia con sólo observar lo que le viene pasando a Grecia: un país obviamente privado de soberanía. Tampoco España dispone de margen. El desaforado apoyo de nuestro actual gobierno y el de Portugal a las durísimas presiones ejercidas sobre el nuevo Ejecutivo heleno, no refleja poder sino pura y mísera subordinación. Por cálculo político, cierto (un medio éxito de Syriza lanzaría definitivamente a Podemos). Pero sobre todo porque la oligarquía ibérica sabe que sus intereses están fuera de esa patria que vitorean quienes eluden los impuestos, sacan su dinero a los paraísos fiscales y se alinean a muerte con la canciller Merkel y los burócratas del BCE.

Como cualquier otro europeista, siempre pensé que la globalización requería instrumentos (democráticos) de gobernanza internacional. La UE, por ejemplo. Desde luego, el nacionalismo de vía estrecha propuesto tanto por los españolistas como los catalanistas furibundos carece de lógica. Solos no vamos ni a recados. Algunos independentistas (en un arranque de cinismo) llegaron a imaginar a Cataluña reconvertida en una especie de nuevo Luxemburgo. Vaya un destino.

El problema radica en que esta UE, controlada en lo político por los conservadores (libres ya del contrapeso socialdemócrata) y en lo económico por el capital financiero, ha degenerado en una especie de engendro antieuropeo, que hoy trabaja para desmontar la democracia social y subordinarla a una ideología única, unos paradigmas de obligado cumplimiento y unas servidumbres insoslayables. Esa UE representa para muchos de nosotros un fracaso. Aunque quizás aún sea posible revertir la situación. Por qué no.

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