miércoles, 1 de abril de 2015

Contra la corrupción, transparencia 20150401

La corrupción no tiene demasiado que ver con el sueldo de los políticos, el número de cargos públicos o la mayor o menor extensión del Estado (la externalización de cuyas funciones es, precisamente, el mejor caldo de cultivo para la podredumbre). Es necesario insistir en ello una y mil veces (disculpen la matraca), porque pese a todo lo que ha caído y sigue cayendo mucha gente aún no ha entendido cómo y dónde se cuece la auténtica gran estafa.

Para poner en orden este país nuestro hacen falta sistemas de control y absoluta transparencia. Aragón ha aprobado una ley bastante avanzada al respecto, y por ahí han de ir los tiros. Las administraciones públicas deben habitar edificios de cristal. También los bancos, las grandes compañías cotizadas en bolsa, las fundaciones, las sociedades anónimas, las empresas... Luz y taquígrafos: sepamos qué hacen quienes nos gobiernan. Conocer sus ingresos y patrimonio parece elemental, pero ahí no está la madre del cordero sino en los contratos que firman, los convenios, las subvenciones, la contabilidad de las sociedades públicas (incluidas las participadas), de los institutos, de los organismos... Hay que seguirle el rastro a cada euro procedente del erario.

¿Exagerado? ¿Imposible? Para nada. En Noruega (como no me canso de predicar) todos los datos fiscales de todos los contribuyentes están disponibles en la web de Hacienda. Hay estados que manejan sus cosas con una transparencia absoluta, que empieza en cada ciudadano y termina en las grandes instituciones públicas. Aquí no sabemos nada de casi nadie, especialmente de quienes operan a través de figuras societarias. Las grandes empresas son perfectamente opacas.

Y control, por supuesto. Del Tribunal de Cuentas, del Banco de España, de la Comisión del Mercado de Valores, de la Inspección de Hacienda y su Oficina Antifraude, de la Fiscalía... No solo para controlar a los políticos. El sector privado también debe estar sujeto a supervisión. El objetivo: evitar que desde arriba nos distraigan los millones a miles. Luego ya nos ocuparemos del chocolate (y el sueldo y los coches y tal) de los periquitos.

JLT  01/04/2015

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