viernes, 13 de marzo de 2015

Fernando 'el Católico', luces y sombras

La exposición sobre Fernando II instalada en la Aljafería de Zaragoza tiene muy buena pinta. Está montada a partir de imágenes, objetos y documentos que nunca se han visto juntos, y su sola presencia sugiere un viaje por el tiempo a través de un personaje de singular transcendencia. Cuidado, sin embargo, con la interpretación presentista que ya se está haciendo de la figura del Rey Católico, cuya forma de imaginar España y de abrirla a Europa no tuvo tanta relación con interés nacional alguno como con las aspiraciones de una dinastía que acabó no siendo propiamente castellana ni aragonesa, sino eurocatólica e hispanoaustriaca. Superponer este personaje sobre paradigmas actuales es una ficción que tal vez satisfaga las aspiraciones identitarias de algunos nacionalistas de hoy (sean centrípetos, centrífugos o mediopensionistas), pero no tiene mucho que ver con la realidad histórica.

Conste que Fernando II fue sin duda un gobernante de gran inteligencia. Tuvo una extraordinaria habilidad para situar sus piezas sobre el tablero europeo. Su nieto, Carlos I, emergió así como señor de innumerables estados y emperador electo de Alemania. Fue el primero de los Habsburgo (los Austrias) que imaginó un poder capaz de controlar el mundo cristiano, imponer la religión católica, vencer al turco y dominar el mundo. Cuando vino aquí desde Flandes para ser coronado rey de Aragón, Castilla y los otros dominios hispánicos, no sabía hablar la lengua de sus súbditos. No sé que hubiese pensado el Católico de tal descendiente. Probablemente le habría reconocido como el fruto perfecto de sus estrategias.

El último rey privativo de Aragón fue un producto de su tiempo, cuando la Edad Media daba paso a la Moderna y el feudalismo era superado por las monarquías absolutas. Hizo lo que le era propio: metió en cintura a la nobleza, incrementó el poder de la Iglesia, expulsó a los judíos, contempló con astuta perspectiva la tradicional política de alianzas matrimoniales que incluso permitiría a su biznieto, Felipe II, coronarse rey de Portugal... Y todo lo hizo para su propia gloria y poder. De patriota, nada.

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