lunes, 16 de marzo de 2015

Pero... ¿de verdad es esto inevitable? 20150316

El Sistema (tanto su desprestigiada versión española como su poderosa encarnadura global) ofrece una sola opción, en dos únicas tallas. Es lo que se decía en el mundo automovilístico del primer tercio del siglo pasado: "El señor Ford le ofrece sus coches del color que usted prefiera... Siempre que sea negro". Pues eso, que si eres europeo puedes optar por la dura ortodoxia germánica, ultraliberal y neocón, o bien largarte por los cerros griegos de la subversión, donde sólo cabe esperar más y mayor ruina. Es cierto que la ortodoxia citada no propone cosas demasiado agradables, salvo que seas rico o lo sean tus papás. Su oferta incluye una desigualdad creciente, una durísima presión sobre las generaciones más jóvenes y un mundo apto sólo para los muy capaces y suertudos, donde los demás no podrán aspirar a gran cosa. Pero, se dice, eso es lo que toca, lo inevitable, lo normal... Si me apuran, lo razonable. Éste es el camino y no puedes elegir otro.

Así, muchas personas consideran que la pobreza, el subempleo, el paro estructural y todos los males que acechan a más de un tercio de la población son un fenómeno natural. Rajoy da por hecho que la recuperación macroeconómica no se contradice con echar a la calle a quien no pueda pagar la hipoteca. Tal vez el deshauciado esté enfermo o embarazada o carezca de otros recursos o sus hijos sean pequeños o tenga a su cargo un discapacitado. Pero así con las cosas: si no haces frente a tus compromisos financieros, atente las consecuencias. El Estado no es un ente benéfico, sino el garante de que los más hábiles puedan seguir ganando dinero.

Hubo tiempos más amables, cierto. Por simple cálculo, por miedo a las réplica popular, por exigencias del guión industrial o por lo que fuere, el ideal europeo tuvo la igualdad como meta. Eso se acabó, nos advierten. No se trata de mala voluntad de nadie, ni de una decisión tomada por quienes disfrutan de los paraísos fiscales; es la ley de la gravedad económica y política. "Esto me va a doler más a mí que a ti", decía el hermano Ángel... antes de arrearle cinco soberanas hostias al último de la clase. Qué fatalidad. 

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