martes, 16 de febrero de 2016

Berlusconi, Trump, Aguirre... ¿quién da más? 20160216

Si Trump lleva camino de ganar las primarias del Partido Republicano y convertirse en aspirante oficial a la presidencia de Estados Unidos, la figura de Esperanza Aguirre no debería impresionarnos lo más mínimo. En realidad, las alabanzas que le están dedicando los suyos (que son muchos, porque el llamado neoconservadurismo sigue funcionando como pensamiento único) deberían ser tomadas como lo que son: un chiste. Malo, pero que funciona como disparate superlativo. A la que fuera superjefa madrileña la llaman ahora cañí y desenfadada, pero su estilo ha ido definiéndose más bien por ese descaro inculto, mentiroso y delirante que encaja tan bien con las entendederas de sus propios seguidores. Aguirre es una aristócrata tronada que razona como una poligonera de armas tomar. De ahí su éxito. Bueno... sin olvidar que tras ella y junto a ella se movía una extraña Corte de los Milagros, capaz de obrar prodigios como aquel tamayazo que convirtió en victoria su derrota electoral y la encumbró por arte de birbibirloque a los mejores y mayores destinos políticos de Madrid.

Doña Esperanza ha dimitido (de lo uno, no de lo otro) y es la segunda vez que evacua el campo con tiempo, para no verse allí cuando arrecie el tiroteo. Ya dejó la presidencia de la Comunidad de Madrid antes de la Púnica y la detención de su amigo Granados. Cabe suponer que ahora quiere poner tierra por medio, a la vista de que la Policía busca pruebas de la financiación irregular del PP capitalino y sigue otros rastros. Como Barberá en Valencia, Aguirre finge haber sido una buena mujer rodeada de sinvergüenzas por los cuatro costados. Las dos exalcaldesas se trabajaron con notable éxito un populismo clásicamente reaccionario, que ellas pintaban de purpurina y vestían de falso oropel, mantón de Manila y bolsos de Vuitton y Loewe. Han sido como una versión femenina y más recatada (supongo) del mediterráneo Berlusconi, un trasunto hispano del demencial Trump. La derecha se pone mustia (véase a Rajoy), pero sus más disparatadas vedettes siguen ahí, dando que hablar. Ana Botella también quiso... pero no supo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario